22 de marzo de 2020

Reflexiones sobre la Palabra. Migaja 2

“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (2)
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo

Queridos hermanos:
Estamos en el Domingo de la Alegría, Cuarto Domingo de Cuaresma, Domingo del ciego de nacimiento en este ciclo A, Domingo de gracias abundantísimas.

¿Os imagináis estar recluidos no 15 días, sino un mes? ¿Y no un mes, sino un año? ¿Y si en vez de un año estuviéramos recluidos 2 años, 3 años, 10 años… 40 años? Sus padres, en el evangelio de hoy, dicen que el ciego de nacimiento era mayor. Un ciego que no ha visto nunca “recluido”, “confinado” años y años en su… ceguera. Y se ha acostumbrado. No espera nada nuevo en su vida.

Pensad en el pueblo de Israel. Recluido, confinado en esclavitud… 430 años. No han conocido otra cosa. Nosotros sí hemos conocido otra cosa. Y por eso nos resulta molesto estar en casa confinados. Precisamente esa aparente libertad nos ha hecho como muchos personajes en el evangelio. Fíjate las veces que dice “sabemos”, “sabemos”. Ese sabemos puede ser un impedimento a ser aprendices de la luz. Nosotros somos sedientos que van descubriendo el agua viva en Jesús y su Espíritu. La samaritana era sedienta. Pero su sed la intentaba apagar en un pozo que no sacia, en unos maridos que la abandonan, en unos ídolos que dejan insatisfechos. Jesús orientará la sed de la samaritana a Él: “si conocieras lo que Dios da y quien te pide de beber le pedirías tú.” En este Evangelio Jesús también orienta la luz. Nosotros somos ciegos que van descubriendo en Jesús la luz, que se abren a la luz. Por eso cada vez que se proclama el Evangelio se cumple lo que dice al final: «Para un juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos» (Jn 9, 1-41). Ánimo pues. Cristo será tu luz (Efesios 5, 8-14). El Señor es el Pastor de este rebaño. (Salmo 23 (22).

Te invito a llenar “tu cuerno de aceite” (cf. 1 Samuel 1-13). Es lo que le dice el Señor a Samuel, el que desde niño aprendió que Dios hablaba y le hablaba. No había recipientes de cristal. Bastaba un cuerno vaciado. Que eso sea nuestra vida. Un recipiente dispuesto a recibir la luz, el agua viva, el aceite perfumado. Cuerno significa fuerza. Este tiempo de estar confinados en casa puede ser un tiempo de fortalecerte con la gracia de Dios, llenándote de su Santo Espíritu, al que el aceite perfumado representaba.

Y ¿para qué llenar el cuerno de aceite? Para una consagración. Para ser suyos. Para ser reyes con él, para ser iluminados por él. Dios ve el corazón. Dejemos que él lo limpie y lo llene de su luz. Pues, derramado, puede ungir reyes.


Jesús, vuestro párroco

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