HOJA
PARROQUIAL
Parroquia de Sant Francesc de Borja
Domingo 18 de Junio de 2017
Queridos hermanos:
Celebramos la
Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
El pasado 9 de
junio celebrábamos a San Efrén, diácono y doctor de la Iglesia del siglo IV.
(Efrén significa fructífero, que da fruto). San Efrén utiliza la imagen de las
brasas o el carbón ardiente para hablar de la Eucaristía. El tema de las brasas
está tomado del profeta Isaías (cf. Is 6, 6). Es la imagen del
serafín, que toma las brasas con las tenazas y roza simplemente los labios del
profeta para purificarlos; el cristiano, por el contrario, toca y consume las
brasas, es decir, a Cristo mismo:
«En tu pan se
esconde el Espíritu,
que no puede
ser consumido;
en tu vino está
el fuego, que no se puede beber.
El Espíritu en
tu pan, el fuego en tu vino:
he aquí la
maravilla que acogen nuestros labios.
El serafín no
podía acercar sus dedos a las brasas,
que sólo
pudieron rozar los labios de Isaías;
ni los dedos
las tocaron, ni los labios las ingirieron;
pero a
nosotros el Señor nos ha concedido ambas cosas.
El fuego
descendió con ira para destruir a los pecadores,
pero el fuego
de la gracia
desciende sobre
el pan y en él permanece.
En vez del
fuego que destruyó al hombre,
hemos comido el
fuego en el pan
y hemos sido
salvados» (Himno De Fide 10, 8-10).
San Efrén
utiliza una figura del Antiguo Testamento para adentrarse en el misterio
admirable de lo que recibimos en la Eucaristía. Otras figuras del Antiguo
Testamento podríamos encontrarlas en el Árbol de la Vida del paraíso de cuyos
frutos participamos en cada Sacramento. Cada vez que celebramos la Eucaristía
estamos en el paraíso y comemos la Vida misma. Otra figura sería el maná que
comió el pueblo de Israel en el desierto. Otra el cordero que sustituyó a Isaac
en el sacrificio de Abraham y que se utilizaría en la preparación a la
celebración de la Pascua de Israel en Egipto.
Jesús nos
dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía:
"En verdad en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y
no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6,53). (Catecismo
1384). Quizá nos hemos acostumbrado a participar sin prepararnos adecuadamente
para este momento tan grande y santo. (Cf. Catecismo 1385). No podemos
menos que reconocer nuestra pequeñez e indignidad y acoger humildemente la
invitación de Jesús. Y como Isaías, como Adán y Eva reconciliados, como el
pueblo del Nuevo Israel, como el ladrón arrepentido, comer el pan de la Vida y
el Cáliz de la salvación y hacernos apóstoles de la Eucaristía dando el fruto
de la caridad.
Jesús, vuestro párroco
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: - «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Disputaban los judíos entre si: - «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Entonces Jesús les dijo:
- «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mi y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mi.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Palabra del Señor.
“TOMAD Y COMED TODOS DE ÉL”:
LA COMUNIÓN
1384 El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: "En verdad en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6,53).
1385 Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. S. Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" ( 1 Co 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.
1386 Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8,8): "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". En la Liturgia de S. Juan Crisóstomo, los fieles oran con el mismo espíritu:
Hazme comulgar hoy en tu cena mística, oh Hijo de Dios. Porque no diré el secreto a tus enemigos ni te daré el beso de Judas. Sino que, como el buen ladrón, te digo: Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.
1387 Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia (cf CIC can. 919). Por la actitud corporal (gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento en que Cristo se hace nuestro huésped.
2837 La Eucaristía es nuestro pan cotidiano. La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos... (San Agustín, serm. 57, 7, 7).
El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo (cf Jn 6, 51). Cristo "mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la Iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento celestial" (San Pedro Crisólogo, serm. 71).
EL EVANGELIO COMENTADO POR EL PAPA
«El Señor, tu Dios, ... te alimentó con el maná, que tú no conocías» (Dt 8, 2-3).
