HOJA
PARROQUIAL
Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com
Domingo 28 de Julio de 2013
Queridos hermanos:
En el Evangelio de esta semana escuchamos la parábola del “amigo inoportuno”. Esta parábola invita a una oración insistente: “llamad y se os abrirá”. ¿Cuál es el mensaje de Jesús en este texto? Dios no es alguien que esté dormido y haya que despertarlo para que nos escuche, más bien a Dios no le molestamos; a Él lo que le molesta es que no le llamemos, que no oremos.
Si continuamos en la lectura del texto observamos que este amigo recibe lo que pide. Pues bien, Dios no nos concede sus dones para que le dejemos tranquilo: es más a Dios no le arrancamos sus dones, Él desea dárnoslos, a Él nadie le gana en generosidad. Dios quiere que crezcamos en hambre y en sed, y de ese modo, en conciencia personal, captemos que es un don inmerecido lo que Él nos da: capacidad de perdonar, pureza, generosidad, etc.
De esta parábola también aprendemos la importancia de la perseverancia. En el milagro de la cananea “no es bueno echar el pan de los hijos a los perritos”. Cuando Jesús escucha las palabras de esta mujer parece que ella le arranque su misericordia. Pero en el fondo hay una pedagogía de la oración: la oración humilde. Dios es infinitamente misericordioso: Él nos regala sus bienes para que los demos en profusión. Esta oración lleva a que la persona tenga la convicción de que Dios sabe más, a confiar más en Él. Sin embargo el soberbio quiere que las cosas sean así: aquí, ahora, y a mi manera. Los humildes, sin embargo, tienen una paciencia impresionante y saben que Dios actúa, escucha.
“Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?” El gran don de Dios que tenemos que aprender a pedir es el Espíritu Santo, porque en Él lo tenemos todo, y sin Él todo lo que podamos tener no sirve de nada. Es cierto que Dios da el Espíritu Santo a pesar de que no lo pidamos: su don es gratuito: “hace salir el sol sobre buenos y malos” (Mt 5, 45), pero esta petición adquiere más fuerza y valor cuando lo hacemos conscientemente.
María, tú que estuviste en las bodas de Cana y viste las necesidades de los novios, ayúdanos a acercarnos a tu hijo para pedirle cuanto necesita nuestro corazón.
Arturo vuestro vicario
+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 1-13
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: — «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo:
— «Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.”» Y les dijo:
— «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: — «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.» Él les dijo:
— «Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.”» Y les dijo:
— «Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»
Palabra del Señor
2613 S. Lucas nos ha trasmitido tres parábolas principales sobre la oración:
La primera, "el amigo importuno" (cf Lc 11, 5-13), invita a una oración insistente: "Llamad y se os abrirá". Al que ora así, el Padre del cielo "le dará todo lo que necesite", y sobre todo el Espíritu Santo que contiene todos los dones.
La segunda, "la viuda importuna" (cf Lc 18, 1-8), está centrada en una de las cualidades de la oración: es necesario orar siempre, sin cansarse, con la paciencia de la fe. "Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?"
La tercera parábola, "el fariseo y el publicano" (cf Lc 18, 9-14), se refiere a la humildad del corazón que ora. "Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador". La Iglesia no cesa de hacer suya esta oración: "¡Kyrie eleison!".
2615 Más todavía, lo que el Padre nos da cuando nuestra oración está unida a la de Jesús, es "otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad" (Jn 14, 16-17). Esta novedad de la oración y de sus condiciones aparece en todo el Discurso de despedida (cf Jn 14, 23-26; 15, 7. 16; 16, 13-15; 16, 23-27). En el Espíritu Santo, la oración cristiana es comunión de amor con el Padre, no solamente por medio de Cristo, sino también en El: "Hasta ahora nada le habéis pedido en mi Nombre. Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea perfecto" (Jn 16, 24).
2623 El día de Pentecostés, el Espíritu de la promesa se derramó sobre los discípulos, "reunidos en un mismo lugar" (Hch 2, 1), que lo esperaban "perseverando en la oración con un mismo espíritu" (Hch 1, 14). El Espíritu que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús dijo (cf Jn 14, 26), será también quien la formará en la vida de oración.
"Este es el pasaje del que se desprende el precepto de que hemos de orar en cada momento, no sólo de Día, sino también de noche; en efecto, ves que éste que a media noche va a pedir tres panes a su amigo y persevera en la demanda instantemente, no es defraudado en lo que pide. Pero, ¿qué significan estos tres panes? ¿acaso no son una figura del alimento celestial?; y es que, si amas al Señor, tu Dios, conseguirás, sin duda, lo que pides, no sólo en provecho tuyo, sino también en favor de los demás. Pues, ¿quién puede ser más amigo nuestro que Aquel que entregó su cuerpo por nosotros?" (S. Ambrosio, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas 87).
