A todos los párrocos, rectores de Iglesias, dirigentes de asociaciones y movimientos apostólicos, directores de colegios y centros de enseñanza, instituciones de la vida consagrada y a todos los fieles laicos.
Queridos diocesanos:
Las fiestas de Navidad nos alegran con la presencia del Hijo de Dios e Hijo de María entre nosotros. La promesa del Dios con nosotros – el Enmanuel – se ha cumplido y Dios comparte nuestra condición humana, nuestros gozos y penas, esperanzas y anhelos, dichas y sufrimientos. Comparte, desde el primer momento, la vida familiar. La familia es la primera realidad humana que ha sido consagrada y enaltecida por el Redentor del hombre. En ella ha querido nacer, crecer en edad, sabiduría y gracia, y trabajar aprendiendo el oficio de san José, su padre adoptivo. La familia, que había sido dignificada por el mismo Dios en la creación, alcanza ahora su misión última: albergar al Hijo de Dios, que se convierte en modelo perfecto de todo hombre en sus relaciones familiares.
No es de extrañar que las fiestas de Navidad sean las fiestas familiares por antonomasia en las que la Iglesia nos invita a practicar todas las virtudes domésticas: desde las más sencillas – respeto, ayuda mutua, comprensión – hasta las más heroicas: sacrificio total por los otros, abnegación, fidelidad y caridad perfecta. Si vivimos así, Belén y Nazaret volverá a resplandecer entre los hombres, que descubrirán al mismo Cristo habitando entre nosotros. Se explica, por tanto, que la Iglesia luche sin descanso por la institución familiar, por sus derechos inalienables, por la vida que nace y muere en ella, por la dignidad de los esposos, por la recta educación de los hijos, por el trabajo necesario para que la familia progrese humanamente, por la solidaridad con los más necesitados que hace de las familias pequeñas iglesias rebosantes de caridad. Sí, la Iglesia considera la familia como lugar fecundo de verdadera humanidad, donde el hombre es amado por sí mismo y educado para la vida eterna.
Como en años anteriores, un modo de manifestar nuestro aprecio por la familia será la celebración eucarística que tendrá lugar el 2 de Enero de 2011, inmediatamente después de haber escuchado al Santo Padre, quien, a las 12 horas, nos dirigirá palabras de aliento y orientación en la defensa de la familia. Bajo el lema La familia cristiana, esperanza para Europa, muchas familias cristianas de diversos países europeos que viven la misma situación que nosotros participarán en nuestra celebración. En plenas fiestas de Navidad, esta eucaristía es una invitación a reunirnos todas las familias cristianas en torno a la mesa del Señor, donde, como brotes de olivo que se renuevan cada año, recibimos la Vida inmortal en el sacramento de la Eucaristía. Será muy hermoso congregarnos todos los miembros de la familia – padres, abuelos, jóvenes y niños – dando rostro visible a la Iglesia de Cristo. De este modo damos pasos seguros para que esta celebración arraigue en nuestra sociedad y se haga institucional, un punto de referencia para quienes reconocemos en la familia un don del Dios Creador y el primer lugar donde su Hijo Jesucristo ha compartido la vida de los hombres. Celebraremos además esta fiesta ya en el año 2011, que nos traerá la gracia de la Jornada Mundial de la Juventud con la presencia del Papa Benedicto XVI durante cuatro días del mes de Agosto entre nosotros. Os invito a todos los fieles de la Archidiócesis de Madrid y especialmente a las familias jóvenes y a los jóvenes a participar con su particular alegría y generosidad en esta celebración que nos ayudará a arraigarnos y edificarnos en Cristo mediante la firmeza de la fe. Os espero a todos y ya desde ahora os deseo un feliz y santo tiempo de Navidad.
Os bendigo en el Señor,
+Antonio Mª Rouco Varela
Cardenal-Arzobispo de Madrid
Cartel para el Encuentro
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