Queridos
hermanos:
Como prolongación de las Fiestas de la
Navidad escuchamos hoy un evangelio de San Juan evangelista. Aparece el otro
Juan, Bautista, dando un bellísimo testimonio preparado desde el principio:
“Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como
testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de
él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.” (Jn 1,6-8).
Juan Bautista dará testimonio de la luz,
de un cordero que quita el pecado del mundo, de un hombre que está por delante
de él, porque existía antes que él, de uno sobre el que se posa el Espíritu de
Dios, de aquel que ha de bautizar con Espíritu Santo, del Hijo de Dios.
Es un testimonio necesario.
«Este es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo».
«Este es el que ha de bautizar con
Espíritu Santo».
«Este es el Hijo de Dios».
Un cordero que nos sumerge en el Espíritu
Santo y que es el Hijo de Dios. La Santísima Trinidad queda manifiesta en el
testimonio de San Juan Bautista. No es un testimonio sobre sí mismo. Es sobre
Jesucristo.
A cuantos reciben su testimonio pueden
abrirse a la luz, y recibirla, para ser hijos de Dios y sembrar el mundo con su
luz, con la mansedumbre de cordero, con el perdón de los pecados, con la gracia
y caridad del Espíritu Santo.
Jesucristo viene como cordero a
perdonarnos los pecados. Los nuestros y los del mundo entero. Y viene a
adentrarnos en las profundidades del amor de Dios, que es su Santo Espíritu,
por medio de su Bautismo. Y viene a hacernos hijos de Dios. Y por ello, nos
hace hermanos, ovejas, corderos, de su rebaño, transformados por la gracia.
Jesús nos va transformando en Corderos. Pero alguno podría decir: “yo tengo
reacciones de lobo, a mi no me puede querer”. Entonces escucha: Jesús es el
Cordero que quita el pecado del mundo. Es decir: quita lo que de lobos ha
dejado en nosotros el pecado. No tiene reparo en acercarse a lobos para
transformarlos. Por ello acudamos al Pastor de las ovejas. Sin miedo. Jesús
pastorea ovejas, transforma lobos. Ahora bien, no puede hacer nada con quien es
lobo, pero se cree oveja, yendo por la vida disfrazado de oveja. Seamos fríos o
calientes, pero no tibios. Transformados en ovejas y esperando las Bodas del
Cordero, colaboremos con el Pastor en rescatar lobos para hacerlos ovejas por
el amor, el perdón y la intercesión.
Jesús, vuestro párroco
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 29-34
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él.
Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que ha de bautizar con Espíritu Santo."
Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.»
Palabra del Señor.
SAN JUAN BAUTISTA LO SEÑALÓ
COMO EL CORDERO
608 Juan Bautista, después de haber aceptado bautizarle en compañía de los pecadores (cf. Lc 3, 21; Mt 3, 14-15), vio y señaló a Jesús como el "Cordero de Dios que quita los pecados del mundo" (Jn 1, 29; cf. Jn 1, 36). Manifestó así que Jesús es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en silencio al matadero (Is 53, 7; cf. Jr 11, 19) y carga con el pecado de las multitudes (cf. Is 53, 12) y el cordero pascual símbolo de la Redención de Israel cuando celebró la primera Pascua (Ex 12, 3-14;cf. Jn 19, 36; 1 Co 5, 7). Toda la vida de Cristo expresa su misión: "Servir y dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10, 45).
NUESTRO BAUTISMO ES UN NUEVO NACIMIENTO
720 Con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la "semejanza" divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento (cf. Jn 3, 5).
NUESTRO BAUTISMO ES UN ASIMILARSE A JESÚS
537 Por el bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y "vivir una vida nueva" (Rm 6, 4).
EL EVANGELIO COMENTADO POR EL PAPA
“Queridos hermanos y hermanas:
En el centro del Evangelio de hoy (Juan 1, 29-34) está la palabra de Juan Bautista: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (v. 29). Una palabra acompañada por la mirada y el gesto de la mano que le señalan a Él, Jesús. Imaginamos la escena. Estamos en la orilla del río Jordán. Juan está bautizando; hay mucha gente, hombres y mujeres de distintas edades, venidos allí, al río, para recibir el bautismo de las manos de ese hombre que a muchos les recordaba a Elías, el gran profeta que nueve siglos antes había purificado a los israelitas de la idolatría y les había reconducido a la verdadera fe en el Dios de la alianza, el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob.
