HOJA
PARROQUIAL
Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com
Domingo 29 de julio de 2012.
Queridos hermanos:
Fijémonos en las manos en el evangelio de este domingo: 1. Las manos de Felipe tocan, con realismo falto de confianza, poco dinero en la bolsa: -“doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco" (Jn 6, 7)”. 2. Las manos de Andrés, que buscan solución en los cinco panes de cebada y dos peces de un niño, se abren con falta de fe para proclamar un “pero”: «pero, ¿qué es eso para tantos?». 3. Las manos del niño que lleva cinco panes de cebada y un par de peces son las que más se parecen a las de Jesús. Lo poco que tiene lo da. Porque lo ha recibido. Vive en el don. Por eso da y se queda con las manos vacías. Y al darlo, se multiplica. 4. Las manos de la multitud están vacías. Ovejas sin pastor, no tienen pasto. Son manos que toman el pan y el pescado para comer. Y manos que quieren retener como rey al que les ha dado de comer. Manos que deberán aprender a ser manos abiertas, vacías, para recibir el don sin apropiárselo. 5. Las manos de Jesús, que harán del “pero” una solución. No desaprovecha lo poco que se pueda aportar. Al darle los cinco panes y dos peces, los toma y da gracias al Padre. Y haciendo así los multiplica.
Las manos vacías expresan muy bien quien soy yo y qué es la fe. “Expresan que no tengo nada, y, a la vez, que Dios quiere dármelo todo, todo al pie de la letra. Pero en la realidad, normalmente nosotros no queremos darle a Dios todo, no queremos reconocer que no tenemos nada. Siempre queremos tener algo y apoyarnos en ello. Y por eso Dios no puede darnos todo.” (Tadeusz Dajczer. Meditaciones sobre la fe). Santa Teresita hará de sus manos vacías la expresión más honda de su vida: “Después del destierro de la tierra, espero ir a gozar de ti en la Patria, pero no quiero acumular méritos para el cielo, quiero trabajar sólo por tu amor, con el único fin de agradarte, de consolar a tu Sagrado Corazón y de salvar almas que te amen eternamente. En la tarde de esta vida, compareceré delante de ti con las manos vacías”. (Acto de Ofrenda al Amor Misericordioso). También dirá pocos meses antes de morir respondiendo a su hermana que, triste, decía que no tendría nada que dar a Dios en el momento de su muerte. Que tendría las manos vacías: “Claro, tú no eres como «el bebé» (algunas veces se daba a sí misma este nombre), que sin embargo se encuentra también en esas mismas condiciones... Aunque yo hubiese realizado todas las obras de san Pablo, seguiría creyéndome un «siervo inútil»; y eso es precisamente lo que constituye mi alegría, pues, al no tener nada, lo recibiré todo de Dios». (23 de junio 1897. 23.6).
Jesús, vuestro párroco
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: — «¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?» Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó: — «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.»
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: — «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»
Jesús dijo: — «Decid a la gente que se siente en el suelo.»
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
— «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: — «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.» Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
Palabra del Señor.
El contexto fundamental en que se sitúa todo el capítulo es la comparación entre Moisés y Jesús: Jesús es el Moisés definitivo y más grande, el «profeta» que Moisés anunció a las puertas de la tierra santa y del que dijo Dios: «Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande» (Dt 18, 18). Por eso no es casual que al final de la multiplicación de los panes, y antes de que intentaran proclamar rey a Jesús, aparezca la siguiente frase: «Éste sí que es el profeta que tenía que venir al mundo» (Jn 6, 14); (…) Teniendo, pues, a Moisés como trasfondo, aparecen los requisitos que debía tener Jesús. En el desierto, Moisés había hecho brotar agua de la roca, Jesús promete el agua de la vida, como hemos visto. Pero el gran don que se perfilaba en el recuerdo era sobre todo el maná: Moisés había regalado el pan del cielo, Dios mismo había alimentado con pan del cielo al pueblo errante de Israel. Para un pueblo en el que muchos sufrían el hambre y la fatiga de buscar el pan cada día, ésta era la promesa de las promesas, que en cierto modo lo resumía todo: la eliminación de toda necesidad, el don que habría saciado el hambre de todos y para siempre”. (Benedicto XVI. Jesús de Nazaret).
