“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (5)
La imagen del cuervo
Queridos hermanos:
En el Arca de Noé hubo dos animales que estuvieron con Noé y su familia: el cuervo y la paloma (Génesis 8, 6-12). A los once meses y diez días de estar confinados en el arca, Noé “abrió la claraboya que había hecho en el arca y soltó el cuervo, que estuvo saliendo y retornando hasta que se secó el agua en la tierra” (Génesis 8,6-7). El cuervo estuvo entrando y saliendo “_hasta que_” se secó el agua. Luego ya no volvió.
Para los rabinos, el cuervo es figura del que prefiere su libertad, aun cuando la tierra está llena de barro y no es todavía habitable.
Éste tipo de ave puede estar en el arca de la propia casa y seguramente en el propio corazón. El cuervo puede ser el que, tras mucho ir y venir, tras mucho servir, trata de escapar a cualquier tarea que le quite su tiempo libre, que cuida con obsesión su tiempo personal, que necesita imperiosamente preservar sus espacios de autonomía (cf. Francisco. Evangelii Gaudium nº 81) y necesita salir. Ya ha hecho bastante. Es el “_ahora me toca a mi_”. Es el “¿_y yo qué_?”. Nos puede ocurrir como el cuervo, que tras mucho servir, tras entregarnos con abundancia, necesitemos buscar nuestro escape, e incluso abandonemos la casa, diciendo: “_ya está bien_”, “_ahí te quedas_”. Conviene, pues, pedir al Señor la perseverancia en el servicio, en la alegría, en la caridad y seamos blancos como la paloma y no negros como el cuervo.
También se parece el amor que tenemos al Señor como el del cuervo. Es temporal, superficial, muchas veces interesado. Como el pueblo de Israel, que ve que les va peor sin el Señor. Cuando el profeta les anuncia que el Señor los va a abandonar por su maldad deciden volver a Él. Pero su vuelta es superficial, efímera, sin conversión interior y así se lo hace saber (cf. Oseas 6, 1-6). ¿Quién no recuerda al hijo mayor de la parábola? Entra y sale de la casa, sin dejar de trabajar para el padre, pero su corazón está lejos de Él. No tiene todavía los mismos sentimientos de misericordia que tiene su padre para con su hermano, que se ha ido, ha vuelto y el Padre le ha montado una fiesta porque lo ha recuperado con salud (cf. Lucas 15, 18-32). Por eso animémonos a la perseverancia, que Dios no se olvida de ninguno de los servicios, trabajos y amor demostrados en vuestra arca (cf. Hebreos 6, 10-12).
Jesús, vuestro párroco
Post: Hoy celebramos la solemnidad de la Anunciación del Señor, la Encarnación del Hijo de Dios. Demos gracias a Dios, pues su Hijo, obediente al Padre, siendo un Espíritu Puro con el Padre, aceptó el confinamiento en nuestra carne, en nuestra naturaleza humana..., para siempre. Pues el Verbo se hizo carne. Una sola carne con nosotros. Gran misterio de amor es este. Y te amó y te ama.
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