30 de agosto de 2024

Domingo 1 de eptiembre de 2024. DOMINGO XXII TO - B

 DOMINGO 22º DEL TIEMPO ORDINARIO (T.O.). CICLO B

Jesús pone en claro qué es lo que quiere Dios del hombre: su corazón; es decir, su amor, su libertad, su creatividad, sus relaciones, sus anhelos y esperanzas; en una palabra Dios quiere relacionarse con el hombre a través de toda su vida, y no sólo a partir de unos ritos muchas veces vacíos de significado. La tentación siempre será reducir nuestra relación con Dios y su Hijo Jesucristo a unos ritos. Eso es precisamente lo que Jesús vino a abolir, los ritos vacíos en los que se justificaban las injusticias, los odios, y muchos otros pecados. ¿Qué es más fácil, llevar rectamente mi relación de noviazgo o ir todos los domingos a misa, aunque no comulgue? ¿Qué es más fácil, vivir con honradez y responsabilidad mis relaciones laborales o dar una limosna los domingos en misa para no sentirme tan mal? No seamos duros de corazón, los sacramentos y los actos de piedad no tienen el fin de alejarnos de nuestros compromisos, sino de alimentarnos y fortalecernos para vivirlos con más conciencia. Si no es así, éstos los hemos convertido en ídolos que nos alejan de nuestra plena relación con Dios.  

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 7. 1-8. 14-15. 21-23

      En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen con las manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?” (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

     Jesús los contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre vosotros, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Dejáis a un lado el mandamiento de Dios, para aferraros a las tradiciones de los hombres”.

     Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: “Escuchadme todos y entended. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.

CURSO DE LITURGIA

CAPITULO 18

LAS VESTIDURAS SAGRADAS

Las vestiduras pertenecen a los elementos materiales de la liturgia. Tienen también su profundo significado. Vestir una determinada ropa significa asumir la personalidad correspondiente, asumir una identidad, puesta de manifiesto en esas vestiduras. Estas vestiduras no indican un poder sobre nadie; sino un servicio a los demás.

        El Presidente y los demás ministros de la celebración son los únicos que se revisten de modo simbólico para su ministerio. En los primeros siglos del cristianismo no parece que los ministros se revistieran de modo especial, salvo las vestiduras romanas propias de los días festivos. Con el tiempo, al dejar de usarse estas vestiduras para el uso civil se mantuvieron para el culto y de esas vestiduras derivan las actuales.

Vestiduras del diácono:

DALMÁTICA: Del latín “dalmatica vestis”, túnica o vestidura de Dalmacia. Vestido litúrgico en forma de túnica hasta las rodillas, con mangas amplias, que usan los diáconos sobre el alba y la estola. Los primeros cristianos la tomaron de los romanos y éstos, del pueblo de los dálmatas (hoy países balcánicos).

ESTOLA CRUZADA: Del hombro izquierdo hacia el costado derecho.

Vestiduras del presbítero o sacerdote:

AMITO: Pequeño lienzo rectangular, de lino blanco, colocado debajo del alba que pueden usar los ministros sobre los hombros y alrededor del cuello, debajo del alba, para ocultar los vestidos comunes. Hoy ya no se suele usar, porque las albas vienen confeccionadas de forma que cubran el cuello.

ALBA: Del latín “alba”, blanca. Es una vestidura litúrgica común a todos los ministros. Es una túnica talar blanca de mangas largas que cubre todo el cuerpo y se reviste sobre el vestido común. El sacerdote representa con esa alba la pureza que el hombre recibe por los méritos del misterio pascual de Cristo. También significa la penitencia y la pureza de corazón que debe llevar el sacerdote al altar.

CÍNGULO: Del latín “cingulum”, cinturón. Es cuerda o cordón con la que se ajusta el alba a la altura de la cintura. Aunque su uso es simplemente utilitario, sin embargo, podríamos ver que con el cíngulo el sacerdote ata a la pureza del alba a todo el mundo, a los fieles y los lleva al altar para ofrecerlos en la celebración.

ESTOLA: Del griego “stolé”, vestido. Es prenda de tela alrededor del cuello del sacerdote, usada para las celebraciones litúrgicas. Es símbolo de los poderes sagrados que recibe el sacerdote, como pastor que lleva a sus ovejas sobre sus hombros.

CASULLA: Del latín “casula”, cabaña. Vestimenta litúrgica amplia y abierta por los costados para la celebración de la Misa. Se usa sobre el alba y la estola. Cambia su color según la celebración y el tiempo litúrgico. Simboliza la caridad que cubre todos los pecados.

TRES ETAPAS EN LA VIDA CONTEMPLATIVA

2ª ETAPA:

Así como los Apóstoles sufrieron la privación de la presencia física de Jesús durante la Pasión y en ese momento de profunda crisis lo abandonaron y Pedro llegó incluso a negarle, éste, por el fervor de su arrepentimiento "lloró amargamente" (Mt.26, 75), y no sólo recuperó la gracia perdida, sino que fue ascendido a un grado superior. El Señor lo curó de su presunción (cfr. Jn.13, 6-38) para que fuera más humilde, poniendo su confianza en Dios y no en sí mismo.