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En las dos últimas catequesis hemos reflexionado sobre la oración como fenómeno universal, que, si bien con formas distintas, está presente en las culturas de todos los tiempos. Hoy, en cambio, quiero comenzar un recorrido bíblico sobre este tema, que nos llevará a profundizar en el diálogo de alianza entre Dios y el hombre que anima la historia de salvación, hasta su culmen: la Palabra definitiva que es Jesucristo. En este camino nos detendremos en algunos textos importantes y figuras paradigmáticas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Será Abraham, el gran patriarca, padre de todos los creyentes (cf. Rm 4, 11-12.16-17), quien nos ofrecerá el primer ejemplo de oración, en el episodio de la intercesión por las ciudades de Sodoma y Gomorra. [...] Es esta la petición de justicia que Abraham expresa en su intercesión, una petición que se basa en la certeza de que el Señor es misericordioso. Abraham no pide a Dios algo contrario a su esencia; llama a la puerta del corazón de Dios pues conoce su verdadera voluntad. Ya que Sodoma es una gran ciudad, cincuenta justos parecen poca cosa, pero la justicia de Dios y su perdón, ¿no son acaso la manifestación de la fuerza del bien, aunque parece más pequeño y más débil que el mal? La destrucción de Sodoma debía frenar el mal presente en la ciudad, pero Abraham sabe que Dios tiene otros modos y otros medios para poner freno a la difusión del mal. Es el perdón el que interrumpe la espiral de pecado, y Abraham, en su diálogo con Dios, apela exactamente a esto. Y cuando el Señor acepta perdonar a la ciudad si encuentra cincuenta justos, su oración de intercesión comienza a descender hacia los abismos de la misericordia divina. Abraham —como recordamos— hace disminuir progresivamente el número de los inocentes necesarios para la salvación: si no son cincuenta, podrían bastar cuarenta y cinco, y así va bajando hasta llegar a diez, continuando con su súplica, que se hace audaz en la insistencia: «Quizá no se encuentren más de cuarenta.. treinta... veinte... diez» (cf. vv. 29.30.31.32). Y cuanto más disminuye el número, más grande se revela y se manifiesta la misericordia de Dios, que escucha con paciencia la oración, la acoge y repite después de cada súplica: «Perdonaré... no la destruiré... no lo haré» (cf. vv. 26.28.29.30.31.32). (Benedicto XVI, 18 de mayo del 2011)
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“San Juan nos dice que « Dios es Amor » (1 Jn 4, 8. 16). Todo hombre, por tanto, es invitado a « convertirse » y « creer » en el amor misericordioso de Dios por él; el Reino crecerá en a medida en que cada hombre aprenda a dirigirse a Dios como a un Padre en la intimidad de la oración (cf. Lc 11, 2; Mt 23, 9), y se esfuerce en cumplir su voluntad (cf. Mt 7, 21).” (Bto. Juan Pablo II, Redemptoris missio)
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En las dos últimas catequesis hemos reflexionado sobre la oración como fenómeno universal, que, si bien con formas distintas, está presente en las culturas de todos los tiempos. Hoy, en cambio, quiero comenzar un recorrido bíblico sobre este tema, que nos llevará a profundizar en el diálogo de alianza entre Dios y el hombre que anima la historia de salvación, hasta su culmen: la Palabra definitiva que es Jesucristo. En este camino nos detendremos en algunos textos importantes y figuras paradigmáticas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Será Abraham, el gran patriarca, padre de todos los creyentes (cf. Rm 4, 11-12.16-17), quien nos ofrecerá el primer ejemplo de oración, en el episodio de la intercesión por las ciudades de Sodoma y Gomorra. [...] Es esta la petición de justicia que Abraham expresa en su intercesión, una petición que se basa en la certeza de que el Señor es misericordioso. Abraham no pide a Dios algo contrario a su esencia; llama a la puerta del corazón de Dios pues conoce su verdadera voluntad. Ya que Sodoma es una gran ciudad, cincuenta justos parecen poca cosa, pero la justicia de Dios y su perdón, ¿no son acaso la manifestación de la fuerza del bien, aunque parece más pequeño y más débil que el mal? La destrucción de Sodoma debía frenar el mal presente en la ciudad, pero Abraham sabe que Dios tiene otros modos y otros medios para poner freno a la difusión del mal. Es el perdón el que interrumpe la espiral de pecado, y Abraham, en su diálogo con Dios, apela exactamente a esto. Y cuando el Señor acepta perdonar a la ciudad si encuentra cincuenta justos, su oración de intercesión comienza a descender hacia los abismos de la misericordia divina. Abraham —como recordamos— hace disminuir progresivamente el número de los inocentes necesarios para la salvación: si no son cincuenta, podrían bastar cuarenta y cinco, y así va bajando hasta llegar a diez, continuando con su súplica, que se hace audaz en la insistencia: «Quizá no se encuentren más de cuarenta.. treinta... veinte... diez» (cf. vv. 29.30.31.32). Y cuanto más disminuye el número, más grande se revela y se manifiesta la misericordia de Dios, que escucha con paciencia la oración, la acoge y repite después de cada súplica: «Perdonaré... no la destruiré... no lo haré» (cf. vv. 26.28.29.30.31.32). (Benedicto XVI, 18 de mayo del 2011)
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“San Juan nos dice que « Dios es Amor » (1 Jn 4, 8. 16). Todo hombre, por tanto, es invitado a « convertirse » y « creer » en el amor misericordioso de Dios por él; el Reino crecerá en a medida en que cada hombre aprenda a dirigirse a Dios como a un Padre en la intimidad de la oración (cf. Lc 11, 2; Mt 23, 9), y se esfuerce en cumplir su voluntad (cf. Mt 7, 21).” (Bto. Juan Pablo II, Redemptoris missio)
¡Madre, ayuda nuestra fe! Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada. Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa. Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe. Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar. (Francisco, Lumen fidei)
Fe, oración y decálogo
Otros dos elementos son esenciales en la transmisión fiel de la memoria de la Iglesia. En primer lugar, la oración del Señor, el Padrenuestro. En ella, el cristiano aprende a compartir la misma experiencia espiritual de Cristo y comienza a ver con los ojos de Cristo. A partir de aquel que es luz de luz, del Hijo Unigénito del Padre, también nosotros conocemos a Dios y podemos encender en los demás el deseo de acercarse a él.