Juan predica que el Reino de los cielos está cerca, que el Mesías va a manifestarse y es necesario prepararse, convertirse y comportarse con justicia; e inicia a bautizar en el Jordán para dar al pueblo un medio concreto de penitencia (cf Mateo 3, 1-6). Esta gente venía para arrepentirse de sus pecados, para hacer penitencia, para comenzar de nuevo la vida. Él sabe, Juan sabe, que el Mesías, el Consagrado del Señor ya está cerca, y el signo para reconocerlo será que sobre Él se posará el Espíritu Santo; de hecho Él llevará el verdadero bautismo, el bautismo en el Espíritu Santo (cf Juan 1, 33).
Y el momento llega: Jesús se presenta en la orilla del río, en medio de la gente, de los pecadores —como todos nosotros—. Es su primer acto público, la primera cosa que hace cuando deja la casa de Nazaret, a los treinta años: baja a Judea, va al Jordán y se hace bautizar por Juan. Sabemos qué sucede —lo hemos celebrado el domingo pasado—: sobre Jesús baja el Espíritu Santo en forma de paloma y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf Mateo 3, 16-17). Es el signo que Juan esperaba. ¡Es Él! Jesús es el Mesías. Juan está desconcertado, porque se ha manifestado de una forma impensable: en medio de los pecadores, bautizado como ellos, es más, por ellos. Pero el Espíritu ilumina a Juan y le hace entender que así se cumple la justicia de Dios, se cumple su diseño de salvación: Jesús es el Mesías, el Rey de Israel, pero no con el poder de este mundo, sino como Cordero de Dios, que toma consigo y quita el pecado del mundo.
Así Juan lo indica a la gente y a sus discípulos. Porque Juan tenía un numeroso círculo de discípulos, que lo habían elegido como guía espiritual, y precisamente algunos de ellos se convertirán en los primeros discípulos de Jesús. Conocemos bien sus nombres: Simón, llamado después Pedro, su hermano Andrés, Santiago y su hermano Juan. Todos pescadores, todos galileos como Jesús.
Queridos hermanos y hermanas: ¿Por qué nos hemos detenido mucho en esta escena? ¡Porque es decisiva! No es una anécdota, es un hecho histórico decisivo. Es decisiva por nuestra fe; es decisiva también por la misión de la Iglesia. La Iglesia, en todos los tiempos, está llamada a hacer lo que hizo Juan el Bautista, indicar a Jesús a la gente diciendo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». Él es un el único Salvador, Él es el Señor, humilde, en medio de los pecadores. Pero es Él. Él, no es otro poderoso que viene. No, no. Él.
Y estas son las palabras que nosotros sacerdotes repetimos cada día, durante la misa, cuando presentamos al pueblo el pan y el vino convertidos en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Este gesto litúrgico representa toda la misión de la Iglesia, la cual no se anuncia a sí misma. Ay, ay cuando la Iglesia se anuncia a sí misma. Pierde la brújula, no sabe dónde va. La Iglesia anuncia a Cristo; no se lleva a sí misma, lleva a Cristo. Porque es Él y solo Él quien salva a su pueblo del pecado, lo libera y lo guía a la tierra de la vida y de la libertad.
La Virgen María, Madre del Cordero de Dios, nos ayude a creer en Él y a seguirlo.” (Francisco. Ángelus. 15-1-2017).
«Nos mostraron una humanidad poco común» (Cf. Hch 28, 2) es el lema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que se celebrará del 18 al 25 de enero de 2020.
Este año el Octavario se inspira en la narración de la tempestad que sufrió la nave que llevaba a san Pablo a Roma con algunos prisioneros y que acabaron socorridos en Malta «con verdadera humanidad por los nativos de la isla y por el personaje principal, Publio, que acogió en su propia casa a los náufragos y los auxilió hasta la admiración».