“El gran sermón sobre el pan, en el sexto capítulo del Evangelio de Juan, revela el amplio espectro del significado de este tema. Inicialmente se describe el hambre de las gentes que han escuchado a Jesús y a las que no despide sin darles antes de comer, esto es, sin el «pan necesario» para vivir. Pero Jesús no permite que todo se quede en esto, no permite que la necesidad del hombre se reduzca al pan, a las necesidades biológicas y materiales. «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4,4; Dt 8,3). El pan multiplicado milagrosamente recuerda de nuevo el milagro del maná en el desierto y, rebasándolo, señala al mismo tiempo que el verdadero alimento del hombre es ... la Palabra eterna, el sentido eterno del que provenimos y en espera del cual vivimos”. (Benedicto XVI. Jesús de Nazaret).
Algunos investigadores niegan la historicidad del episodio de las tentaciones.
Sin embargo, hemos de reconocer que los otros evangelios consignan momentos de prueba y tentaciones al final de la vida de Jesús, y hemos de aceptar que hay una firme tradición favorable a la realidad de la escena desarrollada en el desierto. Mt y Lc (o Q) pudieron amplificar una tradición anterior más breve (Mc), añadiéndole ciertos detalles tomados de acontecimientos posteriores, según su diferente punto de vista teológico. La primera tentación según Le nos hace pensar en Jn 6,26-34; la segunda, en Jn 6,15; la tercera, en Jn 7,1-4 (cf. R. E. Brown, CBQ 23 [1963], 152-55). Otras semejanzas aparecen en Mt 12,38-42; 16,14; 27,42.
Todos en la Iglesia, pero sobre todo los Obispos y los Sacerdotes, deben vigilar para que este Sacramento de amor sea el centro de la vida del Pueblo de Dios, para que, a través de todas las manifestaciones del culto debido, se procure devolver a Cristo «amor por amor», para que Él llegue a ser verdaderamente «vida de nuestras almas». ((Juan Pablo II. Redemptor Hominis 20)
En realidad aparece un elemento en común entre el niño y Jesús. El niño tiene cinco panes y dos peces. Al darlos se queda con las manos vacías. Es el gesto que expresa más profundamente su ser. No tiene nada. Si tiene algo es porque lo ha recibido. Y en vez de apoderarse de ello, es capaz de darlo.
Jesús, a su vez, tiene las manos vacías.
“El devoto hermano Rufino, con motivo de una visión que tuvo de la gloria a que llegaría el gran Santo Francisco, por su humildad, le hizo esta pregunta: Mi querido padre, os ruego que me digáis qué opinión tenéis de vos mismo. Respondió el santo: Ciertamente, me tengo por el mayor pecador del mundo y por el que sirve menos al Señor. Pero, replicó el hermano Rufino: ¿cómo podéis decir esto en verdad y en conciencia, cuando otros muchos, como es manifiesto, cometen muchos y muy grandes pecados, de los cuales, gracias a Dios, vos estáis exento?
Díjole San Francisco: Si Dios hubiese favorecido a todos estos, de quienes hablas, con tanta misericordia como a mí, estoy seguro de que, por malos que ahora sean, hubieran sido mucho más agradecidos que yo a los dones de Dios, y le hubieran servido mucho mejor de lo que yo le sirvo; y, si Dios me abandonase, cometería muchas más maldades que cualquiera de ellos”. (cit. en San Francisco de Sales. TRATADO DEL AMOR DE DIOS. Libro II, Cap. XI)
Jesús, como Pastor de los que están lejos y los que están cerca, de los apóstoles y de la multitud, les va a proporcionar el alimento, los pastos frescos, las fuentes tranquilas de su enseñanza con multiplicación de panes y peces incluida. Así comenta el Papa Benedicto XVI el gesto de partir y repartir el pan: “Después de bendecir, el Señor parte el pan y lo da a los discípulos. Partir el pan es el gesto del padre de familia que se preocupa de los suyos y les da lo que necesitan para la vida. Pero es también el gesto de la hospitalidad con que se acoge al extranjero, al huésped, y se le permite participar en la propia vida. Dividir, com-partir, es unir. A través del compartir se crea comunión. En el pan partido, el Señor se reparte a sí mismo. El gesto del partir alude misteriosamente también a su muerte, al amor hasta la muerte. Él se da a sí mismo, que es el verdadero «pan para la vida del mundo» (cf. Jn 6, 51). El alimento que el hombre necesita en lo más hondo es la comunión con Dios mismo. Al agradecer y bendecir, Jesús transforma el pan, y ya no es pan terrenal lo que da, sino la comunión consigo mismo. Esta transformación, sin embargo, quiere ser el comienzo de la transformación del mundo. Para que llegue a ser un mundo de resurrección, un mundo de Dios. Sí, se trata de transformación. Del hombre nuevo y del mundo nuevo que comienzan en el pan consagrado, transformado, transustanciado.
