Email de la parroquia: sfb500@gmail.com
Queridos hermanos:
Escuchamos en
el evangelio de este domingo una palabra cargada de esperanza: nuestro Dios es
un Dios de vivos. Nuestro Dios se relaciona con personas concretas (Abraham,
Isaac, Jacob…). Nuestro Dios no está ausente de la historia. Ha penetrado la
historia de forma irreversible. Para él todos están vivos. La respuesta
dada a los saduceos, que no creían en la resurrección, anticipa lo que vivirá
en su Pascua: su muerte y resurrección.
Toda la vida
cristiana desde el Bautismo, es participar de la muerte y resurrección de
Cristo, que es insertada en nuestros corazones como un germen. Como dice San
Pablo: “su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es
un vivir para Dios.” (Rm 6,10). Ya nuestro Bautismo nos hace participar de la
vida de Dios. “Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos para el
Señor. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y
volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos.” (Rm
14,8-9).
Dios inmortal y
eterno que quiere que todos los hombres conozcan y se relacionen con este Dios
vivo.
Evitemos tener
el espíritu que mueve a los saduceos: un espíritu de pensar que las cosas no
cambian. Ellos ostentaban el poder en Israel. Eran una pequeña aristocracia. Al
no creer en la resurrección pensaban que lo único que queda es el poder que
ellos pueden ejercer. En definitiva creen en un Dios que no actúa en la
historia, que es incapaz de intervenir ante la muerte. Si Dios no tiene poder
sobre la muerte solamente cabe esperar en un Dios que premia con el poder y la
riqueza en esta vida.
Pero nuestra fe
cree en un Dios que interviene hasta el punto de cambiar el rumbo de la
historia. No creemos solamente que la historia puede cambiar. Creemos que ya ha
cambiado por la resurrección de Jesucristo. Y por eso tengamos el fuego de la
zarza que arde sin consumirse para anunciar la victoria de Cristo sobre la
muerte, la victoria del amor sobre el odio, la victoria de la cruz. La acción
de Dios, por medio de Jesucristo, nos hace “hijos de Dios”, partícipes de la
victoria sobre la muerte, “partícipes de la resurrección” ya en este mundo. La
fe en el Dios vivo, en el Señor vivo y resucitado y la en el Señor y Dador de
Vida “nos transforma interiormente” e ilumina toda nuestra vida terrena desde el
principio hasta el final. Esta acción del Señor ensancha nuestro corazón pues
hace de nuestro corazón morada de la Trinidad. Somos habitados por el Dios vivo
para vivir para Él y con Él. (cf. Francisco. Lumen Fidei 21). Tras la
muerte se vivirá de forma plena este “ya no pueden morir”. Por la fe se ha
infundido en nosotros la vida inmortal. Difundamos y no callemos esta VIDA.
Jesús, vuestro
párroco
+ Lectura del santo Evangelio según San Lucas 20, 27-38
En aquel tiempo, se acercaron algunos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, y preguntaron a Jesús:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: “Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, que tome la mujer como esposa y dé descendencia a su hermano”. Pues bien, había siete hermanos; el primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete, y murieron todos sin dejar hijos. Por último, también murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete la tuvieron como mujer».
Jesús les dijo:
«En este mundo los hombres se casan y las mujeres toman esposo, pero los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir, ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección.
Y que los muertos resucitan, lo indicó el mismo Moisés en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: “Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob”. No es Dios de muertos, sino de vivos: porque para él todos están vivos».
Palabra del Señor.
LA RESURRECCION DE CRISTO Y LA NUESTRA
Revelación progresiva de la Resurrección
993 Los fariseos y muchos contemporáneos del Señor esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los saduceos que la niegan responde: "Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error" (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que "no es un Dios de muertos sino de vivos" (Mc 12, 27).
994 Pero hay más: Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: "Yo soy la resurrección y la vida". Es el mismo Jesús el que resucitará en el último día a quienes hayan creído en él y hayan comido su cuerpo y bebido su sangre. En su vida pública ofrece ya un signo y una prenda de la resurrección devolviendo la vida a algunos muertos, anunciando así su propia Resurrección que, no obstante, será de otro orden. De este acontecimiento único, El habla como del "signo de Jonás" (Mt 12, 39), del signo del Templo: anuncia su Resurrección al tercer día después de su muerte (cf. Mc 10, 34).
