“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (79)
La Vid, el Viñador y la Savia
Queridos hermanos:
Cada uno de nosotros hemos requerido la atención y la acción de las tres personas divinas. Pues “el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Juan 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Romanos 8,14)” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 259).
El Padre, diligente Viñador, cuida de su viña. Sus acciones pueden ser muchas y continuas a lo largo del año (entrecavar, quitar las piedras, hacer el lagar, la casa del guarda...cf. Isaías 5,2). Jesús sólo nos habla de dos: CORTA O PODA. Corta el sarmiento si no da fruto y poda para que dé más fruto. Y cuando da más fruto… vuelve a podar para que dé más fruto. Este “más fruto”, “es una llamada a crecer, a madurar continuamente, a dar siempre más fruto”. (San Juan Pablo II. Christifideles Laici nº 57). “Sólo el sarmiento que no teme dejarse podar por el viñador, da más fruto para sí y para los demás” (ídem nº 63).
La PODA la realiza de varias formas. Jesús nos habla de una en el Evangelio: “Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado” (Juan 15,3). Otras formas de podar es la corrección que nos hace en la propia historia: una prueba, dificultad o enfermedad…; también gracias a la acción de otro sarmiento: la corrección fraterna (cf. Mateo 18,15-17). Toda poda o corrección, aunque no es agradable, nos ayuda a ir a lo esencial: dar fruto. Y nos llena de vida y fuerza. (cf. Hebreos 12, 5-13).
¿Cómo no dar gracias a Dios por las podas recibidas? El Padre viene continuamente a evitar que perdamos de vista lo esencial, quienes somos, adonde vamos: somos sarmientos unidos a la Vid, estamos llamados a dar fruto dulce que permanezca. Quizá podamos ver en lo que ocurre una poda.
El Espíritu Santo es la Savia, implícita en el texto de San Juan, que debe llegar al extremo de cada rama para que dé ese racimo de uva dulce. La poda del Padre permite quitar lo que sobra para que el sarmiento se concentre en el fruto dulce de la uva (que pisada en el lagar, saca su sangre o zumo, el mosto; éste, fermentado, produce el vino que alegra el corazón del hombre (Salmo 104 (103), 15).
La elaboración del vino nos habla de la Pasión de Cristo: pisado en el Lagar, su sangre nos redime, sus heridas nos curan. Por estar unidos a la Vid, se espera que demos uvas dulces y no agraces o uvas amargas (cf. Isaías 5,4).
La acción de la Santísima Trinidad en la Vid, (la Poda del Padre, la unión con el Hijo, la Savia del Espíritu), produce unos frutos. “El "Espíritu del Hijo" les enseña a orar al Padre (cf Gálatas 4,6) y, haciéndose vida en ellos, les hace obrar (cf Gálatas 5,25) para dar "los frutos del Espíritu" (Gálatas 5,22) por la caridad operante”. (Catecismo de la Iglesia Católica nº 1695). San Pablo los describe en Gálatas 5,22-23. San Juan los deja entrever en el capítulo 15, donde destacan el amor, la alegría y la fidelidad.
Pidamos no ofrecer resistencia a la acción del Viñador, la Vid y la Savia.
Jesús, vuestro párroco
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