«Un relato de gran actualidad- afirman los obispos-, si pensamos en las travesías de los emigrantes y refugiados en busca de puerto seguro en el Mediterráneo. Miles de ellos huyen de sus países de origen perseguidos por su fe o sus ideas. El relato contrastado con la realidad de cada día es una fuerte llamada a la unidad de acción de todos los cristianos, para que tratemos con solícita humanidad a cuantos nos piden ayuda. Los países de los que proceden los emigrantes padecen males sociales y desórdenes que les obligan a buscar unas condiciones de vida mejor entre nosotros. Es necesario ayudar a los países que los emigrantes abandonan, promoviendo en ellos el respeto a los derechos humanos, la libertad religiosa y el bienestar social que ahora no pueden legítimamente ofrecer a cuantos se ven obligados a emigrar».
Espíritu de amor, ven y habita entre nosotros.
¡Ven, Espíritu Santo!
Espíritu de unidad, muéstranos el camino hacia la unidad de los cristianos.
¡Ven, Espíritu Santo!
Espíritu de la hospitalidad, enséñanos a ser acogedores.
¡Ven, Espíritu Santo!
Espíritu de compasión, inculca dentro de nosotros una actitud de respeto hacia todos los que nos encontremos.
¡Ven, Espíritu Santo!
Espíritu de esperanza, ayúdanos a deshacernos de todo lo que dificulta nuestro peregrinar ecuménico.
¡Ven, Espíritu Santo!
“Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré? Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento.” (Papas Francisco. Carta sobre el significado y el valor del Belén).
Somos testigos de que Dios no nos ha dejado solos: nos ha amado, curado, perdonado, sanado de tantas enfermedades interiores y exteriores. Te invitamos a estas catequesis. Son los martes y jueves a las 8.30 noche, entrando por la calle Ciudad de Laval 29. Habrá servicio de guardería para los que tengan necesidad.
Jesús está creciendo en brazos de José y María, ahora es un “refugiado” en Egipto. Viajaremos con la Sagrada Familia de Belén a Egipto para descubrir el sentido misionero de este tiempo de huida y persecución.
La colecta de la misa con niños del sábado 25 de enero irá destinada a este fin.
Más información en http://www.infanciamisionera.es/
1. Colecta Pro-Venezuela del pasado 11-12 de enero: 521 €.
2. Cursillos prematrimoniales: El lunes 3 de febrero a las 9.00 noche comenzarán los cursillos prematrimoniales en la parroquia de Cristo Rey de Gandía. Continuarán los lunes y jueves durante diez sesiones.
3. El miércoles 22 de enero a las 18.00 h. habrá reunión con el equipo de Cáritas.
4. El sábado 25 de enero a las 16.30 h. habrá reunión del párroco con los padres de los niños que están en segundo curso de Jesús es el Señor.
Del 20 al 26 de enero de 2020
Lunes 20. 19.30 h.: San Fabián, Papa y Mártir. San Sebastián, mártir. San Fructuoso, obispo y compañeros, mártires. En sufragio de: Dif.fam. Espí-Sanchis.
Martes 21. Bta. Josefa María de Santa Inés. 19.30 h.: En acción de gracias.
Miércoles 22. Fiesta de San Vicente, diácono y mártir. 19.30 h.: Por las intenciones de Pepa Ribes.
Jueves 23. San Ildefonso obispo. 19.30 h.: En sufragio de: De José Antonio Cabanilles.
Viernes 24. San Francisco de Sales, obispo y doctor. 19.30 h.: En sufragio de: José Llorca Casasempere.
Sábado 25. Fiesta de la Conversión de San Pablo, apóstol.
Por la tarde: DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO.
18.00 h.: Con niños. Sin intención. 19.30 h.: Sin intención. 21.00 h.: Sin intención.
Domingo 26. DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO.
10.00 h.: Sin intención. 11.30 h.: Pro Pópulo. 19.30 h.: Sin intención.
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