995 Ser testigo de Cristo es ser "testigo de su Resurrección", "haber comido y bebido con El después de su Resurrección de entre los muertos". La esperanza cristiana en la resurrección está totalmente marcada por los encuentros con Cristo resucitado. Nosotros resucitaremos como El, con El, por El.
EL EVANGELIO COMENTADO POR EL PAPA
“Pocos días después de la solemnidad de Todos los Santos y de la conmemoración de los fieles difuntos, la Liturgia de este domingo nos invita, una vez más, a reflexionar sobre el misterio de la resurrección de los muertos. El Evangelio (cf. Lc 20, 27-38) presenta a Jesús confrontándose con algunos saduceos, que no creían en la resurrección y concebían la relación con Dios sólo en la dimensión de la vida terrenal. Entonces, para ridiculizar la resurrección y poner a Jesús en una situación difícil, le presentan un caso paradójico y absurdo: una mujer que ha tenido siete maridos, todos hermanos entre ellos, los cuales, uno detrás de otro, han muerto. Y he aquí entonces la pregunta maliciosa dirigida a Jesús: Esa mujer, en la resurrección, ¿de quién será mujer? (v. 33).
Jesús no cae en la trampa y reafirma la verdad de la resurrección, explicando que la existencia después de la muerte será distinta de la de la tierra. Él hace entender a sus interlocutores que no es posible aplicar las categorías de este mundo a las realidades que van más allá y que son más grandes de lo que vemos en esta vida.
En efecto, dice: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido» (vv. 34-35). Con estas palabras, Jesús pretende explicar que en este mundo vivimos de realidades provisionales, que terminan; en cambio, en el más allá, después de la resurrección, ya no tendremos la muerte como horizonte y viviremos todo, también las relaciones humanas, en la dimensión de Dios, de manera transfigurada. También el matrimonio, signo e instrumento del amor de Dios en este mundo, resplandecerá transformado en luz plena en la comunión gloriosa de los santos en el Paraíso.
Los «hijos del cielo y de la resurrección» no son unos pocos privilegiados, sino que son todos los hombres y todas las mujeres, porque la salvación traída por Jesús es para cada uno de nosotros. Y la vida de los resucitados será parecida a la de los ángeles (cf. v. 36), es decir, toda inmersa en la luz de Dios, toda dedicada a su alabanza, en una eternidad llena de alegría y de paz. ¡Pero cuidado! La resurrección no es sólo el hecho de resurgir después de la muerte, sino que es una nueva clase de vida que ya experimentamos hoy; es la victoria sobre la nada que ya podemos pregustar. ¡La resurrección es el fundamento de la fe y de la esperanza cristiana! Si no hubiera referencia al Paraíso y a la vida eterna, el cristianismo se reduciría a una ética, a una filosofía de vida. En cambio, el mensaje de la fe cristiana viene del cielo, es revelado por Dios y va más allá de este mundo. Creer en la resurrección es esencial, para que cada acto de nuestro de amor cristiano no sea efímero y sin más utilidad, sino que se convierta en una semilla destinada a florecer en el jardín de Dios, y producir frutos de vida eterna.
Que la Virgen María, Reina del cielo y de la tierra, nos confirme en la esperanza de la resurrección y nos ayude a hacer fructificar en obras buenas la palabra de su Hijo sembrada en nuestros corazones.” (Francisco. Ángelus. 6-11-2016).
EL EJEMPLO DE
SANTA TERESA DE JESÚS
“Iniciamos este Sínodo precisamente el día de Santa Teresa de Jesús, gran santa renovadora y reformadora del siglo XVI, que con su renovación interior, entre otras cosas, alentó desde el claustro la obra evangelizadora y misionera hasta hoy.