Hemos dicho que partir el pan es un gesto de comunión, de unir mediante el compartir. Así, en el gesto mismo se alude ya a la naturaleza íntima de la Eucaristía: ésta es ágape, es amor hecho corpóreo. En la palabra «ágape», se compenetran los significados de Eucaristía y amor. En el gesto de Jesús que parte el pan, el amor que se comparte ha alcanzado su extrema radicalidad: Jesús se deja partir como pan vivo. En el pan distribuido reconocemos el misterio del grano de trigo que muere y así da fruto. Reconocemos la nueva multiplicación de los panes, que deriva del morir del grano de trigo y continuará hasta el fin del mundo. Al mismo tiempo vemos que la Eucaristía nunca puede ser sólo una acción litúrgica. Sólo es completa, si el ágape litúrgico se convierte en amor cotidiano. En el culto cristiano, las dos cosas se transforman en una, el ser agraciados por el Señor en el acto cultual y el cultivo del amor respecto al prójimo. Pidamos en esta hora al Señor la gracia de aprender a vivir cada vez mejor el misterio de la Eucaristía, de manera que comience así la transformación del mundo”. (Benedicto XVI 9 de abril de 2009).
Señor Jesús, Palabra que sale de la boca de Dios, verdadero alimento, concédenos, como Andrés, que indicó a Jesús que había allí un muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos peces percibir lo que puede aportar cada uno, ser sensibles a los dones que cada uno tiene.
Señor Jesús, "Buen pastor, verdadero pan, ten también piedad de nosotros, para que, dándonos cuenta como Andrés, que lo que nosotros aportamos no es suficiente - ¿qué es esto para tanta gente?" (Jn 6, 9) – creamos que Tú todo lo sabes y lo puedes, que nos alimentas en la tierra, y que haces que nuestras limitaciones sean, no muy poco, sino suficientes para que llegue para todos y sobre.
Señor Jesús, Pan de vida, que has querido contar con Felipe para obtener una primera sugerencia sobre cómo resolver el problema del hambre. Concédenos aunar el realismo de su respuesta -“doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco" (Jn 6, 7)”-, con la audacia de la fe, sabiendo que tú los tomas, oras al Padre y los multiplicas. (Oración inspirada en Benedicto XVI. 14-6-2006; 6-9-2006; 7-6-2007)
559 Jesús rehuyó siempre las tentativas populares de hacerle rey (cf. Jn 6, 15).
439 Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su esperanza reconocieron en Jesús los rasgos fundamentales del mesiánico "hijo de David" prometido por Dios a Israel (cf. Mt 2, 2; 9, 27; 12, 23; 15, 22; 20, 30; 21, 9. 15). Jesús aceptó el título de Mesías al cual tenía derecho (cf. Jn 4, 25-26;11, 27), pero no sin reservas porque una parte de sus contemporáneos lo comprendían según una concepción demasiado humana (cf. Mt 22, 41-46), esencialmente política (cf. Jn 6, 15; Lc 24, 21).
440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16, 23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" (Jn 3, 13; cf. Jn 6, 62; Dn 7, 13) a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28; cf. Is 53, 10-12). Por esta razón el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf. Jn 19, 19-22; Lc 23, 39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2, 36).