Estas palabras del Deuteronomio hacen referencia a la historia de Israel, que Dios hizo salir de Egipto, de la condición de esclavitud, y durante cuarenta años guió por el desierto hacia la tierra prometida. El pueblo elegido, una vez establecido en la tierra, alcanzó cierta autonomía, un cierto bienestar, y corrió el riesgo de olvidar los tristes acontecimientos del pasado, superados gracias a la intervención de Dios y a su infinita bondad. Así pues, las Escrituras exhortan a recordar, a hacer memoria de todo el camino recorrido en el desierto, en el tiempo de la carestía y del desaliento. La invitación es volver a lo esencial, a la experiencia de la total dependencia de Dios, cuando la supervivencia estaba confiada a su mano, para que el hombre comprendiera que «no sólo de pan vive el hombre, sino... de todo cuanto sale de la boca de Dios» (Dt 8,3).
Además del hambre físico, el hombre lleva en sí otro hambre, un hambre que no puede ser saciado con el alimento ordinario. Es hambre de vida, hambre de amor, hambre de eternidad. Y el signo del maná —como toda la experiencia del éxodo— contenía en sí también esta dimensión: era figura de un alimento que satisface esta profunda hambre que hay en el hombre. Jesús nos da este alimento, es más, es Él mismo el pan vivo que da la vida al mundo (cf. Jn 6, 51). Su Cuerpo es el verdadero alimento bajo la especie del pan; su Sangre es la verdadera bebida bajo la especie del vino. No es un simple alimento con el cual saciar nuestro cuerpo, como el maná; el Cuerpo de Cristo es el pan de los últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, porque la esencia de este pan es el Amor.
En la Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: un amor tan grande que nos nutre de sí mismo; un amor gratuito, siempre a disposición de toda persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias fuerzas. Vivir la experiencia de la fe significa dejarse alimentar por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios, su Palabra y su Cuerpo.
Si miramos a nuestro alrededor, nos damos cuenta de que existen muchas ofertas de alimento que no vienen del Señor y que aparentemente satisfacen más. Algunos se nutren con el dinero, otros con el éxito y la vanidad, otros con el poder y el orgullo. Pero el alimento que nos nutre verdaderamente y que nos sacia es sólo el que nos da el Señor. El alimento que nos ofrece el Señor es distinto de los demás, y tal vez no nos parece tan gustoso como ciertas comidas que nos ofrece el mundo. Entonces soñamos con otras comidas, como los judíos en el desierto, que añoraban la carne y las cebollas que comían en Egipto, pero olvidaban que esos alimentos los comían en la mesa de la esclavitud. Ellos, en esos momentos de tentación, tenían memoria, pero una memoria enferma, una memoria selectiva. Una memoria esclava, no libre.
Cada uno de nosotros, hoy, puede preguntarse: ¿y yo? ¿Dónde quiero comer? ¿En qué mesa quiero alimentarme? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer manjares gustosos, pero en la esclavitud? Además, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿cuál es mi memoria? ¿La del Señor que me salva, o la del ajo y las cebollas de la esclavitud? ¿Con qué memoria sacio mi alma?
El Padre nos dice: «Te he alimentado con el maná que tú no conocías». Recuperemos la memoria. Esta es la tarea, recuperar la memoria. Y aprendamos a reconocer el pan falso que engaña y corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado. … La Hostia es nuestro maná, mediante la cual el Señor se nos da a sí mismo. A Él nos dirigimos con confianza: Jesús, defiéndenos de las tentaciones del alimento mundano que nos hace esclavos, alimento envenenado; purifica nuestra memoria, a fin de que no permanezca prisionera en la selectividad egoísta y mundana, sino que sea memoria viva de tu presencia a lo largo de la historia de tu pueblo, memoria que se hace «memorial» de tu gesto de amor redentor. Amén.” (Francisco. Jueves 19 de junio de 2014)
Señor Jesús, Pan de Vida y Bebida de Salvación, que nos has dado la Eucaristía como Memorial de amor.
Concédenos ojos limpios y abiertos para verte a Ti y al Padre, con la mirada del corazón que descubre la presencia de la Trinidad en nosotros y en nuestros hermanos. Concédenos amor concreto a personas concretas, que tienen nombre y rostro. Que nuestro amor no se quede en palabras. Que descubramos en el otro un hermano, un miembro de mi cuerpo, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, sus deseos y necesidades, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad.