Al iniciar este Sínodo diocesano y durante todo él, volvamos a Teresa de Jesús, que nos dice "sólo Dios basta, quien a Dios tiene nada le falta: Ese debe ser el horizonte del Sínodo, ese es el horizonte del mundo que vivimos. Además Teresa de Jesús nos dice la actitud que hemos de tener y conservar en el Sínodo y en el mundo de hoy: "Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?". Esto es lo que necesitamos: estar atento a lo que Dios mande de nosotros, y no busquemos otra cosa que Dios y su voluntad, como Jesús nos enseñó. Volvamos a Teresa de Jesús, a su espiritualidad y a sus escritos. Ahí aprendemos y saboreamos esa sabiduría eterna de Dios y manifestada en el tiempo, en la carne, en la humanidad llagada del Hijo de Dios, único camino de la Iglesia, único camino de Dios al hombre y del hombre a Dios, único camino del hombre a cada hombre. Necesitamos volver a santa Teresa hoy más que nunca en este mundo de eclipse de lo divino y de pérdida del sentido de Dios.
Lo necesitan, sobre todo, los jóvenes hambrientos de trascendencia, de Dios, en sus vidas y de testigos de esa trascendencia, de nada tan necesitados como de Dios, porque tienen sed de vida, de amor, de esperanza, de felicidad y plenitud: y sólo Dios es esa plenitud. Sólo El es la Vida y fuente de la Vida. Sólo Él es el amor que hace renacer constantemente una esperanza firme más allá de todo lo que produce hastío, desamor y mentira. Necesitamos la enseñanza y el testimonio de la Santa porque faltando el sentido de Dios, va perdiéndose hoy el auténtico sentido del hombre y el hombre se vuelve contra el hombre, y porque tratando de eliminar a Dios vamos eliminando al hombre y produciendo su destrucción.” (De la Homilía de D. Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia, en la misa inicio Sínodo).
Señor Jesús, hijo de Dios vivo, hijo del Dios de vivos, que fuiste resucitado de entre los muertos por el poder del Espíritu Santo, escucha nuestras súplicas por todos nuestros hermanos difuntos, perdona sus pecados, y afianza nuestra esperanza de que resucitarán y pues fueron asociados a tu Iglesia, a tu Cuerpo místico, durante su vida mortal, llévalos contigo a la patria de la Luz para que participen de la ciudadanía de los santos.
Y a nosotros vivifícanos para que seamos testigos fieles de tu VIDA y de tu LUZ. A ti siempre la gloria, Rey inmortal y glorioso, por los siglos de los siglos. Amén.
Con 89 personas ya apuntadas, te animamos a este curso para profesores, padres y catequistas.
Comienza el lunes 18 de noviembre a las 20.15 h. en el templo parroquial. Puede apuntarse en sacristía o despacho o llamando al 608286822.
1. El lunes 11 de noviembre a las 10.15 h. se reunirá el Equipo de Pastoral de la Salud.
2. Formación para el matrimonio y la familia. Auditorium Matrimonii en la Parroquia de Cristo Rey. Viernes 15 de noviembre a las 21.30 h. Testimonio de Lucas Blanes “Contadlo a todo el mundo”.
Del 11 al 17 de noviembre de 2019
Lunes 11. SAN MARTÍN DE TOURS, obispo. 19.30 h.: En sufragio de: Agustín Martínez García.
Martes 12. SAN JOSAFAT, obispo y mártir. 19.30 h.: En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta.
Miércoles 13. SAN LEANDRO, obispo. 19.30 h.: pidiendo por una intención.
Jueves 14. 19.30 h.: En acción de gracias.
Viernes 15. SAN ALBERTO MAGNO, obispo y doctor de la Iglesia. 19.30 h.: En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta.
Sábado 16. Por la mañana: Santa Margarita de Escocia; Santa Gertrudis, virgen.
Por la tarde: DOMINGO TREINTA Y TRES DEL TIEMPO ORDINARIO.
18.00 h.: Con niños. En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta.
19.30 h.: En sufragio de: En acción de gracias.
21.00 h.: Sin intención.
Domingo 17. DOMINGO TREINTA Y TRES DEL TIEMPO ORDINARIO.
10.00 h.: En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta.
11.30 h.: Pro Pópulo.
19.30 h.: En sufragio de: Isabel Terrades, Petri Martínez y Agustín Martínez García.
A lo largo del año, en todas las misas, se reza por todos los difuntos. Algunas celebraciones incluyen una intención particular por algún difunto o por alguna necesidad. En muchas de las ocasiones se acompaña de una ofrenda para el sacerdote llamada estipendio. Les invitamos a solicitar en el despacho la celebración de intenciones particulares o misas en sufragio.
-----------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario