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Queridos hermanos:
VOLVER.
En este verbo tenemos gran parte de la liturgia de la Palabra de este
domingo. Volvió Naamán, el sirio, al profeta Eliseo,
después de ser curado en las aguas del Jordán.
Y
de los diez leprosos curados por Jesús volvió uno solo:
“Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes
gritos y se echó por tierra a los pues de Jesús, dándole gracias.”
Volver
al Señor, una y otra vez, dándole gracias cada vez, siempre, y en todo lugar.
Volver y adorar, volver y dar gracias, volver y alabar. Volver.
Jesús
nos cuenta que hay más alegría en el cielo por uno que vuelve, es decir, que se
convierte, que por noventa y nueve que no tienen necesidad de volver, es decir,
de convertirse.
Y a
este leproso del evangelio, Jesús lo despide con estas palabras: “Levántate,
vete”. Y supongamos que se fue. Mas pienso que ya había aprendido a volver.
Volver a Jesús. Salir de Jesús y volver a Jesús. Como los movimientos del
corazón: diástole en que el corazón se dilata y hacer entrar la sangre en su
interior y sístole en que el corazón se contrae y es enviada fuera. Este doble
movimiento se da en el Evangelio. Los diez leprosos salen del corazón de Jesús.
Solamente uno vuelve a su corazón y es vuelto a enviar. Pero ya ha aprendido el
camino de vuelta. Volver al corazón para salir limpios y renovados con el deseo
de volver. Con humildad, agradecimiento, adoración, reconocimiento. Como decía
el Papa Francisco: “La fe consiste en la disponibilidad para dejarse
transformar una y otra vez por la llamada de Dios. He aquí la paradoja:
en el continuo volverse al Señor, el hombre encuentra un
camino seguro, que lo libera de la dispersión a que le someten los ídolos.”
(Lumen Fidei 13).
¿Has
pecado? Vuelve a Jesús. ¿Estás desilusionado? Vuelve a Jesús. ¿Estás cansado?
Vuelve a Jesús. ¿Estás seguro de ti mismo? Vuelve a Jesús. Puedes dirigir esta
oración:
«Señor,
me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra
vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor,
acéptame una vez más entre tus brazos redentores».
¡Nos
hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios
no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a
su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar « setenta veces siete » (Mt 18,22)
nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus
hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este
amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a
empezar.” (Francisco. Evangelii Gaudium 3).
Jesús, vuestro
párroco
Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
Palabra del Señor.
JESÚS Y LOS POBRES
544 El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena Nueva a los pobres" (Lc 4, 18; cf. 7, 22). Los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 3); a los "pequeños" es a quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2, 23-26; Mt 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7; 19,28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más: se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25, 31-46).
786 Para el cristiano, "servir es reinar" (LG 36), particularmente "en los pobres y en los que sufren" donde descubre "la imagen de su Fundador pobre y sufriente" (LG 8). El pueblo de Dios realiza su "dignidad regia" viviendo conforme a esta vocación de servir con Cristo.
1033 Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de El si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46).
2443 Dios bendice a los que ayudan a los pobres y reprueba a los que se niegan a hacerlo. (…) Jesucristo reconocerá a sus elegidos en lo que hayan hecho por los pobres (cf Mt 25,31-36).
EL EVANGELIO COMENTADO POR EL PAPA
El Evangelio de este domingo nos invita a reconocer con admiración y gratitud los dones de Dios. En el camino que lo lleva a la muerte y a la resurrección, Jesús encuentra a diez leprosos que salen a su encuentro, se paran a lo lejos y expresan a gritos su desgracia ante aquel hombre, en el que su fe ha intuido un posible salvador: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros» (Lc 17,13). Están enfermos y buscan a alguien que los cure. Jesús les responde y les indica que vayan a presentarse a los sacerdotes que, según la Ley, tenían la misión de constatar una eventual curación. De este modo, no se limita a hacerles una promesa, sino que pone a prueba su fe. De hecho, en ese momento ninguno de los diez ha sido curado todavía. Recobran la salud mientras van de camino, después de haber obedecido a la palabra de Jesús. Entonces, llenos de alegría, se presentan a los sacerdotes, y luego cada uno se irá por su propio camino, olvidándose del Donador, es decir del Padre, que los ha curado a través de Jesús, su Hijo hecho hombre.
Sólo uno es la excepción: un samaritano, un extranjero que vive en las fronteras del pueblo elegido, casi un pagano. Este hombre no se conforma con haber obtenido la salud a través de su propia fe, sino que hace que su curación sea plena, regresando para manifestar su gratitud por el don recibido, reconociendo que Jesús es el verdadero Sacerdote que, después de haberlo levantado y salvado, puede ponerlo en camino y recibirlo entre sus discípulos.
