HOJA
PARROQUIAL
Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com
Este fin de semana la Iglesia celebra la Jornada mundial del enfermo. Para este año el Santo Padre, con su mensaje a los enfermos, resalta en éste los sacramentos de curación, es decir: unción de enfermos, penitencia para concluir su discurso con la Eucaristía. Estos son algunos de los pasajes del mensaje:
“El sacramento de la penitencia ha sido, a menudo, el centro de reflexión de los pastores de la Iglesia, por su gran importancia en el camino de la vida cristiana, ya que «toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une a Él con profunda amistad» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1468). La Iglesia, continuando el anuncio de perdón y reconciliación, proclamado por Jesús, no cesa de invitar a toda la humanidad a convertirse y a creer en el Evangelio. Así lo dice el apóstol Pablo: «Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo, os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). [...] De la lectura del Evangelio emerge, claramente, cómo Jesús ha mostrado una particular predilección por los enfermos. Él no sólo ha enviado a sus discípulos a curar las heridas (cf. Mt 10,8; Lc 9,2; 10,9), sino que también ha instituido para ellos un sacramento específico: la unción de los enfermos. La carta de Santiago atestigua la presencia de este gesto sacramental ya en la primera comunidad cristiana (cf. 5,14-16): con la unción de los enfermos, acompañada con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les alivie sus penas y los salve; es más, les exhorta a unirse espiritualmente a la pasión y a la muerte de Cristo, para contribuir, de este modo, al bien del Pueblo de Dios. [...] Junto a estos dos sacramentos, quisiera también subrayar la importancia de la eucaristía. Cuando se recibe en el momento de la enfermedad contribuye de manera singular a realizar esta transformación, asociando a quien se nutre con el Cuerpo y la Sangre de Jesús al ofrecimiento que él ha hecho de sí mismo al Padre para la salvación de todos.”
María, salud de los enfermos, que estuviste a los pies de la Cruz, da a tus hijos firmeza en la fe y mantenlos alegres en la esperanza, pues en la cruz está Cristo victorioso. (Jornada mundial del enfermo 2012)
Lectura del santo evangelio según San Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: —«Si quieres, puedes limpiarme». Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: —«Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: —«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: —«Si quieres, puedes limpiarme». Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: —«Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: —«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
“Dios Todopoderoso, que te revelas amorosamente a los hombres por medio de hechos y palabras. Te pedimos por intercesión del evangelista san Marcos, que meditando la Buena Nueva del Evangelio
sigamos el camino de Jesucristo, la Palabra hecha carne en el seno de María.” (Oración a S. Marcos, evangelista)
“Y no le ruega como quiera, sino con gran fervor, postrado a sus pies, con verdadera fe y con la opinión que de él se debe tener. Porque no dijo: “Si se lo pides a Dios”, ni: “Si haces oración”, sino: Si quieres, puedes limpiarme. Tampoco dijo: “Señor, límpiame.” No: todo se lo encomienda a Él: a Él hace señor de su curación; Él atestigua que tiene toda la autoridad. -¿Y qué –me dirás– si la opinión del leproso era equivocada? -En ese caso, hubiera debido el Señor deshacérsela, reprenderle y corregirle. Ahora bien, ¿fue eso lo que hizo? De ninguna manera. Todo lo contrario. Lo que hace es aceptar y confirmar lo que el leproso le había dicho. Por ello precisamente no le responde: “Queda limpio”, sino: Quiero, queda limpio; con lo que el dogma ya no se fundaba en la mera suposición del leproso, sino en la sentencia misma del Señor. No obraron así los apóstoles. ¿Pues cómo? Cuando toda la muchedumbre los rodeaba llena de estupor, ellos decían: ¿Por qué nos miráis a nosotros, como si por propio poder o autoridad hubiéramos hecho andar a este hombre? Mas el Señor, que muchas veces habló de sí humildemente y por bajo de lo que a su gloria corresponde, ¿qué dice aquí para confirmar el dogma, en el momento en que todos le admiraban por su autoridad? -Quiero, sé limpio. A la verdad, con haber él hecho tantos y tan grandes milagros, en ninguna parte aparece haya repetido esta palabra.” (S. Juan Crisóstomo, homilía 25)
