24 de febrero de 2012

Domingo 26 de febrero. I CUA 2012 B

HOJA
PARROQUIAL
Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com

Domingo 26 de febrero de 2012.  

    Queridos hermanos:
El pasado miércoles comenzábamos la Santa Cuaresma con el rito de la imposición de la ceniza. Entonces la lecturas y oraciones de la Eucaristía nos invitaban a emprender un camino de verdadera conversión. En el evangelio del pasado miércoles “Jesús, poniéndonos en guardia contra la carcoma de la vanidad que lleva a la ostentación y a la hipocresía, a la superficialidad y a la auto-complacencia, reafirma la necesidad de alimentar la rectitud del corazón. Al mismo tiempo, muestra el medio para crecer en esta pureza de intención: cultivar la intimidad con el Padre celestial.” (Benedicto XVI. 25 de febrero de 2009).
El tiempo de Cuaresma viene a regalarnos la gracia de eliminar las durezas del corazón, que impiden ser sensibles a la acción del Espíritu Santo. Estos cuarenta días nos recuerdan los cuarenta días de las tentaciones de Jesús en el desierto o los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto. Vienen a ayudarnos a ponernos en manos de Dios para que modele él su obra en nosotros.
Dice un cuento que un marido y su mujer estaban en la escalera intentando mover un viejo armario. Los vio un cuñado. - Os echo una mano -, dijo mientras se acercaba. Y agarró una esquina del mueble. Pocos minutos más tarde, incapaces de mover el armario ni siquiera un centímetro, los tres se tomaron un instante de reposo. - ¡Cómo cuesta subir el bendito armario!-, comentó el cuñado. El marido y la mujer se miraron sonrientes y dijeron: - ¡Pero si nosotros estábamos intentando bajarlo! (Bruno Ferrero. El canto del grillo. pág.54)
Algo parecido a lo que narra este cuento nos pasa con el Espíritu Santo. Las mociones o movimientos del Espíritu van en una dirección y tantas veces nuestra vida, nuestros pensamientos, palabras, obras, sentimientos, memoria, entendimiento, voluntad, deseos… van en otra dirección. Incluso pensamos, en tantas ocasiones, que estamos colaborando con el Espíritu Santo y en realidad solamente le ofrecemos resistencia. Podemos estar en la Iglesia, ser catequistas, maestros, padres de familia, sacerdotes… y estar empujando en dirección contraria al soplo del Espíritu.
En el Evangelio de este domingo aparece Jesús, de tal forma unido en intimidad a su Padre, que no opone ninguna resistencia al Espíritu Santo, que le empuja (le arroja) al desierto para ser tentado por Satanás. Y salió vencedor. Con las armas de la oración, el ayuno y la limosna, pidamos que venza en nosotros Aquel que venció para nosotros.

Jesús, vuestro párroco

Del evangelio según San Marcos  (1, 12-15)

En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
“Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”.
Palabra del Señor

Señor Jesús, que en los cuarenta días pasados en el desierto nos has enseñado a vencer la tentación con la Palabra de Dios. Señor Jesús, que al llamarnos a la conversión nos das la fuerza para unirnos a Ti, pues en tu Palabra nos convertiremos a Ti. Señor Jesús que nos atraes hacia ti por medio de la Santa Cuaresma, tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. Peregrinación en la que Tú mismo nos acompañas a través del desierto de nuestra pobreza, para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Mientras el tentador nos mueve a desesperarnos o a confiar de manera ilusoria en nuestras propias fuerzas, Tú nos guardas y sostienes. Concédenos que aceptemos tu amor y nos dejemos atraer por él, viviéndolo como Buena Noticia. Danos la Fuerza del Espíritu Santo que te guió por el desierto para proseguir la “batalla espiritual” de la Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la limosna. Que la Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en “tabernáculo viviente de Dios”. (Adaptado a partir de diversos mensajes para la Cuaresma de Benedicto XVI)

