Parroquia de Sant Francesc de Borja
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Domingo 7 de septiembre de 2014
Queridos hermanos:
¿Cuándo se saldará la deuda del amor?
Todos sabemos que una deuda se salda cuando queda pagada. Por ejemplo un piso. Cuando hayáis pagado, se habrá saldado la deuda y ya no hará falta seguir pagando.
Pero, ¿cuándo se saldará la deuda del amor? El pecado nos ha dejado en una debilidad muy grande. Cuando aparecen conflictos, tensiones, desencuentros, ofensas, humillaciones, omisiones, querellas, injusticias… en las relaciones comunitarias, matrimoniales o familiares, a nosotros nos sale un decir: “bastante”, “satis”, “ya he amado suficiente, incluso creo que demasiado”. Y surge el...: “...ya está bien”, “que se apañe”. Curiosamente para el egoísmo nunca tenemos bastante. Siempre tenemos una queja en la que se eche en cara la falta de presencias, de ayudas, de abrazos, de palabras…
Por eso necesitamos mirar a Jesucristo. Y mirar la medida que ha puesto él. Y la medida del amor es amar sin medida, decía San Agustín. Y descubrir agradecidos que hemos sido muy amados. Fijos, pues, los ojos en Jesucristo, que ha amado y sigue amando: desde su encarnación en el seno de la Virgen y su nacimiento en la pobreza y humildad de un pesebre, pasando por su pasión y cruz hasta el don del amor sin medida, - el Espíritu Santo -, a su Iglesia reunida, en oración con María, con el encargo de llevar a Jesucristo y su amor a todos los pueblos.
1. Por eso, por amor, se te regala la Iglesia, la Reunión, la convocación hecha por Dios: una comunidad cristiana, dos o tres reunidos en nombre de Jesús.
2. Se te regala la oración (1ª lectura de Tobías). Estar de acuerdo para orar.
3. Se te regala el perdón, que es la cumbre de la oración cristiana: perdona, como nosotros perdonamos. No hay oración posible si no tiene la compasión de Dios.
4. Y se te regala vivir en la verdad. El pecado es el gran mal de la comunidad. El que nos hace vivir midiendo. Por amor, porque se desea recuperar la oveja perdida por el pecado, aparece la corrección mutua, con el poder de desatar al otro.
5. Se nos regala el ministerio, la misión y el poder de perdonar, conceder generosamente y sin cansarse el perdón. Siempre junto al texto de la corrección debemos tener en cuenta la necesidad de ver y sacar la propia viga para sacar la brizna del ojo de mi hermano.
Nunca se salda la deuda del amor, pues fuimos amados sin medida.
Jesús, vuestro párroco
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has, salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Palabra del Señor.
553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: "A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates ..."(Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, "el Buen Pastor" (Jn 10, 11) confirmó este encargo después de su resurrección: "Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-17). El poder de "atar y desatar" significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles (cf. Mt 18, 18) y particularmente por el de Pedro, el único a quien él confió explícitamente las llaves del Reino.
982 No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. "No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero" (Catech. R. 1, 11, 5). Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado (cf. Mt 18, 21-22).
983 La catequesis se esforzará por avivar y nutrir en los fieles la fe en la grandeza incomparable del don que Cristo resucitado ha hecho a su Iglesia: la misión y el poder de perdonar verdaderamente los pecados, por medio del ministerio de los apóstoles y de sus sucesores:
Los sacerdotes han recibido un poder que Dios no ha dado ni a los ángeles, ni a los arcángeles... Dios sanciona allá arriba todo lo que los sacerdotes hagan aquí abajo (San Juan Crisóstomo, sac. 3, 5).
Si en la Iglesia no hubiera remisión de los pecados, no habría ninguna esperanza, ninguna expectativa de una vida eterna y de una liberación eterna. Demos gracias a Dios que ha dado a la Iglesia semejante don (San Agustín, serm. 213, 8).
1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios.
2227 (En la familia) Todos y cada uno se concederán generosamente y sin cansarse los perdones mutuos exigidos por las ofensas, las querellas, las injusticias, y las omisiones. El afecto mutuo lo sugiere. La caridad de Cristo lo exige (cf Mt 18,21-22; Lc 17,4).
