20 de junio de 2024

Domingo 23 de junio de 2023. DOMINGO 12 DEL T.O. - B

  DOMINGO 12º DEL TIEMPO ORDINARIO (T.O.). CICLO B

Las lecturas describen el poder de Dios sobre el mal (representado en el mar).  El relato del evangelio de Marcos que presenta a los discípulos en la barca en medio del lago. Un fuerte huracán hace que la barca vaya zarandeada por el viento, golpeada por el oleaje y anegada por el agua. Entonces Jesús, que iba en la barca durmiendo, es despertado por sus discípulos y con su potente voz silenció al viento y al oleaje (igual que hacía con los espíritus inmundos). Jesús trae la calma a la nave de la Iglesia que camina en medio de las dificultades de su misión y del envite del mal que se opone al proyecto del Reino. Jesús resucitado sigue presente, ya no físicamente (“dormido”), pero sí con la fuerza de su Palabra y su Espíritu. Esta misma voz interpela a los discípulos sobre su fe, mientras se preguntan quién es este que subyuga de tal forma el mal.

1.  ¿Has experimentado la fuerza de Dios en las dificultades de tu vida? ¿De qué manera se te ha hecho presente?

2. “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”. Responde a estas preguntas del Señor y ábrele con sinceridad tu corazón.

3.    ¿Te apremia el amor de Cristo? ¿De qué modo lo manifiestas


+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 4, 35-40

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: —«Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en la barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: —«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?».

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: —«¡Silencio, cállate!».

El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: —«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?».

Se quedaron espantados y se decían unos a otros: —«¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».

CURSO DE LITURGIA

CAPITULO 11

LA LITURGIA Y EL CULTO 

           Para la Iglesia, la liturgia es el culto oficial y público que se tributa a Dios, según definió Pío XII. La renovación litúrgica producida en los últimos años culminó en el Vaticano II, con la Constitución sobre la Sagrada Liturgia "Sacrosantum Concilium" (SC) promulgada por Pablo VI justo cuatrocientos años después de la clausura del Concilio de Trento (4 de diciembre de 1963) devolviéndose a la liturgia su sentido de celebración del misterio pascual. Para la Iglesia posterior al Vaticano II la liturgia es "el ejercicio del sacerdocio de Cristo" (SC 7). Se llaman litúrgicas aquellas celebraciones que la Iglesia considera como suyas y están contenidas en sus libros oficiales y se realizan por la comunidad y los ministros señalados para cada caso como la Eucaristía, los sacramentos en general, la Liturgia de las Horas y los sacramentales. Posteriormente a la SC han ido publicándose otros documentos que aclaran aspectos y la desarrollan, así como advierten de abusos y prácticas no aconsejables. Nos referimos a la Revisión 2000 de la Institutio Generalis Missalis Romanis y a la Instrucción de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos titulada Redemptionis Sacramentum (RS).

En definitiva, la liturgia de la cual forma parte el culto no es más que la historia de los acontecimientos salvíficos y el ejercicio del sacerdocio de Cristo. En ningún caso debe considerarse la liturgia ni como la parte externa y sensible del culto divino ni como un conjunto de leyes y preceptos que reglamentan los ritos sagrados.

La liturgia, que emplea un lenguaje simbólico, se vale de fórmulas litúrgicas (lecturas bíblicas, salmos, letanías, cánticos, doxologías, himnos, colectas, etc.), de materias litúrgicas (pan, vino, agua, sal, aceite, ceniza, fuego, cera, ramos de flores, incienso) y de actitudes y gestos (postraciones, genuflexiones, imposición de manos, señal de la cruz, elevación de manos, etc.). Así mismo existen libros litúrgicos, hoy compendiados en el Misal Romano, Leccionario, Libro de la Sede, Libro de la Oración de los Fieles y otros.

Solamente son actos litúrgicos las celebraciones que expresan el misterio de Cristo y la naturaleza sacramental de la Iglesia; todo lo demás son actos de piedad.

Desde que en 1570 Pío V impuso la unificación de los libros litúrgicos, en todo Occidente sólo subsisten algunos casos muy contados de liturgias locales: la mozárabe de Toledo (también llamado rito hispano, propia de España) la ambrosiana de Milán y la lionesa de Lyon. Tras el Vaticano II, la Iglesia quiere de nuevo "conservar y fomentar, con igual honor, otros ritos legítimos" (SC 4) rompiendo la hegemonía de siglos de la liturgia romana sobre las locales. Los ejemplos actuales más espectaculares de liturgias no-romanas nos llevan a pueblos africanos.

También, la liturgia integra dos facetas que se complementan: la anámnesis (memorial de lo sucedido) y la mímesis (la imitación de lo acontecido). Nace así la ritualidad que imita lo que la palabra recuerda (caso de la procesión del Domingo de Ramos y de toda la religiosidad popular). En definitiva, en conocida frase, "aquello que la Palabra lleva al oído, la imagen lleva a la vista". De igual manera, lo que oramos es lo que creemos (la lex orandi es la expresión de la lex credendi), según un axioma ya clásico. El memorial que la liturgia realiza no es mero recuerdo de lo sucedido sino una presencia real que se repite.

CONDICIONES PARA LA ORACION CONTEMPLATIVA.

