“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (6)
La imagen de la paloma
Queridos hermanos:
Cuando el cuervo no volvió, Noé envió entonces la paloma, la cual fue soltada tres veces. (Génesis 8, 8-12). La primera vez que fue soltada no trajo nada.
Puede ocurrir también que pronto perdamos la esperanza. Inténtalo de nuevo. No te canses. No te rindas. Ni en la oración personal o familiar, ni en la relación con los demás o contigo mismo. Se puede deslizar la tentación del “total, ¿para qué volverlo a intentar?”, el “che, pa qué” que muchos conocéis. Ten paciencia. Vuelve a intentarlo.
Dice el texto que “la paloma no encontró donde posarse y volvió al arca, porque todavía había agua sobre la superficie de toda la tierra” (Génesis 8,9). Cuando todo lo que se ve alrededor no augura esperanza, cuando no se puede salir, cuando alrededor hay agua, barro, lugar donde uno no puede posarse, es importante esperar y volverlo a intentar.
Pero para ello te invitamos a hacer lo mismo que Noé: “alargando su mano, la asió y la metió consigo en el arca” (Génesis 8, 9). Esa paloma es figura del Espíritu Santo. Mete la paloma en tu casa. ¿Cómo? Con la oración. Invocando su presencia y acción en tu casa. Con el Espíritu Santo estás metiendo la esperanza en tu casa.
Haz como Salomón que, tras la muerte de David su padre y viéndose joven e inexperto pidió la sabiduría al Señor. No pidió riquezas, ni la muerte de sus enemigos. Pidió el Espíritu Santo (cf. Sabiduría 7, 7-14). Pero pide el Espíritu Santo, pide su sabiduría, con insistencia, con determinación, y Dios te lo concederá (Santiago 1, 5-8). Pues Dios es tu Padre. Y si se lo pides Él te lo dará (cf. Lucas 11, 9-13).
Jesús, vuestro párroco
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