Señor Jesús, concédenos que nuestras obras broten de un corazón transformado por tu amor eucarístico. Concédenos transformar nuestros criterios y actitudes, nuestro modo de pensar y de vivir de tal forma que el otro nos afecte, el necesitado nos afecte. Que demos a los necesitados tu amistad, tu bendición, tu Palabra y sobre todo tu Eucaristía. No darles esto es haberles dado muy poco. Que los pobres se sientan en la comunidad cristiana como en su casa.
Domingo 18 de junio Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. La colecta de todas las misas irá destinada a Cáritas Diocesana. Tu ayuda es importante. Tu ayuda cuenta.
INFORME DE CIERRE DE
CAMPAÑA EMERGENCIA DE ECUADOR
El año pasado la colecta de la Solemnidad del Corpus fue destinada íntegramente a paliar los efectos del terremoto que asoló la costa noroeste de Ecuador y dejó 671 fallecidos y 387.000 personas damnificadas.
La causa principal de tanta destrucción es la situación de pobreza preexistente que vivía y vive un 40% de la población de estas provincias: falta de títulos de propiedad, casas construidas sin permisos, casas construidas precariamente y sin visión antisísmica, falta de acceso a redes de agua y saneamiento… Se constata que los fenómenos climáticos afectan con más crudeza a los más pobres.
A instancias del cardenal D. Antonio Cañizares, la colecta del Día de la Caridad del 29 de mayo de 2016, fue destinada íntegramente a la emergencia de Ecuador.
La parroquia recaudó 634 €.
Cáritas Diocesana envió todo lo recibido parte a Cáritas Española: cuenta abierta por Cáritas Española para Ecuador: 341.194,61 €. Y parte también lo envió directamente a Ecuador para la reconstrucción de viviendas: 235.000,00 €.
En total: 576.194,61 €
Entre otras acciones se ha facilitado el acceso a los alimentos básicos y mejoras en la higiene personal; la construcción de viviendas saludables y seguras construidas con materiales antisísmicos y autóctonos, así como la mejora en las condiciones de vida de las familias a través de la seguridad alimentaria y la reactivación económica.
1. SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
El viernes 23 de junio a las 6 de la tarde se expondrá el Santísimo Sacramento. A las 7 tarde se rezará el Rosario con las letanías al Sagrado Corazón y a las 7.30 se realizará procesión por el interior del Templo y tras la Reserva se celebrará la Eucaristía solemne.
2. El sábado 24 de junio es la Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista. Con este motivo las misas del sábado por la tarde (19.30 h. y 21.00 h.) serán de esta solemnidad y no del domingo.
3. El sábado 24 de junio es la Ordenación de presbíteros en nuestra diócesis. En la catedral de Valencia a las 11.00 h. Les invitamos a rezar por los candidatos al presbiterado.
Campamento:
El campamento de este año se realizará del 9 al 16 de julio en la población de Talayuelas (Cuenca) para niños entre 6 y 12 años. Es un campamento organizado por las Parroquias de Cristo Rey y San Francisco de Borja de Gandía.
La reunión informativa para los padres (normas, actividades, consejos…) se realizará el lunes 19 de junio en la Parroquia de San Francisco de Borja de Gandía a las 20.30 h.
Lunes 19. San Romualdo, abad. 19.30 h.: Sin intención.
Martes 20. 19.30 h.: En sufragio de: Dif. Fam. Espí-Sanchis.
Miércoles 21. San Luis Gonzaga. 19.30 h.: En sufragio de: María Luisa Sos y Luis Borrull.
Jueves 22. Santos Juan Fisher obispo y Tomás Moro mártir. 19.30 h.: Sin intención.
Viernes 23. Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. 19.30 h.: En sufragio de: José Antonio Cabanilles.
Sábado 24. Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista. No hay misa de 18.00 h. hasta el mes de octubre. 19.30 h.: Sin intención. 21.00 h.: Sin intención.
Domingo 25. Domingo Doce del Tiempo Ordinario. 10.00 h.: Sin intención. 11.30 h.: Pro Pópulo. 19.30 h.: Sin intención.
A lo largo del año, en todas las misas, se reza por todos los difuntos. Algunas celebraciones incluyen una intención particular por algún difunto o por alguna necesidad. En muchas de las ocasiones se acompaña de una ofrenda para el sacerdote llamada estipendio. Les invitamos a solicitar en el despacho la celebración de intenciones particulares o misas en sufragio.
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