1. Fe
Creer que Dios está aquí. Voy a mi habitación, como nos dice Jesucristo, viviendo la fe, la fe que me dice que mi Padre está allí. ¿Lo veo? No ... lo sé, pues Jesús me dice: "Tu Padre que ve los secretos te premiará" (Mt.6, 6).

2. Pureza de corazón
Buscar a Dios por lo que es y no por lo que da. "Buscar no los consuelos de Dios, sino el Dios de los consuelos" (Santa Teresa de Jesús). Se trata de buscar al Señor y no los dones del Señor. Esto implica que se debe ir a la oración desapegado para encontrarse con el Señor en la forma que Él elija: puede ser árida, fervorosa, sensible, contemplativa.

3. Humildad
La Contemplación es don "que no se puede merecer" (Santa Teresa). Reconocerse "nada" ante Dios, pues lo somos. Dios es el "Todo". Sus creaturas nada somos, nada podemos, nada tenemos fuera de Él. Creer esto de veras es comenzar a ser humilde.

4. Sencillez, pobreza e infancia espiritual
"Yo te alabo, Padre, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así te pareció bien" (Mt.11, 25). Hacernos sencillos, es decir, sabernos incapaces, para poder recibir en la oración la Sabiduría que viene de Dios. Hacernos pobres en el espíritu para dejarnos colmar de todos los bienes del Señor, a través de la oración. Hacerse niños para poder creer y confiar en Dios nuestro Padre como los niños confían en sus padres.

5. Deseo inicial de oración y perseverancia
A esto llama Santa Teresa "determinada determinación", que se requiere para iniciar el camino de oración y para mantenerse en él, y que es necesaria para poder enfrentar las resistencias que emergen de nuestro interior, así como los obstáculos externos, entre los cuales incluye "los miedos que os opusieren y los peligros que os pintaren". Los primeros obstáculos que se anteponen a la oración son el temor y la duda.
Pero la determinación no es sólo necesaria para el arranque inicial, sino sobre todo para continuar en el camino. Conocía muy bien por experiencia Santa Teresa, cómo las mejores determinaciones no resistían el paso del tiempo y el acoso de las tentaciones. Por eso decía: "Somos francos de presto y después tan escasos". Y recomendaba: "A los que han comenzado, que no baste nada para hacerlos tornar atrás ... que no deje lo comenzado".

6. Entrega de la voluntad
La Oración de Contemplación requiere una entrega total, un "sí" incondicional y constante. Buscar a Dios para dárnosle, sólo porque Él es. El orante "ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor" (Santa Teresa). Entregar la voluntad es ir conformando la voluntad con la de Dios; no imponerle a Dios nuestra propia voluntad. Entregar la voluntad es ir aceptando los planes de Dios para nuestra vida; no es imponer a Dios nuestros propios planes. Entregar nuestra libertad para que Él pueda hacer en nosotros según su Voluntad es condición importante para la Contemplación.

7. Vivir el presente
Para orar hay que centrarse en el momento presente. No hay que hurgar en el pasado -salvo en los casos en que debemos revisarlo para corregir nuestras tendencias. Tampoco hay que pensar en el futuro, sobre nuestros planes y deseos. Hay que estar en el ahora: aquí está Dios.

 Horario de Misas

De lunes a sábado.. 19:30 h.

Domingos .............. 10:00—11:30 h

Rezo del Santo Rosario

De lunes a sábado .. 19:00 h.

Exposición del Santísimo

Jueves .................... 18:30—19:30 h.

Domingos .............. 10:30—11:30 h.

Confesiones

Media hora antes a cada Misa

Cuando alguien lo solicite

Despacho Parroquial

Martes, miércoles

y jueves ................ 18:00—19:00 h.

 Cáritas Parroquial

Atención los miércoles de 18 a 19 h. en los locales de Ciudad de Laval, 30.

26 de JUNIO: SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER

Josemaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro (Huesca, España) el 9 de enero de 1902. En 1915 quebró el negocio del padre, y la familia hubo de trasladarse a Logroño, donde el padre encontró otro trabajo. En esa ciudad, Josemaría, después de ver unas huellas en la nieve de los pies descalzos de un religioso, intuye que Dios desea algo de él. Piensa que podrá descubrirlo más fácilmente si se hace sacerdote, y comienza a prepararse primero en Logroño y más tarde en el seminario de Zaragoza.


 Recibe la ordenación sacerdotal el 28 de marzo de 1925 y comienza a ejercer el ministerio primero en una parroquia rural y luego en Zaragoza. En 1927 se traslada a Madrid, con permiso de su obispo, para obtener el doctorado en Derecho. En Madrid, el 2 de octubre de 1928, Dios le hace ver lo que espera de él, y funda el Opus Dei. Desde ese día trabaja con todas sus fuerzas en el desarrollo de la fundación que Dios le pide, al tiempo que continúa con el ministerio pastoral que tiene encomendado en aquellos años, que le pone diariamente en contacto con la enfermedad y la pobreza en hospitales y barriadas populares de Madrid. Cuando acaba la guerra, en 1939, regresa a Madrid. En los años siguientes dirige numerosos ejercicios espirituales para laicos, para sacerdotes y para religiosos.  En 1946 fija su residencia en Roma. Desde Roma viaja en numerosas ocasiones a distintos países de Europa, para impulsar el establecimiento y la consolidación del trabajo apostólico del Opus Dei. Fallece en Roma el 26 de junio de 1975.

 


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