DOMINGO 19º DEL TIEMPO ORDINARIO (T.O.). CICLO B
No podemos sacar de contexto este pasaje; el diálogo de Jesús con los que le rodeaban versaba acerca de la fe en Jesús, como el enviado de Dios. Versículos antes le preguntaron a Jesús: “qué tenemos que hacer para actuar como Dios quiere”; y Jesús respondió: “que creáis en aquel que Dios envió”. Y después le pidieron una señal para creer en él. ¡Qué difícil es a veces dejar que Cristo entre en nuestra vida ordinaria! Tal y como les sucedía a aquellos judíos, no podemos reconocer a Jesús en nuestro ambiente. Luchamos para abrir nuestro corazón a sus signos, a su presencia. Después de todo lo que Él ha hecho por nosotros, le seguimos pidiendo esa señal que nos “ayude” a creer en Él. Tristemente seguimos buscando a Dios en los astros, en la suerte, en las fuerzas de la naturaleza; pero Él ya se hizo presente y lo sigue haciendo en la persona de Jesucristo.
Dios tiene una sola palabra y esta fue pronunciada en la persona de Jesucristo. Por eso en el mundo no encontraremos otra señal de su presencia que la persona de Cristo muerto y resucitado y que permanece entre nosotros en su Cuerpo y en su Sangre. Ambos son signos de su donación total y perpetua por los hombres y en ellos hemos de reconocer la presencia de Dios de una vez por todas. Cristo es así el Pan de Vida, el alimento que perdura entre nosotros para siempre, si creemos en Él encontraremos a Dios. No dudemos pues de su palabra, creamos en Jesús, aceptemos su Palabra y encontraremos en Él el alimento de vida eterna.
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 41-51
En aquel tiempo, los judíos murmuraban contra Jesús, porque había dicho: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, y decían: “¿No es éste, Jesús, el hijo de José? ¿Acaso no conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo nos dice ahora que ha bajado del cielo?”
Jesús les respondió: “No murmuréis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ese yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios. Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí. No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.
Yo os aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y sin embargo murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo os voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”.
CURSO DE LITURGIA
CAPITULO 15
LUGARES DE CELEBRACIÓN (2)
EL CONFESIONARIO (Sede Penitencial): Es el lugar donde se celebra ordinariamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación. Toma el nombre del aspecto más característico del mismo, la confesión de los pecados ante el sacerdote. Los confesionarios se encuentran cerca de la nave, una sede (asiento), normalmente de madera para oír confesiones, en un lugar patente y provisto de rejillas entre el penitente y el confesor que puedan utilizar libremente los fieles que así lo deseen.
EL PRESBITERIO: Se llama presbiterio al área en torno al altar, un poco elevado y distinto de la nave. Es un espacio particularmente digno y significativo. El presbiterio debe quedar bien diferenciado respecto a la nave del templo, sea por su diversa elevación, sea por una estructura y ornato peculiar. En el presbiterio existen tres elementos: altar (lugar del sacrificio eucarístico), sede (lugar de presidencia) y ambón (lugar de la proclamación de la Palabra de Dios).
EL ALTAR: Es el elemento más relevante de lo que encontramos en el edificio de la iglesia. Es el centro de nuestra celebración. Es signo de Cristo y, por tanto, merece toda nuestra veneración: los ministros lo besan, lo inciensan, se inclinan ante él, se ilumina. El altar es, simultáneamente, el ara donde se realiza sacramentalmente el único sacrificio de Cristo en la cruz, la mesa del Señor –dispuesta con blancos manteles– en torno a la cual se congrega el único Pueblo de Dios para recibir el alimento, el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
EL AMBÓN: Es el lugar litúrgico para la proclamación de la Palabra de Dios. La palabra latina “ambo” proviene del griego “anabaino”, subir, y designaba un sitio elevado, la tribuna, con barandilla y atril, cerca de la nave. Se utiliza para las lecturas de la Misa y el pregón pascual, para la homilía, y puede usarse para la oración de los fieles; pero no para las moniciones o para el director del canto.