2844 La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos (cf Mt 5, 43-44). Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado.
“A los que están heridos por divisiones históricas, les resulta difícil aceptar que los exhortemos al perdón y la reconciliación, ya que interpretan que ignoramos su dolor, o que pretendemos hacerles perder la memoria y los ideales. Pero si ven el testimonio de comunidades auténticamente fraternas y reconciliadas, eso es siempre una luz que atrae. Por ello me duele tanto comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos? Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor. ¡Qué bueno es tener esta ley! ¡Cuánto bien nos hace amarnos los unos a los otros en contra de todo! Sí, ¡en contra de todo! A cada uno de nosotros se dirige la exhortación paulina: «No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien» (Rm 12,21). Y también: «¡No nos cansemos de hacer el bien!» (Ga 6,9). Todos tenemos simpatías y antipatías, y quizás ahora mismo estamos enojados con alguno. Al menos digamos al Señor: «Señor, yo estoy enojado con éste, con aquélla. Yo te pido por él y por ella». Rezar por aquel con el que estamos irritados es un hermoso paso en el amor, y es un acto evangelizador. ¡Hagámoslo hoy! ¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno!” (Papa Francisco. Evangelii Gaudium 100-101)
“La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.” (Papa Francisco. Evangelii Gaudium 114)
“La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se os medirá» (Mt 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará […] Con la medida con que midáis, se os medirá» (Lc 6,36- 38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios. Por eso mismo «el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia». Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve.” (Papa Francisco. Evangelii Gaudium 179).
“Señor Jesús, que no has puesto límite en el perdón de los pecados; que desde la cruz perdonaste y disculpaste todas nuestras soberbias, rebeldías y pecados: “Padre, perdónales”. Y añadiste: “Porque no saben lo que hacen”,
Tú, que sabes que somos pecadores, que siempre te debemos, concédenos el deseo de la unidad, de la comunión en la comunidad, del estar acordes, unánimes, de no querer ir a ti sin nuestros hermanos.
Danos el dolor del sufrir de nuestros hermanos. Danos el dolor del errar o pecar de nuestros hermanos. Danos a acoger al hermano con toda la profundidad de esta palabra: “hermano”. Hermano y no enemigo.
Danos a entender y vivir que lo más bello ante tus ojos es “nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo fiel”. (Cf. Catecismo nº 2845). Danos un corazón manso y humilde como el tuyo que ame y perdone como tú. Pues es “en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata”.
Señor, es verdad que no está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero danos un corazón “que se ofrezca al Espíritu Santo que cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión.” (cf. Catecismo 2843).
553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: "A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y lo que ates ..."(Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, "el Buen Pastor" (Jn 10, 11) confirmó este encargo después de su resurrección: "Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-17). El poder de "atar y desatar" significa la autoridad para absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el ministerio de los apóstoles (cf. Mt 18, 18) y particularmente por el de Pedro, el único a quien él confió explícitamente las llaves del Reino.
982 No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. "No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero" (Catech. R. 1, 11, 5). Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado (cf. Mt 18, 21-22).
983 La catequesis se esforzará por avivar y nutrir en los fieles la fe en la grandeza incomparable del don que Cristo resucitado ha hecho a su Iglesia: la misión y el poder de perdonar verdaderamente los pecados, por medio del ministerio de los apóstoles y de sus sucesores:
Los sacerdotes han recibido un poder que Dios no ha dado ni a los ángeles, ni a los arcángeles... Dios sanciona allá arriba todo lo que los sacerdotes hagan aquí abajo (San Juan Crisóstomo, sac. 3, 5).
Si en la Iglesia no hubiera remisión de los pecados, no habría ninguna esperanza, ninguna expectativa de una vida eterna y de una liberación eterna. Demos gracias a Dios que ha dado a la Iglesia semejante don (San Agustín, serm. 213, 8).
