22 de marzo de 2019

Domingo 24 de marzo de 2019. 3 CUA C.

Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com
LA NECESIDAD DE LA CONVERSIÓN
Queridos hermanos:
La conversión a la que nos llama el Señor es necesaria para dar fruto. Como decía el Cardenal Francisco Javier Nguyên van Thuân cuando estaba en la cárcel: para «vivir el momento presente colmándolo de amor». Decía: «Aprovecho las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones ordinarias de manera extraordinaria». (Citado en Francisco. Gaudete et Exultate nº 17).
Sin la conversión caemos en la mediocridad y no damos fruto. Y caemos en una falsa seguridad de pensar que no caeremos en la falta de fe, de esperanza o de caridad. Y cuando ocurre algún acontecimiento doloroso, inesperado o trágico en nuestra vida acabamos echando las culpas a Dios o a los demás. Los acontecimientos trágicos o inesperados que ocurren en la vida nos hacen presente la precariedad de la vida, que somos frágiles por fuera y por dentro y que necesitamos volvernos a Dios cada día. ¿Para qué? Para dar el fruto que Él espera de humildad, paciencia, caridad.
“Quien no quiere fiarse de Dios se ve obligado a escuchar las voces de tantos ídolos que le gritan: «Fíate de mí». La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo opuesto a la idolatría; es separación de los ídolos para volver al Dios vivo, mediante un encuentro personal. Creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia. La fe consiste en la disponibilidad para dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios. He aquí la paradoja: en el continuo volverse al Señor, el hombre encuentra un camino seguro, que lo libera de la dispersión a que le someten los ídolos. (Francisco. Lumen Fidei nº 13)
Parece que las tragedias solamente les ocurren a los demás hasta que nos pasan a nosotros. En el evangelio se mencionan dos de esos acontecimientos: “la revuelta de algunos galileos, que Pilato reprimió de modo sangriento; el segundo, el desplome de una torre en Jerusalén, que causó dieciocho víctimas. Dos acontecimientos trágicos muy diversos: uno, causado por el hombre; el otro, accidental.” (Benedicto XVI. Ángelus. 11-3-2007).
Sin la conversión ese acontecimiento trágico puede hacer que salga de nosotros la murmuración, la rebeldía, la impaciencia y otros males que llevamos en el corazón y por la falta de conversión no los hemos expulsado de nosotros. La conversión lleva a poder sacar de nosotros lo mejor, aun en el más difícil de los acontecimientos. Y no solo eso. La conversión hace de nosotros trabajar por la conversión de otros hermanos: “Yo podía decirle, igual que los apóstoles: «Jesús ... Hizo de mí un pescador de almas, y sentí un gran deseo de trabajar por la conversión de los pecadores.” (S. Teresita del Niño Jesús. Historia de un alma. 5).
Jesús, vuestro párroco

+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas 13, 1-9

En aquel momento se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de los sacrificios que ofrecían.
Jesús respondió:
«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido todo esto? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. O aquellos dieciocho sobre loa que cayó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».
Y les dijo esta parábola: «Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
Dijo entonces al viñador: “Ya ves, tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a perjudicar el terreno?
Pero el viñador respondió: “Señor, déjala todavía este año y mientras yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto en adelante. Si no, la puedes cortar”.
Palabra del Señor.
LA PENITENCIA INTERIOR
1430         Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18).

1431         La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón).

1432 El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lc 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10).
EL EVANGELIO COMENTADO POR EL PAPA