Además, es también importante la conexión entre la fe y el decálogo. La fe, como hemos dicho, se presenta como un camino, una vía a recorrer, que se abre en el encuentro con el Dios vivo. Por eso, a la luz de la fe, de la confianza total en el Dios Salvador, el decálogo adquiere su verdad más profunda, contenida en las palabras que introducen los diez mandamientos: « Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto » (Ex 20,2). El decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del « yo » autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su misericordia. Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios. El decálogo es el camino de la gratitud, de la respuesta de amor, que es posible porque, en la fe, nos hemos abierto a la experiencia del amor transformante de Dios por nosotros. Y este camino recibe una nueva luz en la enseñanza de Jesús, en el Discurso de la Montaña (cf. Mt 5-7).
He tocado así los cuatro elementos que contienen el tesoro de memoria que la Iglesia transmite: la confesión de fe, la celebración de los sacramentos, el camino del decálogo, la oración. La catequesis de la Iglesia se ha organizado en torno a ellos, incluido el Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento fundamental para aquel acto unitario con el que la Iglesia comunica el contenido completo de la fe, « todo lo que ella es, todo lo que cree ». (Lumen fidei 46)
1. A nivel europeo ha surgido una iniciativa ciudadana titulada “one of us” (uno de nosotros). El objetivo de esta Iniciativa Ciudadana Europea es obtener el compromiso de la Unión en todos estos campos de no consentir ni financiar acciones que presupongan o favorezcan la destrucción de embriones humanos, así como de establecer los instrumentos adecuados de control sobre la utilización de los fondos concedidos con la finalidad de garantizar que éstos no son empleados para atentar contra la vida humana. Existe una página web donde podrán firmar para que sea una realidad este objetivo: www.unodenosotros.eu. Allí podrán firmar, tener acceso a la cuenta corriente de la asociación como otros materiales que nos presenta la web. Les invitamos a que participen en este iniciativa puesto que toda vida humana, desde el momento de la concepción, es sagrada y hay que ser defendida.
2. El jueves 1 a las 21 h. habrá una celebración penitencial para los peregrinos que participarán en el camino de Santiago en los locales parroquiales.
3. El 4 de agosto, a las 6.30 h., saldrá un grupo de peregrinos de la parroquia desde el parking de los juzgados a realizar el camino de Santiago. Esta peregrinación empezará en O Cebreiro y terminará en Santiago de Compostela, donde se celebrará una Eucaristía para ganar la indulgencia plenaria. La peregrinación terminará el lunes 12.
4. PEREGRINACIÓN: Los de la peregrinación a Javier con Anatolé del 23 al 25 de agosto.
Del 29 de julio a 4 de agosto de 2013
Lunes 29. Sta Marta. 19.30 h.: sin intención.
Martes 30. 19.30 h.: sin intención.
Miércoles 31. S. Ignacio de Loyola. 19.30 h.: En sufragio de Víctor Ferragud.
Jueves 1. S. Alfonso Mª de Ligorio. 19.30 h.: sin intención.
Viernes 2. 19.30 h.: En sufragio de los difuntos de la familia Ferrer—Puig.
Sábado 3. XVIII T.O. 19.30 h.: En sufragio de Octavio Monllor Colomina, de los difuntos de la familia García—Estruch. 21.00 h.: En sufragio de Rogelio Roselló, y difuntos familia Martí Montaner.
Domingo 4. XVIII T.O. 12.00 h. Pro Pópulo.
Martes 30. 19.30 h.: sin intención.
Miércoles 31. S. Ignacio de Loyola. 19.30 h.: En sufragio de Víctor Ferragud.
Jueves 1. S. Alfonso Mª de Ligorio. 19.30 h.: sin intención.
Viernes 2. 19.30 h.: En sufragio de los difuntos de la familia Ferrer—Puig.
Sábado 3. XVIII T.O. 19.30 h.: En sufragio de Octavio Monllor Colomina, de los difuntos de la familia García—Estruch. 21.00 h.: En sufragio de Rogelio Roselló, y difuntos familia Martí Montaner.
Domingo 4. XVIII T.O. 12.00 h. Pro Pópulo.
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