1445 Las palabras atar y desatar significan: aquel a quien excluyáis de vuestra comunión, será excluido de la comunión con Dios; aquel a quien que recibáis de nuevo en vuestra comunión, Dios lo acogerá también en la suya. La reconciliación con la Iglesia es inseparable de la reconciliación con Dios.
2227 (En la familia) Todos y cada uno se concederán generosamente y sin cansarse los perdones mutuos exigidos por las ofensas, las querellas, las injusticias, y las omisiones. El afecto mutuo lo sugiere. La caridad de Cristo lo exige (cf Mt 18,21-22; Lc 17,4).
2844 La oración cristiana llega hasta el perdón de los enemigos (cf Mt 5, 43-44). Transfigura al discípulo configurándolo con su Maestro. El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que, en nuestro mundo, el amor es más fuerte que el pecado.
“A los que están heridos por divisiones históricas, les resulta difícil aceptar que los exhortemos al perdón y la reconciliación, ya que interpretan que ignoramos su dolor, o que pretendemos hacerles perder la memoria y los ideales. Pero si ven el testimonio de comunidades auténticamente fraternas y reconciliadas, eso es siempre una luz que atrae. Por ello me duele tanto comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos? Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor. ¡Qué bueno es tener esta ley! ¡Cuánto bien nos hace amarnos los unos a los otros en contra de todo! Sí, ¡en contra de todo! A cada uno de nosotros se dirige la exhortación paulina: «No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien» (Rm 12,21). Y también: «¡No nos cansemos de hacer el bien!» (Ga 6,9). Todos tenemos simpatías y antipatías, y quizás ahora mismo estamos enojados con alguno. Al menos digamos al Señor: «Señor, yo estoy enojado con éste, con aquélla. Yo te pido por él y por ella». Rezar por aquel con el que estamos irritados es un hermoso paso en el amor, y es un acto evangelizador. ¡Hagámoslo hoy! ¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno!” (Papa Francisco. Evangelii Gaudium 100-101)
“La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio.” (Papa Francisco. Evangelii Gaudium 114)
“La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Mt 25,40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se os medirá» (Mt 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará […] Con la medida con que midáis, se os medirá» (Lc 6,36- 38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios. Por eso mismo «el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia». Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve.” (Papa Francisco. Evangelii Gaudium 179).
“Señor Jesús, que no has puesto límite en el perdón de los pecados; que desde la cruz perdonaste y disculpaste todas nuestras soberbias, rebeldías y pecados: “Padre, perdónales”. Y añadiste: “Porque no saben lo que hacen”,
Tú, que sabes que somos pecadores, que siempre te debemos, concédenos el deseo de la unidad, de la comunión en la comunidad, del estar acordes, unánimes, de no querer ir a ti sin nuestros hermanos.
Danos el dolor del sufrir de nuestros hermanos. Danos el dolor del errar o pecar de nuestros hermanos. Danos a acoger al hermano con toda la profundidad de esta palabra: “hermano”. Hermano y no enemigo.
Danos a entender y vivir que lo más bello ante tus ojos es “nuestra paz, nuestra concordia, la unidad en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo de todo el pueblo fiel”. (Cf. Catecismo nº 2845). Danos un corazón manso y humilde como el tuyo que ame y perdone como tú. Pues es “en el fondo "del corazón" donde todo se ata y se desata”.
Señor, es verdad que no está en nuestra mano no sentir ya la ofensa y olvidarla; pero danos un corazón “que se ofrezca al Espíritu Santo que cambia la herida en compasión y purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión.” (cf. Catecismo 2843).
Nuestro nuevo arzobispo, el cardenal D. Antonio Cañizares, en un artículo de opinión, ha escrito recientemente una carta que nos muestra su corazón humilde y disponible al Señor y a su Iglesia, desde el inicio de su ministerio. Con el título: “Vuelvo a España”, dice entre otras cosas: Como me marché, así vuelvo: Fui llamado a Roma, y respondí: «Aquí estoy». Soy, ahora enviado a España, a Valencia, y así he respondido: «Aquí estoy, mándeme donde quiera». Siempre con las palabras del Salmo: «No pretendo grandezas que superan mi capacidad, acallo y modero mis deseos, como un niño recién amamantado en brazos de su madre». Es fiel, de esta forma, a su lema episcopal, «fiat voluntas tua» («Hágase tu voluntad»).
