“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (46)
¿Entonces basta con escuchar el kerygma?
Queridos hermanos:
¿Sería suficiente para los habitantes de su generación haber escuchado el anuncio dado por Noé? ¿Sería suficiente para nuestra generación haber escuchado la predicación de la Buena Noticia por los misioneros de hoy? E incluso más ¿sería suficiente haberla predicado a otros? Ciertamente no es suficiente.
“El primer anuncio debe provocar también un camino de formación y de maduración. La evangelización también busca el crecimiento, que implica tomarse muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene sobre ella. Cada ser humano necesita más y más de Cristo, y la evangelización no debería consentir que alguien se conforme con poco, sino que pueda decir plenamente: «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí» (Gálatas 2,19-21).” (Francisco. Evangelii Gaudium 160).
Se trata de dejarse transformar en Cristo por una progresiva vida «según el Espíritu» (Romanos 8,5-10). (Idem nº 162).
“Dios te ama”. “Cristo, por amor, se entregó hasta el final para salvarte.” “Y vive y está resucitado” (Francisco. Cristus Vivit nº 112 y 118 y 124). Y el Espíritu Santo es “quien está detrás, es Él quien prepara y abre los corazones para que reciban ese anuncio, es Él quien mantiene viva esa experiencia de salvación, es Él quien te ayudará a crecer en esa alegría si lo dejas actuar.” (Francisco. Cristus Vivit nº 130). “Invoca cada día al Espíritu Santo, para que renueve constantemente en ti la experiencia del gran anuncio” (Idem nº 131).
No te conformes con escuchar que Dios te ama o que Cristo ha resucitado. Pide la gracia del Espíritu Santo para ser la obra que Dios ha previsto para ti. Una vez la semilla está injertada en el corazón, como germen de vida eterna, hace falta crecer, madurar, hasta ser transformados en Cristo. Para llegar a la plenitud en el amor a Dios y al prójimo: «Quien ama al prójimo ya ha cumplido la ley [...] De modo que amar es cumplir la ley entera » (Romanos 13,8-10). Así san Pablo, para quien el precepto del amor no sólo resume la ley sino que constituye su corazón y razón de ser: «Toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Galatas 5,13-15. Y presenta a sus comunidades la vida cristiana como un camino de crecimiento en el amor: «Que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos» (1 Tesalonicenses 3,12-13). También Santiago exhorta a los cristianos a cumplir «la ley real según la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Santiago 2,8-13), para no fallar en ningún precepto” (Idem nº 161).
Jesús, vuestro párroco
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