15 de mayo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 55

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (55)

Cam estaba falto de fe


Queridos hermanos:

Algo parecido a lo que le ocurrió a Cam le ocurrió al pueblo de Israel. Estando en Egipto esclavo, el Señor los hizo salir a través de milagros y milagros. Caminaban por el desierto junto a Moisés, pero no se unieron por la fe a los que les anunciaron la entrada en el descanso de la Tierra Prometida y sus cadáveres cayeron en el desierto y no pudieron entrar por falta de fe (ver Hebreos 3, 12-19 y 4, 1-11).

San Pablo, que escribe a San Timoteo para animarle a perseverar, le cuenta que no todos perseveran. Y pone el ejemplo de Demas: “Demas me ha abandonado, enamorado de este mundo presente, y se marchó a Tesalónica” (versículo 10). Ha estado con San Pablo. Pero no se ha dejado transformar por su ministerio. Cuenta también que un tal Alejandro, el herrero, se ha portado muy mal con Pablo y expresa la misma experiencia que tuvo Jesús en Getsemaní y en su pasión: “nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron. ¡No les sea tenido en cuenta! Mas el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas” (Versículo 16-17). (Puedes leer 2 Timoteo 4, 7-18).

San Juan describe la misma situación. Miembros de la comunidad cristiana estaban como uno más de los hermanos. Pero no eran. Su corazón no estaba levantado hacia el Señor. Así los describe: “Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros” (ver 1 Juan 2, 18-25).

Es conocido también el ejemplo de Judas. Ha estado con Jesús. Era uno de sus íntimos. Y traicionó a Jesús entregándolo con un beso. Cuando Jesús anuncia esta traición en la última cena cada discípulo, uno tras otro, iba diciéndole a Jesús: «¿Soy yo acaso, Señor?» (Mateo 26, 20-25).

Cualquiera de nosotros puede ser Cam, Demas, Judas o el pueblo de Israel que endureció el corazón. Por eso animémonos a perseverar, no endurezcamos el corazón, temamos, dejémonos transformar por el Señor y pidamos que su salvación se haga carne de nuestra carne. La fe es lo que hace poroso el corazón para recibir la gracia que nos transforma. Si hoy te ves parecido a Cam, no desesperes, no endurezcas el corazón.

Jesús, vuestro párroco

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