Qué importante es saber agradecer al Señor, saber alabarlo por todo lo que hace por nosotros. Y así, nos podemos preguntar: ¿Somos capaces de saber decir gracias? ¿Cuántas veces nos decimos gracias en familia, en la comunidad, en la Iglesia? ¿Cuántas veces damos gracias a quien nos ayuda, a quien está cerca de nosotros, a quien nos acompaña en la vida? Con frecuencia damos todo por descontado. Y lo mismo hacemos también con Dios. Es fácil ir al Señor para pedirle algo, pero regresar a darle las gracias… Por eso Jesús remarca con fuerza la negligencia de los nueve leprosos desagradecidos: «¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?» (Lc 17,17-18).
(Francisco. Homilía. 9-10-2016).
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EL PATRONO DE LOS LEPROSOS
José de Veuster nació en Tremelo (Bélgica), el 3 de enero de 1840, en una familia numerosa de agricultores-comerciantes. Durante un retiro espiritual en Braine-le-Comte, donde estudiaba, decidió seguir la llamada de Dios a la vida religiosa y entró en la congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, en la que ya le había precedido su hermano. A principios de 1859, comenzó el noviciado en Lovaina. Tomó el nombre de Damián.
En 1863, su hermano, que iba a partir para la misión de las islas Hawai, cayó enfermo. Ya estaban listos todos los preparativos para el viaje, y Damián obtuvo del superior general el permiso para sustituir a su hermano. Desembarcó en Honolulú el 19 de marzo de 1864 y allí fue ordenado sacerdote el 21 de mayo siguiente. Sin esperar más, se entregó en cuerpo y alma a la áspera vida de misionero por los poblados de Hawai, la mayor de las islas del archipiélago.
Por aquellos días, para frenar la propagación de la lepra, el Gobierno de Hawai decidió deportar a Molokai, una isla cercana, a cuantos estuviesen afectados por la enfermedad, entonces incurable. El obispo, monseñor Louis Maigret, ss.cc., habló de ello con sus sacerdotes. A nadie quería enviar allí por obediencia, sabiendo que una orden semejante era una condena a muerte. Se ofrecieron cuatro misioneros: irían por turno a visitar y asistir a los leprosos en su desamparo. Damián fue el primero en partir: era el 10 de mayo de 1873. A petición propia y de los mismos enfermos, se quedó definitivamente en Molokai.
Impulsado por el deseo de aliviar el sufrimiento de los leprosos, se interesó por los progresos de la ciencia. Experimentó en sí mismo nuevos tratamientos, que compartía con sus enfermos. Día tras día, cuidaba de los enfermos, vendaba sus heridas hediondas, reconfortaba a los moribundos, enterraba a quienes habían terminado su calvario. "Hago lo imposible —decía— por mostrarme siempre alegre, para levantar el ánimo de mis enfermos". Su fe, su optimismo, su disponibilidad conmovían los corazones. Todos se sentían invitados a compartir su alegría de vivir, a superar, con la fe, los límites de su miseria y angustia. "El infierno de Molokai", impregnado de egoísmos, de desesperación y de inmoralidad, se transformó gracias a él en una comunidad que causaba admiración incluso al Gobierno. Orfanato, iglesia, viviendas, equipamientos colectivos: todo se realizaba con la ayuda de los menos impedidos. Se amplió el hospital, se acondicionaron el desembarcadero y sus caminos de acceso, al mismo tiempo que se tendía una conducción de agua. Damián abrió un almacén en el que los enfermos podían aprovisionarse gratuitamente. Alentaba a su gente a cultivar la tierra y plantar flores. Para entretenimiento de sus leprosos, organizó incluso una banda de música. Así, Damián hacía redescubrir a los leprosos que a los ojos de Dios todo hombre es algo precioso, porque los ama como un padre.
Damián concebía su presencia en medio de los leprosos como la de un padre entre sus hijos. Conocía los riesgos del trato cotidiano con sus enfermos. Tomando todas las precauciones razonables, consiguió durante más de una década escapar al contagio. Sin embargo, acabó enfermando también él. Con plena confianza en Dios, declaró en esos momentos: "Estoy feliz y contento, y si me dieran a escoger la salida de este lugar a cambio de la salud, respondería sin dudarlo: Me quedo con mis leprosos toda mi vida".
Murió el 15 de abril de 1889. Sus restos están en la Iglesia de los SSCC en Lovaina. Su partida para la "isla maldita" y su permanencia fiel en ella tienen una razón. Así lo testimonia él mismo: "Sin la presencia de nuestro divino Maestro en mi pobre capilla, jamás habría podido mantener unida mi suerte a la de los leprosos de Molokai".
La noticia de su enfermedad en 1885 y su muerte impresionó profundamente a sus contemporáneos, cualquiera que fuese su confesión religiosa. Desde su desaparición, fue considerado como un modelo y un héroe de la caridad.
Fue beatificado en Bruselas por san Juan Pablo II el 4 de junio de 1995. Y canonizado por el Papa Benedicto XVI el 11 de octubre de 2009.