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Cada día, lamentablemente, las crónicas presentan malas noticias: homicidios, accidentes, catástrofes... En el pasaje evangélico de hoy, Jesús se refiere a dos hechos trágicos que en ese tiempo habían suscitado gran impacto: una represión cruenta realizada por los soldados romanos en el templo y el derrumbe de la torre de Siloé, en Jerusalén, que había causado dieciocho víctimas (cf. Lc 13, 1-5).
Jesús conoce la mentalidad supersticiosa de su auditorio y sabe que ellos interpretan de modo equivocado ese tipo de hechos. En efecto, piensan que, si esos hombres murieron cruelmente, es signo de que Dios los castigó por alguna culpa grave que habían cometido; o sea: «se lo merecían». Y, en cambio, el hecho de salvarse de la desgracia equivalía a sentirse «sin falta». Ellos «se lo merecían»; yo no «tengo faltas».
Jesús rechaza completamente esta visión, porque Dios no permite las tragedias para castigar las culpas, y afirma que esas pobres víctimas no eran de ninguna manera peores que las demás. Más bien, Él invita a sacar de estos hechos dolorosos una advertencia referida a todos, porque todos somos pecadores. En efecto, así lo dice a quienes lo habían interrogado: «Si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo» (v. 3).
También hoy, ante ciertas desgracias y lutos, podemos ser tentados de «descargar» la responsabilidad sobre las víctimas, o, es más, sobre Dios mismo. Pero el Evangelio nos invita a reflexionar: ¿qué idea nos hemos hecho de Dios? ¿Estamos convencidos de que Dios es así? O, ¿no se trata de una proyección nuestra, de un dios hecho «a nuestra imagen y semejanza»? Jesús, al contrario, nos llama a cambiar el corazón, a hacer un cambio radical en el camino de nuestra vida, abandonando las componendas con el mal —y esto lo hacemos todos, las componendas con el mal—, las hipocresías —creo que casi todos tenemos al menos un trocito de hipocresía—, para emprender con firmeza el camino del Evangelio. Pero, he aquí de nuevo la tentación de justificarnos: «¿De qué cosa deberíamos convertirnos? Considerándolo bien, ¿no somos buena gente?». Cuántas veces hemos pensado esto: «Pero, considerándolo bien, yo soy de los buenos, soy de las buenas —¿no es así?—. ¿No somos de los creyentes, incluso bastante practicantes?». Y así creemos que estamos justificados.
Lamentablemente, cada uno de nosotros se parece mucho a un árbol que, durante años, ha dado múltiples pruebas de su esterilidad. Pero, afortunadamente, Jesús se parece a ese campesino que, con una paciencia sin límites, obtiene una vez más una prórroga para la higuera infecunda: «Déjala por este año todavía —dijo al dueño— […] Por si da fruto en adelante» (v. 9). Un «año» de gracia: el tiempo del ministerio de Cristo, el tiempo de la Iglesia antes de su retorno glorioso, el tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como ocasiones de revisión y de salvación, el tiempo de un Año Jubilar de la Misericordia. La invencible paciencia de Jesús. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios? ¿Habéis pensado también en su obstinada preocupación por los pecadores? ¡Cómo es que aún vivimos con impaciencia en relación a nosotros mismos! Nunca es demasiado tarde para convertirse, ¡nunca! Hasta el último momento: la paciencia de Dios nos espera. Recordad esa pequeña historia de santa Teresa del Niño Jesús, cuando rezaba por el hombre condenado a muerte, un criminal, que no quería recibir el consuelo de la Iglesia, rechazaba al sacerdote, no lo quería: quería morir así. Y ella, en el convento, rezaba. Y cuando ese hombre estaba allí, precisamente en el momento de ser asesinado, se dirige al sacerdote, toma el Crucifijo y lo besa. ¡La paciencia de Dios! Y hace lo mismo también con nosotros, ¡con todos nosotros! Cuántas veces —nosotros no lo sabemos, lo sabremos en el cielo—, cuántas veces nosotros estamos ahí, ahí… [a punto de caer] y el Señor nos salva: nos salva porque tiene una gran paciencia con nosotros. Y esta es su misericordia. Nunca es tarde para convertirnos, pero es urgente, ¡es ahora! Comencemos hoy.
Que la Virgen María nos sostenga, para que podamos abrir el corazón a la gracia de Dios, a su misericordia; y nos ayude a nunca juzgar a los demás, sino a dejarnos provocar por las desgracias de cada día para hacer un serio examen de conciencia y arrepentirnos.” (Francisco. Ángelus. 28-febrero-2016).
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“Las personas y las sociedades que viven sin cuestionarse jamás tienen como único destino final la ruina. En cambio, la conversión, aunque no libra de los problemas y de las desgracias, permite afrontarlos de "modo" diverso. Ante todo, ayuda a prevenir el mal, desactivando algunas de sus amenazas. Y, en todo caso, permite vencer el mal con el bien, si no siempre en el plano de los hechos —que a veces son independientes de nuestra voluntad—, ciertamente en el espiritual. En síntesis: la conversión vence el mal en su raíz, que es el pecado, aunque no siempre puede evitar sus consecuencias. (Benedicto XVI. Ángelus. Domingo 11 de marzo de 2007).
Señor Jesús, haznos desear la conversión. Que no nos creamos seguros de nosotros mismos. Arráncanos del corazón burlón o indiferente, que no necesite volverse a Ti, sácanos del corazón endurecido e idólatra de sus falsas seguridades, danos la disponibilidad para dejarnos transformar una y otra vez por tu llamada a la conversión. (cf. Francisco. Lumen Fidei nº 13). Concédenos girar y girar siempre hacia Ti, convertirnos una y otra vez a Ti, volviéndonos a Ti, como el girasol que no quiere mirar otra cosa que el Sol. Haznos salir de un corazón hipócrita que se engaña a sí mismo creyendo ser bueno, pero que en realidad juzga, murmura, se endurece y es estéril. Señor Jesús, compasivo y misericordioso, danos una prórroga, cávanos, abónanos, concédenos un año de gracia para arrepentirnos de nuestros pecados y recibir tu perdón.
La Cuaresma es un tiempo de conversión y de preparación a la Pascua.
Os recordamos que de lunes a viernes a las 6’30 de la mañana, se reza la oración comunitaria de Laudes de modo solemne y cantado.
Todos los viernes de Cuaresma también son días de abstinencia de comer carne. También los viernes de Cuaresma a las 18.30 h. se rezará el Rosario y a las 19.00 h. el Ejercicio del Vía Crucis.
Se han recaudado hasta el momento 370 €. Gracias por vuestra aportación generosa. Con tu limosna alivias el peso de la cruz de muchos hermanos necesitados.

Lunes 25 de marzo: 18.00 h.: Exposición del Santísimo Sacramento; 19.00 h.: Rezo del santo Rosario por la vida; 19.30 h.: Eucaristía. Solemnidad de la Anunciación del Señor;
20.30: Vídeos de testimonios sobre la vida y coloquio.
De lunes 25 a viernes 29: Rezo del Santo Rosario por la vida a las 19.00h. (excepto el viernes a las 18.30 h.).
Viernes 29 de marzo: 19.00 h.: Vía Crucis por la Vida
Domingo 31 de marzo: 17.30 h. en los locales parroquiales de San Francisco de Borja de Gandía: TESTIMONIOS de Santiago Julián y Anabel Guaraz, de la Parroquia de San Miguel y San Sebastián de Valencia y de Iván Alamar y Mariam Saguar, de la Parroquia de San Juan de la Ribera de Valencia. Habrá cuidadores para los niños. Concluiremos con una merienda.



1. El lunes 25 de marzo a las 10.15 h. se reunirá el Equipo de Pastoral de la Salud.
2. El lunes 25 de marzo a las 18.00 h. y el viernes 29 de marzo a las 17.30 h. habrá celebración del Perdón con los niños de Anatolé.
3. El lunes 25 de marzo después de la Eucaristía de las 20.00 h. en el Palacio Ducal habrá un Retiro de Cuaresma guiado por el Padre José Luis Miravet, jesuita, entrada por la calle Duc Alfons el Vell.
4. DEL 25 AL 31 DE MARZO: SEMANA DE LA VIDA EN LA PARROQUIA.
5. El sábado 30 de marzo de 9.30 h. a 13.00 h. será el Retiro Espiritual de Cuaresma en la parroquia de San José de Tavernes a cargo de D. Jesús Sánchez, párroco de San Francisco de Borja de Gandía.
6. El sábado 30 de marzo se hará la excursión a la cima del Mondúver, organizada por el grupo parroquial “Paso a Paso”. La salida será desde el parking de los Juzgados a las 7.30 h. A partir de 12 años.
7. EFEMÉRIDE:
El pasado 19 de marzo hizo 40 años de la primera misa en la parroquia, que fue en el Cine Alameda, pues por entonces no tenía templo parroquial. Comenzaba una larga andadura hasta hoy.
8. Ya tiene a su disposición en la sacristía o el despacho el segundo número de la Revista “Callejeros de la Fe”. Actualmente hay 81 personas suscritas.
9. Concurso de dibujo-literatura en tiempo de Cuaresma con el lema: TU FAMILIA TAMBIÉN ESTABA ALLI, EN EL DOMINGO DE RAMOS. Encontrará las bases en la parroquia.
Del 25 al 31 de marzo de 2019
Lunes 25. SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR. 19.30 h.: Pidiendo por el respeto a la vida.
Martes 26. 19.30 h.: En sufragio de: Antonio y Petra. Miércoles 27. 19.30 h.: En sufragio de: las almas del purgatorio. Jueves 28. 19.30 h.: En sufragio de: Pedro y Juan Pedro. Viernes 29. 19.30 h.: En sufragio de: Rosendo Roche.
Sábado 30.  Por la tarde: CUARTO DOMINGO DE CUARESMA.
18.00 h.: Con niños. Sin intención. 19.30 h.: En sufragio de: Pedro Vicente y Patrocinio. 21.00 h.: Sin intención.
Domingo 31. CUARTO DOMINGO DE CUARESMA.
10.00 h.: En sufragio de: Vicente. 11.30 h.: Pro Pópulo. 19.30 h.: En sufragio de: Tomás y Josefa.
A lo largo del año, en todas las misas, se reza por todos los difuntos. Algunas celebraciones incluyen una intención particular por algún difunto o por alguna necesidad. En muchas de las ocasiones se acompaña de una ofrenda para el sacerdote llamada estipendio. Les invitamos a solicitar en el despacho la celebración de intenciones particulares o misas en sufragio.
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Puedes descargar la Hoja Parroquial:

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