“¡Ánimo! Que soy yo; no temáis” (131)
El salir del arca
Queridos hermanos:
Cuando Dios mandó salir a Noé y su familia y a los animales del arca se produjo
una grandísima alegría. Salir del confinamiento, salir de la estrechez:
“Entonces dijo Dios a Noé: «Sal del arca con tu mujer, tus hijos y tus nueras.
Haz salir también todos los animales que están contigo, todas las criaturas:
aves, ganados y reptiles; que se muevan por la tierra, sean fecundos y se
multipliquen en ella». Salió, pues, Noé con sus hijos, su mujer y sus nueras.
También salieron del arca, por familias, todos los animales, todos los ganados,
todas las aves y todos los reptiles que se mueven sobre la tierra” (Génesis 8,
15-19). No salieron antes. Salieron cuando el Señor se lo mandó.
Noé experimentó
algo similar a cuando estaba Israel en la esclavitud en Babilonia y se proclamó
el retorno de los exiliados: “nos parecía soñar”. “Cuando el Señor hizo volver a
los cautivos de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la
lengua de cantares. Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con
ellos». El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Recoge,
Señor, a nuestros cautivos como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con
lágrimas cosechan entre cantares. Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al
volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas” (Salmo 126 (125), 1-6). Salieron
con júbilo.
Nuestra vida también puede ser un vivir en el arca con estrechez,
(una mala noche en una mala posada, decía Santa Teresa de Jesús respecto a esta
vida); y deseamos que el Señor nos haga salir, de esta morada-arca terrena para
entrar en la morada-arca eterna: “Porque sabemos que si se destruye esta nuestra
morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, una morada que no
ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos. Y, de
hecho, en esta situación suspiramos anhelando ser revestidos de la morada que
viene del cielo, si es que nos encuentran vestidos y no desnudos. Pues los que
vivimos en esta tienda suspiramos abrumados, por cuanto no queremos ser
desvestidos sino sobrevestidos para que lo mortal sea absorbido por la vida; y
el que nos ha preparado para esto es Dios, el cual nos ha dado como garantía el
Espíritu” (2 Corintios 5,1-5).
Pidamos, pues, estar llenos de buen ánimo
agradando a Dios, mientras vivamos en esta arca terrena y estemos dispuestos
para salir con júbilo y vivir junto al Señor para siempre: “Así pues, siempre
llenos de buen ánimo y sabiendo que, mientras habitamos en el cuerpo, estamos
desterrados lejos del Señor, caminamos en fe y no en visión. Pero estamos de
buen ánimo y preferimos ser desterrados del cuerpo y vivir junto al Señor. Por
lo cual, en destierro o en patria, nos esforzamos en agradarlo. Porque todos
tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo
que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o el mal” (2 Corintios
5,6-10).
Jesús, vuestro párroco
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