“Y no le ruega como quiera, sino con gran fervor, postrado a sus pies, con verdadera fe y con la opinión que de él se debe tener. Porque no dijo: “Si se lo pides a Dios”, ni: “Si haces oración”, sino: Si quieres, puedes limpiarme. Tampoco dijo: “Señor, límpiame.” No: todo se lo encomienda a Él: a Él hace señor de su curación; Él atestigua que tiene toda la autoridad. -¿Y qué –me dirás– si la opinión del leproso era equivocada? -En ese caso, hubiera debido el Señor deshacérsela, reprenderle y corregirle. Ahora bien, ¿fue eso lo que hizo? De ninguna manera. Todo lo contrario. Lo que hace es aceptar y confirmar lo que el leproso le había dicho. Por ello precisamente no le responde: “Queda limpio”, sino: Quiero, queda limpio; con lo que el dogma ya no se fundaba en la mera suposición del leproso, sino en la sentencia misma del Señor. No obraron así los apóstoles. ¿Pues cómo? Cuando toda la muchedumbre los rodeaba llena de estupor, ellos decían: ¿Por qué nos miráis a nosotros, como si por propio poder o autoridad hubiéramos hecho andar a este hombre? Mas el Señor, que muchas veces habló de sí humildemente y por bajo de lo que a su gloria corresponde, ¿qué dice aquí para confirmar el dogma, en el momento en que todos le admiraban por su autoridad? -Quiero, sé limpio. A la verdad, con haber él hecho tantos y tan grandes milagros, en ninguna parte aparece haya repetido esta palabra.” (S. Juan Crisóstomo, homilía 25)
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Jesús le dijo al leproso: "Queda limpio". Según la antigua ley judía (cf. Lv 13-14), la lepra no sólo era considerada una enfermedad, sino la más grave forma de "impureza" ritual. Correspondía a los sacerdotes diagnosticarla y declarar impuro al enfermo, el cual debía ser alejado de la comunidad y estar fuera de los poblados, hasta su posible curación bien certificada. Por eso, la lepra constituía una suerte de muerte religiosa y civil, y su curación una especie de resurrección. En la lepra se puede vislumbrar un símbolo del pecado, que es la verdadera impureza del corazón, capaz de alejarnos de Dios. En efecto, no es la enfermedad física de la lepra lo que nos separa de él, como preveían las antiguas normas, sino la culpa, el mal espiritual y moral. Por eso el salmista exclama: "Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado". Y después, dirigiéndose a Dios, añade: "Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: "Confesaré al Señor mi culpa", y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Los pecados que cometemos nos alejan de Dios y, si no se confiesan humildemente, confiando en la misericordia divina, llegan incluso a producir la muerte del alma. Así pues, este milagro reviste un fuerte valor simbólico. Como había profetizado Isaías, Jesús es el Siervo del Señor que "cargó con nuestros sufrimientos y soportó nuestros dolores" (Is 53, 4). En su pasión llegó a ser como un leproso, hecho impuro por nuestros pecados, separado de Dios: todo esto lo hizo por amor, para obtenernos la reconciliación, el perdón y la salvación." (Sal 32, 1.5). (Benedicto XVI, Ángelus 15 febrero 2009)
1504 A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Mc 5,34.36; 9,23). Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (cf Mc 7,32-36; 8, 22-25), barro y ablución (cf Jn 9,6s). Los enfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1,41; 3,10; 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos.
Jesús le dijo al leproso: "Queda limpio". Según la antigua ley judía (cf. Lv 13-14), la lepra no sólo era considerada una enfermedad, sino la más grave forma de "impureza" ritual. Correspondía a los sacerdotes diagnosticarla y declarar impuro al enfermo, el cual debía ser alejado de la comunidad y estar fuera de los poblados, hasta su posible curación bien certificada. Por eso, la lepra constituía una suerte de muerte religiosa y civil, y su curación una especie de resurrección. En la lepra se puede vislumbrar un símbolo del pecado, que es la verdadera impureza del corazón, capaz de alejarnos de Dios. En efecto, no es la enfermedad física de la lepra lo que nos separa de él, como preveían las antiguas normas, sino la culpa, el mal espiritual y moral. Por eso el salmista exclama: "Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado". Y después, dirigiéndose a Dios, añade: "Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: "Confesaré al Señor mi culpa", y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Los pecados que cometemos nos alejan de Dios y, si no se confiesan humildemente, confiando en la misericordia divina, llegan incluso a producir la muerte del alma. Así pues, este milagro reviste un fuerte valor simbólico. Como había profetizado Isaías, Jesús es el Siervo del Señor que "cargó con nuestros sufrimientos y soportó nuestros dolores" (Is 53, 4). En su pasión llegó a ser como un leproso, hecho impuro por nuestros pecados, separado de Dios: todo esto lo hizo por amor, para obtenernos la reconciliación, el perdón y la salvación." (Sal 32, 1.5). (Benedicto XVI, Ángelus 15 febrero 2009)
1504 A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Mc 5,34.36; 9,23). Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (cf Mc 7,32-36; 8, 22-25), barro y ablución (cf Jn 9,6s). Los enfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1,41; 3,10; 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos.
1505 Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8,17; cf Is 53,4). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf Is 53,4-6) y quitó el "pecado del mundo" (Jn 1,29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con él y nos une a su pasión redentora.