1335 Los milagros de la multiplicación de los panes, cuando el Señor dijo la bendición, partió y distribuyó los panes por medio de sus discípulos para alimentar la multitud, prefiguran la sobreabundancia de este único pan de su Eucaristía (cf. Mt 14,13-21; 15, 32-29).
549 Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6, 5-15), de la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf. Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para abolir todos los males aquí abajo (cf. LC 12, 13. 14; Jn 18, 36), sino a liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn 8, 34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas sus servidumbres humanas.
LA EXIGENCIA
DE UNA “NUEVA EVANGELIZACIÓN”
¿Cómo define el Instrumentum Laboris la Nueva Evangelización? Hemos de mirar en primer lugar al Beato Juan Pablo II. El número 45 de este documento refiere la definición que dio ante los obispos del Continente latinoamericano: «La conmemoración del medio milenio de evangelización tendrá su significación plena si es un compromiso vuestro como obispos, junto con vuestro presbiterio y fieles; compromiso, no de reevangelización, pero sí de una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión».(JUAN PABLO II, Discurso a la XIX Asamblea del CELAM (Port au Prince, 9 de marzo de 1983).
Más adelante en la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Europa (28 de junio de 2003), el Papa se dirige a la Iglesia en Europa con una llamada muy similar, al afirmar que emerge «la urgencia y la necesidad de la “nueva evangelización”, consciente de que Europa, hoy, no debe apelar simplemente a su herencia cristiana anterior; hay que alcanzar de nuevo la capacidad de decidir sobre el futuro de Europa en un encuentro con la persona y el mensaje de Jesucristo».
Todas las Asambleas sinodales continentales celebradas como preparación al Jubileo del 2000 se han ocupado de la nueva evangelización: (Ecclesia in Africa 1995, nº 57.63; Ecclesia in America 1999, nº 6.66: Ecclesia in Asia 1999 nº 2: Ecclesia in Oceanía 2001 nº 18).
“Como afirmaba Juan Pablo II, nueva evangelización significa rehacer el tejido cristiano de la sociedad humana, rehaciendo el tejido de las mismas comunidades cristianas”. (Nº 83)
1. Del 24 al 26 de agosto está prevista la peregrinación a la Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona con los niños de Anatolé y sus familias.
2. En septiembre será realidad que la Diócesis de Valencia contará con una capilla de Adoración Eucarística Perpetua en la parroquia de San Martín Obispo de Valencia: las 24 horas de los 365 días del año. Para ello hacen falta como mínimo 500 personas, necesarias para cubrir los 168 turnos a la semana, una hora por persona cada siete días, que permiten mantenerla abierta de forma continuada y perpetua para no dejar solo al Santísimo. Se está llevando a cabo por medio del padre Justo Lofeudo, misionero de la Santísima Eucaristía, una comunidad francesa cuyo carisma principal es la promoción y el establecimiento de capillas de adoración perpetua en todo el mundo.
Donativos recibidos para los nuevos locales en la calle Ciudad de Laval:
Ingresados hasta el 20-07-2012 : 63.296,95 €.
+ 920 €.Ingresados hasta el20-7-2012:
64.216,95 €.
Colabore en la cuenta que la parroquia tiene en
BANKIA (Paseo Germanías 82)
2038-6230-75-3000420970
Del 30 de julio al 5 de agosto de julio de 2012
Lunes 30. 19.30 h.: En sufragio de: Rosendo Roche; Esteban Rodrigo Defenech.
Martes 31. San Ignacio de Loyola. 19.30 h.: Sin intención.
Miércoles 1. San Alfonso Mª de Ligorio. 19.30 h.: Sin intención
Jueves 2. 19.30 h.: En sufragio de: Dif. Fam Ferrer-Puig.
Viernes 3. 19.30 h.: En sufragio de: Rogelio Roselló.
Sábado 4. XVIII del T.O. 19.30 h.: En sufragio de: Vicenta Peiró Castellá; Dif. Fam. García Estruch. 21.00 h.: En sufragio de: Octavio Monllor; Dif. Fam. Martí Montaner.
Domingo 5. XVIII del T.O. 12.00 h. Pro Pópulo
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