Parroquia de Sant Francesc de Borja
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Domingo 24 de agosto de 2014
Queridos hermanos:
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.” (Mt 16, 16) Esta confesión de fe, que es la fe de la Iglesia que se ha ido transmitiendo de generación en generación es un don que viene de lo alto: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.” (Mt 16, 17) Este don, gracia no es entregado a un grupo específico de personas sino a todos los bautizados. El día que nuestros padres nos llevaron a la Iglesia para ser bautizados les preguntaron: “¿Qué pedís a la Iglesia para N.?” (Ritual del bautismo) Y a esta pregunta se podía responder con las siguientes contestaciones: el bautismo, la fe o la vida eterna. A partir de ese momento la Iglesia, es decir la comunidad de todos los bautizados (pero de un modo especial los padres), se comprometía a educarnos en la fe por convertirse en madre y maestra.
Pero, ¿cómo crecemos en la fe?, ¿cuáles son los signos, las pruebas de nuestro crecimiento? ”La fe, como hemos dicho, se presenta como un camino, una vía a recorrer, que se abre en el encuentro con el Dios vivo. Por eso, a la luz de la fe, de la confianza total en el Dios Salvador, el decálogo adquiere su verdad más profunda, contenida en las palabras que introducen los diez mandamientos: « Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto » (Ex 20,2). El decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del « yo » autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su misericordia. Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios. El decálogo es el camino de la gratitud, de la respuesta de amor, que es posible porque, en la fe, nos hemos abierto a la experiencia del amor transformante de Dios por nosotros. Y este camino recibe una nueva luz en la enseñanza de Jesús, en el Discurso de la Montaña (cf. Mt 5-7).” (Francisco I, Lumen fidei 46)
Virgen María, madre de la Iglesia y madre nuestra, tú que estuviste con tu Hijo hasta el momento de su muerte intercede por nosotros para que permanezcamos en él cuando se apague la luz de la fe.
Arturo vuestro vicario
Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 13-20
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: - «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: - «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: - «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
- «Tú eres el Meslas, el Hijo de Dios vivo.»
Jesús le respondió: -«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»
Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor.
LAS CARACTERISTICAS DE LA FE
La fe es una gracia
153 Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido "de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos" (Mt 16,17; cf. Ga 1,15; Mt 11,25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él, "Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede `a todos gusto en aceptar y creer la verdad'" (DV 5).
La fe es un acto humano
154 Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad "presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela" (Cc. Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión íntima con El.
155 En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: "Creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia" (S. Tomás de A., s.th. 2-2, 2,9; cf. Cc. Vaticano I: DS 3010).
LAS CARACTERISTICAS DE LA FE
La fe es una gracia
153 Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido "de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos" (Mt 16,17; cf. Ga 1,15; Mt 11,25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él, "Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede `a todos gusto en aceptar y creer la verdad'" (DV 5).
La fe es un acto humano
154 Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad "presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela" (Cc. Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión íntima con El.
155 En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: "Creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia" (S. Tomás de A., s.th. 2-2, 2,9; cf. Cc. Vaticano I: DS 3010).
