“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (42)
Noé portero 4
Queridos hermanos:
El combate de la vigilancia solo haya la victoria con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cf Mateo 4, 1-11) y en el último combate de su agonía (cf Mateo 26, 36-44) (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2849).
Cuando dejamos un poco de lado la oración aparece la presunción, presumir de que podemos por nuestras fuerzas mantenernos en pie, de que somos suficientes para que no se cuele en el arca ningún raro animal. Pero, precisamente la presunción abre la puerta a la acedia. “Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. "El espíritu está pronto pero la carne es débil" (Mateo 26, 41). El desaliento, doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde no se extraña de su miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse firme en la constancia” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2733).
Los hermanos le preguntaron al abba Agathon: "Padre, ¿cuál es, entre las buenas obras, la virtud que demanda el mayor esfuerzo?" El les respondió: "Perdonadme, pero yo creo que no hay esfuerzo mayor que rogar a Dios. En efecto, cada vez que el hombre quiere orar, sus enemigos querrán impedírselo, ya que ellos saben que no trabarán su marcha más que distrayéndolo de la plegaria. Cualquiera sea la buena obra que un hombre emprenda, si es perseverante, obtendrá el reposo. Pero sí se encamina a través de la plegaria, le será necesario combatir hasta su último suspiro". (Apotegmas de los Padres del desierto).
Otras dificultades en el ejercicio de la oración son la distracción y la sequedad. El remedio está en la fe, la conversión y la vigilancia del corazón (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2754).
La distracción “descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a quién se desea servir (cf Mateo 6,19-24)” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 2729).
A la luz de estas palabras Noé quiso servir al Señor y le obedeció manteniendo la oración y la vigilancia.
Jesús, vuestro párroco
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