“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (44)

¿Y si el enemigo conociera otra forma de entrar en el arca que no fuera por la puerta?

Queridos hermanos:

Noé pudo hacer esfuerzo en que por la puerta no entrara en el arca ningún animal que el Señor no hubiera llamado. Pero imaginaos que ese animal no hubiera entrado por la puerta del arca, sino por el corazón de Noé. Entrando en su corazón ya estaba dentro del arca. Y luego podía salir sin problema por su lengua, con la maledicencia, las malas palabras, la murmuración. ¡Qué forma tan sutil de meterse en el arca! (Puedes ver sobre la lengua Santiago 3, 1-12).

Igual que dice la Sagrada Escritura: La Palabra, esto es, “El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas” (Deuteronomio 30,14), también el enemigo sabe que puede colarse por el corazón y salir por la boca.

La lengua es como el timón de una embarcación. Quien controla la lengua controla el navío. Si no es bien conducida puede llevar a la nave al naufragio.

La lengua es capaz de incendiar a toda la familia, de contaminar las relaciones e introducir veneno mortal.

Ahora bien, para controlar la lengua hace falta un corazón vuelto al Señor. El Señor, su Palabra, limpia el corazón (cf. Juan 13,10) y nos hace verle y alabarle en todo momento (Puede leer el Salmo 34 (33) que habla de bendecir “al Señor en todo momento” (versículo 2) y dice también: “Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad” (versículo 14).

Controla el timón, controla tu lengua. Vuélvete al Señor.

Pues lo que rebosa el corazón habla la boca (cf. Mateo 12, 33-37).

Pidamos al Señor no hablar mal del otro, no juzgar al otro, sea quien sea. Y evitemos también la fanfarronería de decir “haremos esto o lo otro” como si las cosas solamente dependieran de nuestra voluntad (ver Santiago 4, 11-16). Pues esta pandemia nos ha enseñado a no hacer planes desde la fanfarronería. Más bien, abrirnos a los planes de Dios.

Jesús, vuestro párroco