“En el evangelio de hoy (cf. Mt 16, 13-20), vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente. A la pregunta de Jesús: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?», los discípulos responden: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Es decir, se considera a Cristo como un personaje religioso más de los ya conocidos. Después, dirigiéndose personalmente a los discípulos, Jesús les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro responde con lo que es la primera confesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». La fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad. Pero la fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena. [...] En su respuesta a la confesión de Pedro, Jesús habla de la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». ¿Qué significa esto? Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza. Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él. Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.” (Benedicto XVI, Homilía con ocasión de la JMJ Madrid 21 agosto 2011)
¡Madre, ayuda nuestra fe! Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada. Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa. Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe. Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar. Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado. Recuérdanos que quien cree no está nunca solo. (Francisco I, Lumen fidei)
En el aeropuerto, en una breve ceremonia, el Santo Padre se ha saludado con evidente afecto al cardenal Andrew Yeom Soo-jung, arzobispo de Seúl, y a los obispos de las 16 diócesis de Corea del Sur. Estaba también allí el primer ministro surcoreano, Chung Hong-Won y otras autoridades locales. La presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, en cambio vio al Papa en la catedral de Myeong-dong, donde el Pontífice celebró la misa por la reconciliación y la paz entre el norte y el sur. En el quinto y último día de su viaje apostólico, el papa Francisco encontró en el edificio de la vieja curia, a los líderes coreanos de distintas confesiones y religiones. El Santo Padre saludó a cada uno de ellos y dirigió unas breves palabras a todos los presentes. El motivo de la visita fue la VI Jornada de la Juventud Asiática (JJA), que contó con la participación de 4 mil jóvenes coreanos y otros 2 mil provenientes de 22 países. El Santo Padre se reunió con ellos por primera vez en el Santuario de Solmoe, donde les habló de la vocación, del Padre misericordioso y rezó con ellos por la unidad e Corea. La VI Jornada Asiática de la Juventud concluyó con la misa del Papa en el castillo de Haemi, en la que invitó a los jóvenes a dar testimonio de su fe al mundo. Otro de los momentos principales del viaje apostólico fue en la Puerta de Gwanghwamun en Seúl, donde fue la beatificación de Paul Yun Ji-Chung y de 123 compañeros mártires. Además de la santa misa en el estadio World Cup Stadium, en la ciudad de Daejon, a la que participaron unas 50 mil personas que acogieron al Santo Padre con gran entusiasmo. Allí Francisco, rezó además la oración del ángelus y exhortó a los presentes a ser “heraldos gozosos del alba de un mundo de paz”. También tuvo mucha reprecusión la visita del Pontífice al Centro "House of Hope", en en Kkottongna, donde abrazó a enfermos y discapacitados.
No faltaron gestos que llamaron la atención, como cuando el Santo Padre bajó del papamóvil para saludar a los familiares de las víctimas del ferry Sewol; o cuando el Pontífice renunció al helicóptero que le tenía que llevarle desde Seúl hasta Daejeon y prefirió viajar en tren, que resultó ser de alta velocidad; y cuando hizo detener su auto para rezar en silencio delante del cementerio para niños abortados. También es la primera vez que un pontífice vuela sobre territorio de China continental, al haber obtenido de Pekín la autorización, que en cambio le había sido negada a Juan Pablo II, y que podrían abrir perspectivas concretas de diálogo con el régimen existente.
Los ataques del grupo terrorista ISIL en Irak han provocado la estampida de los 3 mil cristianos de Mosul. Por eso, Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) ha concedido una primera ayuda de emergencia por 100 mil euros para los cristianos que han huido como consecuencia de los ataques de comienzos de junio. Puedes colaborar en estas cuentas:
La Caixa: ES21 2100 2415 42 0200140293
Popular: ES12 0075 0080 17 0601667548
Santander: ES74 0049 2674 59 2814342966
Bankia: ES87 2038 1115 24 6000703295
1. El martes 26 de agosto estará la acogida de la Virgen peregrina, María Reina de la Paz en la parroquia de Cristo Rey a partir de las 18,45 h. Esta celebración constará de diferentes partes: en primer lugar estará el Rosario por las intenciones de la Virgen; a continuación la Eucaristía; después se dará el mensaje de la Reina de la Paz (las 5 piedras) y Consagración a su Corazón Inmaculado. Como conclusión del acto estará la Adoración al Santísimo y la bendición. Durante toda la celebración habrán confesiones. Es un momento importante para unirnos todos los que formamos el Arciprestazgo de Gandía para unirnos a la oración de nuestra Madre la Virgen.
Del 25 al 31 de agosto de 2014
Lunes 25. 19.30 h.: En sufragio de Elisa y difuntos familia.
Martes 26. Sta. Teresa de Jesús Jornet e Ibars, Virgen. 19.30 h.: sin intención.
Miércoles 27. Sta. Mónica. 19.30 h.: sin intención.
Jueves 28. S. Agustín. 19.30 h.: En sufragio de Elisa y difuntos familia.
Viernes 29. Martirio de S. Juan Bautista. 19.30 h.: En sufragio de Rosendo Roche.
Sábado 30. XXII T.O. 19.30 h.: En sufragio de Víctor Ferragut. 21.00 h.: En sufragio de Joaquín y Martín Escrivá, y Rosita Peiró; Francisco Antonio Serrano Bertó.
Domingo 31. XXII T.O. 11.00 h. Pro Pópulo. 19.30 h.: sin intención.
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