“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (4)
Reforzadas las relaciones
Queridos hermanos:
La estancia en el arca permitió que fuera reforzada la
relación con el Señor nuestro Dios, pues está cerca de los que le invocan (Cf.
Deuteronomio 4, 5-9).
Cada miembro del Arca, como un pequeño rebaño, como ovejas
del Señor, escuchan su voz: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y
ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y
nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, lo que me ha dado, es mayor que
todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos
uno” (Juan 10, 27-30). Que este tiempo recupere y rejuvenezca las relaciones con
el Señor, con su Palabra.
Pero la estancia en el Arca escuchando la Palabra de Dios
permitió que salieran más reforzadas sus relaciones entre los esposos, entre
padres e hijos, entre nueras y suegros. «Sal del arca con tu mujer, tus hijos y
tus nueras». (Génesis 8,16). Noé salió con “su” mujer. Salieron unidos. Y salió
con “sus” hijos. Y los hijos con “sus” padres, pues atendían a sus consejos en
el temor del Señor (cf. Proverbios 1, 7-15). Y también salió reforzada la
relación con “sus” nueras y ellas con “sus” suegros. Este fue, sin duda, un
milagro especial.
Es lo que desea el Señor, como lo expresa San Pablo: “Hijos,
obedeced a vuestros padres en el Señor, porque eso es justo. Honra a tu padre y
a tu madre es el primer mandamiento al que se añade una promesa: Te irá bien y
vivirás largo tiempo en la tierra. Padres, no exasperéis a vuestros hijos;
criadlos educándolos y corrigiéndolos según el Señor.” (Efesios 6, 1-4).
Que el Señor nos conceda en este tiempo que al salir,
salgamos “con” el otro, con ese que forma parte de ti, es decir, que se hayan
recuperado las relaciones con la mujer o el marido, con los hijos, o con los
padres, con aquellos con los que compartimos esta pequeña gran arca de Noé
porque Jesús está en medio..
Jesús, vuestro párroco
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