Fuente: http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints/2009/ns_lit_doc_20091011_de-veuster_sp.html
1. APERTURA DEL SÍNODO DIOCESANO
1. APERTURA DEL SÍNODO DIOCESANO
«Estamos aproximándonos a la apertura del Sínodo diocesano anunciado, que, Dios mediante, será, como sabéis, el día de santa Teresa, el 15 de octubre. Invito a todos a participar en la solemne acto de apertura, que tendrá lugar, a las siete de la tarde en la santa Iglesia Catedral de Valencia con la celebración de la Eucaristía, Profesión de fe de los participantes en el Sínodo y lectura del Decreto de convocatoria y apertura del Sínodo Diocesano, que esperamos y pedimos constituya para la Diócesis una verdadera bendición del Señor y una efusión de su Espíritu, un nuevo Pentecostés en la diócesis para llevar el Evangelio a todos, ser misionera, y vivir la verdadera comunión que la constituye: sacramento de comunión con Dios, con Cristo y de la unidad de todo el género humano, donde se vive y muestra a Cristo con obras y palabras.» (De la carta de convocatoria a la apertura del Sínodo de nuestro Arzobispo D. Antonio Cañizares. 4 de octubre de 2019)
Con este motivo se ha organizado un autobús arciprestal para asistir el 15 de octubre a la eucaristía de inicio del Sínodo en señal de comunión con nuestro arzobispo.
2. Catequesis parroquial
Catequesis del Buen Pastor (3-5 años):
Inicio el sábado 19 de octubre a las 16.30 h..
Catequesis de Jesús es el Señor (de comunión):
Los sábados a las 16.30 h.
Catequesis de Confirmación (9-11 años):
Los viernes a las 18.00 h.
Catequesis de Postconfirmación (12-18 años):
Los viernes a las 20.00 h.
Habrá reunión con los padres del segundo curso de Jesús es el Señor el sábado 19 de octubre a las 16.45 h. y con los de primero el sábado 26 de octubre a la misma hora.
3. CURSILLOS PREMATRIMONIALES
El lunes 14 de octubre a las 21.00 h. comienzan los cursillos prematrimoniales en la parroquia de San Francisco de Borja de Gandía. Continúan durante 10 sesiones los jueves y lunes siguientes.
4. Tienen a su disposición la Revista Callejeros de la fe nº 5.
5. Próximos eventos:
- El lunes 14 de octubre a las 10.15 habrá reunión con el equipo de Pastoral de la Salud y posterior visita a enfermos.
- El miércoles 16 de octubre a las 17.30 h. habrá reunión del equipo de Cáritas.
- el 17 de octubre a las 12.00 h. habrá una charla sobre Medio Ambiente organizado por Cáritas interparroquial en la Universidad Politécnica de Gandía. Y a las 19.30 h. en la parroquia de la Sagrada Familia tendrá lugar la Eucaristía de inicio de curso de Cáritas interparroquial.
- el 17 de octubre a las 19.00 h. en la parroquia se ofrecerá el Rosario por la Vida y tras la misa un rato de Adoración pidiendo por la defensa de la vida.
Del 14 al 20 de octubre de 2019
Lunes 14. San Calixto, Papa y mártir. 19.30 h.: En sufragio de: Agustín Martínez García; José Enrique Ojeda; por las almas del purgatorio.
Martes 15. Fiesta de Santa Teresa de Jesús. 19.30 h.: En sufragio de: Pedro Llobell y Josefina Martínez; José Enrique Ojeda.
Miércoles 16. Santa Eduvigis, religiosa; Santa Margarita María Alacoque, Virgen. 19.30 h.: En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta.
Jueves 17. San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir. 19.30 h.: En acción de gracias; a intención de Rosa Nieves.
Viernes 18. Fiesta de San Lucas, evangelista. 19.30 h.: En sufragio de: Emilio Blasco y Amparo López.
Sábado 19. Por la mañana: San Pedro de Alcántara, presbítero; San Pablo de la Cruz, presbítero; Santos mártires canadienses Juan de Brébeuf e Isaac Jogues, presbítero y compañeros mártires.
Por la tarde: DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO. DOMUND. DOMINGO MUNDIAL DE PROPAGACIÓN DE LA FE.
18.00 h.: Con niños. En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta. 19.30 h.: Sin intención. 21.00 h.: Sin intención.
Domingo 20. DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO. DOMUND. DOMINGO MUNDIAL DE PROPAGACIÓN DE LA FE.
10.00 h.: En sufragio de: José y Nicomedes Peiró Bolta. 11.30 h.: Pro Pópulo. 19.30 h.: En sufragio de: Dif. Fam. Espí-Sanchis.
A lo largo del año, en todas las misas, se reza por todos los difuntos. Algunas celebraciones incluyen una intención particular por algún difunto o por alguna necesidad. En muchas de las ocasiones se acompaña de una ofrenda para el sacerdote llamada estipendio. Les invitamos a solicitar en el despacho la celebración de intenciones particulares o misas en sufragio.
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Puedes descargar la Hoja Parroquial:
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