2520 El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue
- mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad permite amar con un corazón recto e indiviso,
– mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin verdadero del hombre: con un ojo simple el bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios (cf Rm 12,2; Col 1,10);
– mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante la disciplina de los sentidos y la imaginación; mediante el rechazo de toda complacencia en los pensamientos impuros que inclinan a apartarse del camino de los mandamientos divinos: "la vista despierta la pasión de los insensatos" (Sb 15,5);
– mediante la oración
2616 La oración a Jesús ya ha sido escuchada por él durante su ministerio, a través de los signos que anticipan el poder de su muerte y de su resurrección: Jesús escucha la oración de fe expresada en palabras (el leproso: cf Mc 1, 40-41; Jairo: cf Mc 5, 36; la cananea: cf Mc 7, 29; el buen ladrón: cf Lc 23, 39-43), o en silencio (los portadores del paralítico: cf Mc 2, 5; la hemorroísa que toca su vestido: cf Mc 5, 28; las lágrimas y el perfume de la pecadora: cf Lc 7, 37-38). La petición apremiante de los ciegos: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!" (Mt 9, 27) o "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: "¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de mí, pecador!" Curando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria que le suplica con fe: "Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!".
La Oficina de Prensa de la Santa Sede dio a conocer la Carta Apostólica en forma motu proprio Porta Fidei en la que el Papa Benedicto XVI convoca a un Año de la Fe. El Santo Padre anunció el Año de la Fe que se iniciará el 11 de octubre de 2012, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. A partir de este año iremos conociendo el mensaje del Santo Padre que publicó el día 11 de octubre del 2011.
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1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.
2520 El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue
- mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad permite amar con un corazón recto e indiviso,
– mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin verdadero del hombre: con un ojo simple el bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios (cf Rm 12,2; Col 1,10);
– mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante la disciplina de los sentidos y la imaginación; mediante el rechazo de toda complacencia en los pensamientos impuros que inclinan a apartarse del camino de los mandamientos divinos: "la vista despierta la pasión de los insensatos" (Sb 15,5);
– mediante la oración
2616 La oración a Jesús ya ha sido escuchada por él durante su ministerio, a través de los signos que anticipan el poder de su muerte y de su resurrección: Jesús escucha la oración de fe expresada en palabras (el leproso: cf Mc 1, 40-41; Jairo: cf Mc 5, 36; la cananea: cf Mc 7, 29; el buen ladrón: cf Lc 23, 39-43), o en silencio (los portadores del paralítico: cf Mc 2, 5; la hemorroísa que toca su vestido: cf Mc 5, 28; las lágrimas y el perfume de la pecadora: cf Lc 7, 37-38). La petición apremiante de los ciegos: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!" (Mt 9, 27) o "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: "¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de mí, pecador!" Curando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria que le suplica con fe: "Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!".
La Oficina de Prensa de la Santa Sede dio a conocer la Carta Apostólica en forma motu proprio Porta Fidei en la que el Papa Benedicto XVI convoca a un Año de la Fe. El Santo Padre anunció el Año de la Fe que se iniciará el 11 de octubre de 2012, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. A partir de este año iremos conociendo el mensaje del Santo Padre que publicó el día 11 de octubre del 2011.
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1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.
- La formación arciprestal de catequistas será el mismo lunes a las 20.30 h. en los locales nuevos.
- Catequesis para jóvenes y adultos en los locales parroquiales los martes y los viernes a las 9.30 de la noche.
- El miércoles habrá un encuentro de alumnos de Religión de 4º ESO y Bachillerato en La Font d´En Carros.
- El Curso básico de voluntariado para los agentes de Cáritas será el miércoles a las 18.30 h.
- El mismo miércoles 15 estará la 3ª sesión del curso “La palabra de Dios en la liturgia” a las 20.30 h. en la sala catecumenium.
- El próximo sábado 18 de febrero es el Encuentro de Catequistas de la Vicaría en el Colegio Calderón del Grau de Gandía de 10 h. a 13.15 h. para catequistas de infancia, adolescencia, juventud y de adultos, pero también a los profesores de religión, educadores o padres que puedan estar interesados.
- Los niños de 1º curso de comunión tendrán la entrega del Shemà en la Eucaristía del próximo sábado 18, a las 6 de la tarde.
Donativos recibidos para los nuevos locales en la calle Ciudad de Laval:
Ingresados hasta el 03-02-2012: 54.602,72 €.
+ 0 €
Ingresados hasta el 10-02-2012:
54.622,72 €.
Colabore en la cuenta que la parroquia tiene en
BANCAJA (Paseo Germanías 82)
2077-0249-55-1101860850
Del 13 al 19 de febrero de 2012
Lunes 13. 19.30 h.: Sin intención. Martes 14. S. Cirilo y S. Metodio. 19.30 h.: Sin intención.
Miércoles 15. 19.30 h.: Sin intención.
Jueves 16. 19.30 h.: Sin intención.
Viernes 17. 19.30 h.: Sin intención.
Sábado 18. VII T.O. 18.00 h.: Con niños. Sin intención. 19.30 h.: Sin intención. . 21.00 h.: Sin intención.
Domingo 19. VII T.O. 12.00 h. Pro Pópulo.
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