De su estancia en Roma dice: «el venir aquí, a Roma, ha sido, gracias a Dios y a su misericordia, una verdadera kénosis, un real despojamiento, puesto de manifiesto, patente incluso, en aquellos días, que, muy grave, pasé en la UCI a los pocos meses de llegar a Roma»: ratificando así, una vez más, la experiencia que sentía y siento de la verdad más plena de lo que san Pablo afirma en el inicio del segundo capítulo de la Carta a los Filipenses –«se despojó... »–, y del «sólo Dios» de santa Teresa o de San Francisco. Casi finalizando mi trabajo aquí, en Roma, puedo repetir ante el Señor, porque así me siento, «siervo tuyo soy». Concluye diciendo: “Retorno con dos indicaciones que descubro en San Benito: «Nada se anteponga a las obras de Dios»; y «servir por encima del presidir», o presidir sirviendo a todos, o para presidir antes servir sin excepción, particularmente a los pobres: así seguiré al Señor, que vino no a ser servido, sino servir y a dar la vida por todos.”
10.00-10.30: Acogida y oración de Laudes
10.30- 11.00: Presentación del documento "Guía de recursos y líneas de trabajo para el curso 2014-2015” y experiencia del cursillo de familias misioneras, por el presidente de la comisión diocesana de Familia y Vida.
11.00-12.00: "Catequesis bíblica sobre la pastoral familiar en la parroquia" por D. Jesús Sánchez, vicario episcopal y párroco de San Francisco de Borja de Gandía.
12.00-12.30: Pausa café
12.30-14.00: Experiencias de pastoral familiar evangelizadora en nuestra diócesis:
a) "Auditorium Matrimonii María Auxiliadora" de la Parroquia de Cristo Rey de Gandía.
b) Curso de acompañamiento de novios cristianos de la parroquia de la Santísima Cruz de Valencia.
c) Equipo Diocesano de Apoyo Itinerante (EDAI)
14.00-15.30: Comida (se compartirá lo que cada uno pueda llevar).
15:30-16.30: Presentación del “Instrumentum Laboris” del próximo sínodo extraordinario de los obispos sobre la problemática de la familia en el contexto de la evangelización" a cargo de la profesora del instituto Juan Pablo II, Gloria Casanova.
16.30 -17.00: Conclusiones y clausura de la Jornada
1. El lunes 8 de septiembre habrá reunión del Consejo de Pastoral a las 20.30 h.
2. SOLEMNE TRIDUO DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ EN LA PARROQUIA:
Los días 13, 14 y 15 de septiembre la parroquia va a realizar un triduo de la Exaltación de la Santa Cruz. Los tres días la eucaristía será a las 7.30 tarde. A las 7 se expondrá el santísimo Sacramento y se rezará el Rosario. Tras la Reserva será la Eucaristía. El lunes 15 será la fiesta en honor a la Virgen de los Dolores, que sostuvo con su fe a su Hijo crucificado por nosotros.
Del 8 al 14 de septiembre de 2014
Lunes 8. LA NATIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA. 19.30 h.: En sufragio de Antonio Casanova.
Martes 9. 19.30 h.: En sufragio del Rvdo. D. Gil Antonio Roger.
Miércoles 10. 19.30 h.: Pidiendo por un enfermo.
Jueves 11. 19.30 h.: En sufragio de las víctimas del 11 de septiembre.
Viernes 12. 19.30 h.: En sufragio del Rvdo. D. Miguel Martínez Landete.
Sábado 13. (Por la mañana) S. Juan Crisóstomo. 13 h.: Bautizo. (Por la tarde) LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ. 19.30 h.: En sufragio de Gerson Amat. 21.00 h.: En sufragio de los difuntos de la familia Romero—Ferrandis.
Domingo 14. LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ. 11.00 h. Pro Pópulo. 19.30 h.: En sufragio del Rvdo. D. Manuel Guillem Marco.
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