No siempre la segunda conversión viene precedida -como en el caso de Pedro- de una caída más o menos grave; podría venir en forma de una injusticia que se nos hace, una persecución que debemos sufrir, etc. En este caso, el Señor nos ayuda a perdonar al causante de nuestra situación. En el caso de la caída, nos hace crecer -como Pedro- en humildad. Podría venir también esta segunda conversión en ocasión de la muerte de un ser querido, de una desgracia o fracaso, o de tantas circunstancias que nos hacen ver la poca importancia de las cosas terrenas, frente al gran valor de las cosas de Dios. Cualquiera que sea la situación, si se aprovecha adecuadamente de acuerdo al plan de Dios, hace que el alma pueda ascender a una etapa superior de la vida espiritual.

Esta purificación, correspondiente a lo que San Juan de la Cruz denomina "Noche Oscura de los Sentidos", consiste en una aridez o sequedad y hasta dificultad para la oración, causadas precisamente por el Señor, con la privación del alma del gozo o fervor llegado a través de la mente o los sentidos, para introducirla en una nueva modalidad de la gracia, la cual no es captada al principio por el alma.

Viene luego, una especial efusión del Espíritu Santo, cuya influencia se nota en una mayor apertura y docilidad del alma a sus inspiraciones.

En esta etapa de purificación en la aridez es sumamente importante la perseverancia. Por encima de las apariencias Dios está presente y no debemos caer en la tentación de dejar la oración.

Después de la segunda conversión el alma comienza a adentrarse en los Misterios de la Salvación, que van desde la infancia del Salvador y su vida pública, pasando por la Pasión hasta Su Resurrección y Ascensión, culminando con Pentecostés. Estos Misterios se nos ofrecen en toda su riqueza a través del Rosario y del Vía Crucis. En esta etapa el Rosario ya no es una repetición mecánica de Ave Marías, sino la oportunidad para penetrar en los Misterios de la Infancia, de la Pasión y de la Gloria de Cristo. Se convierten así estas devociones en verdaderas prácticas de contemplación y de influjo del Espíritu Santo.

En esta segunda etapa va recibiendo el alma nuevas luces que a veces no comprende, pero que la ayudan a penetrar más y más el espíritu del Evangelio. Comienza a hacer vida la Palabra de Dios y la Eucaristía; empieza a sentir como propia la vida de la Iglesia, formando parte de alguna comunidad eclesial.

En su oración, dentro de la aridez propia de esta etapa, pueden darse actos aislados de contemplación. Gran impedimento para progresar es la presunción por la que uno cree saberlo ya todo en la vida interior. Aunque las lecturas espirituales son muy provechosas y necesarias, no debe dejarse la oración por éstas. Dice un gran Doctor de la Iglesia, que más aprendió orando al pie de un Crucifijo o frente al Sagrario, que en los libros más sabios.

Horario de Misas

De lunes a sábado.. 19:30 h.

Domingos .............. 10:00—11:30 h

Rezo del Santo Rosario

De lunes a sábado .. 19:00 h.

Exposición del Santísimo

Jueves .................... 18:30—19:30 h.

Domingos .............. 10:30—11:30 h.

Confesiones

Media hora antes a cada Misa

Cuando alguien lo solicite

Despacho Parroquial

Martes, miércoles

y jueves ................ 18:00—19:00 h.

 Cáritas Parroquial

A partir de septiembre. 

Atención los miércoles de 18 a 19 h. en los locales de Ciudad de Laval, 30.

3 de septiembre: SAN GREGORIO MAGNO

              Gregorio nació en Roma en torno al año 540 en el seno de una rica familia patricia romana de fe cristiana y conocida por los servicios prestados a la Sede Apostólica. Sus padres le transmitieron los valores evangélicos con el ejemplo.

              Después de cursar estudios de Derecho, Gregorio emprendió la carrera política y ocupó el cargo de Prefecto en Roma. Pocos años después decidió retirarse, atraído por la vida monástica. Donó sus bienes a los pobres y convirtió la casa paterna, situada en el Celio, en un monasterio dedicado a san Andrés. Allí, en el recogimiento, se entregó a la oración y al estudio de la Sagrada Escritura y de los Padres de la Iglesia. Pero el Papa Pelagio II lo nombró diácono. Tras la muerte de éste, en el 590, fue elegido como su sucesor.

  Durante su pontificado, Gregorio reorganizó la administración pontificia y se ocupó de la Curia romana. Reformó las actividades eclesiásticas en las diversas sedes episcopales. Estableció también que los bienes de la Iglesia fueran utilizados para su propia subsistencia y para la obra de evangelización del mundo; y gestionados con absoluta rectitud, justicia y misericordia. Gregorio reformó la Misa y la hizo más simple; promovió también el canto litúrgico, que tomó de él el nombre de “canto gregoriano”.  Se mantuvo siempre simple y humilde, tanto que en sus cartas oficiales se definía “Servus servorum Dei”, siervo de los siervos de Dios, apelativo conservado por sus sucesores. Murió el 12 de marzo del año 604, y fue sepultado en la Basílica de San Pedro.

 


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