LA SEDE: Es el asiento reservado para el que preside la asamblea litúrgica, modera la oración y exhorta a la comunidad de los fieles reunida para la celebración eucarística. La sede es signo de la presencia de Cristo, a través de su ministro, preside a su iglesia. La sede del Obispo recibe el nombre de Cátedra.
EL SAGRARIO o TABERNÁCULO: El sagrario (lugar donde se guarda lo sagrado) o el tabernáculo (tienda de campaña: de ahí la fiesta de los Tabernáculos o tienda de encuentro) es el lugar donde se conserva la eucaristía después de la celebración para que pueda ser llevada a los enfermos o puedan comulgar fuera de la misa los que no han podido participar en ella. Ahora, la verdadera “tienda” o “tabernáculo” es Cristo mismo. La lámpara que luce junto al sagrario, indica y honra la presencia permanente de Cristo. Y es una invitación a todos a permanecer junto al Señor.
DIFERENCIAS ENTRE EL LLAMADO MISTICISMO ORIENTAL Y LA MÍSTICA CRISTIANA
Se ha tratado de equiparar muchas veces la “Oración de Contemplación” cristiana con la práctica de la llamada “meditación” del Hinduísmo y del Budismo, y también con la “meditación” de la mal llamada "metafísica" muy difundida en América. Y al hacer esta equivalencia, no se distinguen ni los medios que se emplean, ni los fines que se persiguen en cada una, los cuales -si se observan bien- son totalmente opuestos.
Veamos cómo se diferencian estas dos modalidades.
1. MÍSTICA CRISTIANA
La Mística Cristiana se refiere principalmente a dos formas de oración mental, es decir, no vocal, las cuales son:
a. Meditación Cristiana: en este tipo de oración se contempla mentalmente un pasaje de la Escritura o una verdad de nuestra fe, para tratar de ver qué me dice Dios a través de ese pasaje o de esa verdad, y para tratar de descubrir su Voluntad para mí.
b. Oración Contemplativa: en este tipo de oración el alma no razona acerca de Dios, sino que se queda a solas con Dios en silencio. Se entra en una comunión de amor con Dios. Y es una comunión que no puede lograrse a base de técnicas, ni puede lograrse con esfuerzo ni la voluntad, pues la Contemplación es un don de Dios y, como todo don de Dios, es dado por Él a quien quiere, como quiere y cuando quiere. Eso sí: hay que desearla y buscarla, sabiendo que el recibirla depende sólo de Dios.
El objetivo de la Oración de Contemplación cristiana es, en esencia, la unión del alma con Dios, es decir, con Aquél que es objeto de su amor. Es una unión mística, y que puede llevar a estados sublimes de unión con Dios, descritos como arrobamientos, éxtasis, etc., los cuales no son ni esenciales, ni condición necesaria para llegar a esa unión. Y esta unión procede sólo de Dios y no proviene de logros personales ni de técnicas aplicadas a ese fin.
En la oración cristiana: sea vocal, de meditación o de contemplación, el orante busca a Dios para rogarle o para adorarle, para conocer su Voluntad, para manifestarle su amor y para dejarse amar por Él...
Como vemos, en la oración cristiana el orante busca a Dios y lo deja actuar en su alma, la cual es transformada por Dios mismo a través de su Gracia (Gracia Divina).
2. MISTICISMO ORIENTAL
Las prácticas venidas del Misticismo Pagano Oriental o de la “metafísica” son experiencias “místicas” provocadas, que engañosamente se consideran estados de unión con Dios. Las formas de meditación no-cristiana son prácticas de concentración profunda y no de oración. En la meditación no-cristiana la persona busca en las profundidades del propio yo llegar a un vacío interior y a sentirse “divinizado”.
Horario de Misas
De lunes a sábado.. 19:30 h.
Domingos .............. 10:00—11:30 h
Rezo del Santo Rosario
De lunes a sábado .. 19:00 h.
Exposición del Santísimo
Jueves .................... 18:30—19:30 h.
Domingos .............. 10:30—11:30 h.
Confesiones
Media hora antes a cada Misa
Cuando alguien lo solicite
Despacho Parroquial
Martes, miércoles
y jueves ................ 18:00—19:00 h.
A partir de septiembre.
Atención los miércoles de 18 a 19 h. en los locales de Ciudad de Laval, 30.
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