SOBRE EL MODO DE OBSERVAR EL AYUNO Y LA ABSTINENCIA.
Deben tenerse en cuenta las siguientes normas:
- En la Iglesia universal, son días y tiempos penitenciales todos los viernes del año y el tiempo de Cuaresma (canon 1250).
- Se retiene la práctica penitencial tradicional de los viernes del año, consistente en la abstinencia de carnes; pero puede ser sustituida, según la libre voluntad de los fieles, por cualquiera de las siguientes prácticas recomendadas por la Iglesia: lectura de la Sagrada Escritura, limosna (en la cuantía que cada uno estime en conciencia), otras obras de caridad (visita de enfermos o atribulados), obras de piedad (participación en la Santa Misa, rezo del rosario, etc.) y mortificaciones corporales.
- Sin embargo, en los viernes de cuaresma debe guardarse la abstinencia de carnes, sin que pueda ser sustituida por ninguna otra práctica. El deber de la abstinencia de carnes dejará de obligar en los viernes que coincidan con una solemnidad y también si se ha obtenido la legítima dispensa.
- En cuanto al ayuno, que ha de guardarse el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, consiste en no hacer sino una sola comida al día; pero no se prohíbe tomar algo de alimento a la mañana y a la noche, guardando las legítimas costumbres respecto a la cantidad y calidad de los alimentos. (Conferencia Episcopal Española. 6 de febrero de 1986)
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“El Señor nos libra del mal no cuando el enemigo deja de presentarnos batalla valiéndose de sus mil artes, sino cuando vencemos, arrostrando con valor los acontecimientos. Así leemos: "Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas lo libra el Señor" (Sal 33,20). Porque Dios libra de las tribulaciones no cuando las hace desaparecer, ya que dice el Apóstol "en mil maneras somos atribulados" (2Cor 4,3), como si nunca nos fuéramos a ver libres de ellas, sino cuando por la ayuda de Dios no nos abatimos al sufrir tribulación, por eso añade san Pablo "atribulados más no abatidos". Debemos, pues, pedir a Dios, que si somos tentados no perezcamos ni seamos abrasados por "los encendidos dardos que nos lanza el maligno" (Ef 6,16). Estos dardos prenden fuego en todos aquellos cuyos "corazones estaban prestos como un horno" (Os 7,6); en cambio no se inflaman los que "con el escudo de la fe hacen inútiles los encendidos dardos del maligno" (Ef 6,16), teniendo en sí mismos "ríos de agua que saltan hasta la vidia eterna" (Jn 4,14), que impiden el incremento del fuego del maligno, extinguiéndolo fácilmente con un diluvio de pensamientos divinos y saludables. “ (Orígenes)
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«Estaba entre los animales y los ángeles le servían». Jesús estaba entre los animales y, por ello, los ángeles le servían. «No entregues a los animales—dice la Escritura—el alma que te reconoce». Estos animales son los que el Señor pisoteaba con el pie del Evangelio, es decir, pisoteaba al león y al dragón. «Y los ángeles le servían». No debe considerarse como algo grande y maravilloso el que los ángeles sirvieran a Dios, pues no hay nada de extraordinario en que los siervos sirvan al Señor, pero todo esto se dice del hombre, asumido por Dios. «Estaba entre los animales». Dios no puede estar entre los animales, pero su carne, que está sujeta a las humanas tentaciones, aquel cuerpo, aquella carne, que sintió sed, que sintió hambre, esa misma carne es tentada, y vence, y en ella vencemos nosotros». (San Jerónimo. Comentario al Evangelio de San Marcos).


LAS TENTACIONES EN EL DESIERTO
538     Los Evangelios hablan de un tiempo de soledad de Jesús en el desierto inmediatamente después de su bautismo por Juan: "Impulsado por el Espíritu" al desierto, Jesús permanece allí sin comer durante cuarenta días; vive entre los animales y los ángeles le servían (cf. Mc 1, 12-13). Al final de este tiempo, Satanás le tienta tres veces tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel en el desierto, y el diablo se aleja de él "hasta el tiempo determinado" (Lc 4, 13).

539    Los evangelistas indican el sentido salvífico de este acontecimiento misterioso. Jesús es el nuevo Adán que permaneció fiel allí donde el primero sucumbió a la tentación. Jesús cumplió perfectamente la vocación de Israel: al contrario de los que anteriormente provocaron a Dios durante cuarenta años por el desierto (cf. Sal 95, 10), Cristo se revela como el Siervo de Dios totalmente obediente a la voluntad divina. En esto Jesús es vencedor del diablo; él ha "atado al hombre fuerte" para despojarle de lo que se había apropiado (Mc 3, 27). La victoria de Jesús en el desierto sobre el Tentador es un anticipo de la victoria de la Pasión, suprema obediencia de su amor filial al Padre.

540    La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16, 21-23) le quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro: "Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Hb 4, 15). La Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto.
LA CUARESMA, TIEMPO DE PENITENCIA
1438    Los tiempos y los días de penitencia a lo largo del año litúrgico (el tiempo de Cuaresma, cada viernes en memoria de la muerte del Señor) son momentos fuertes de la práctica penitencial de la Iglesia (cf SC 109-110; CIC can. 1249-1253; CCEO 880-883). Estos tiempos son particularmente apropiados para los ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las peregrinaciones como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la limosna, la comunicación cristiana de bienes (obras caritativas y misioneras).

El domingo 26 a las 5 tarde habrá oración con la Palabra de Dios para jóvenes en los locales de nuestra parroquia.
El lunes 27 de febrero a las 20.00 h. tendrá lugar la Formación Arciprestal de catequistas en los nuevos locales parroquiales sobre cuestiones de catequética fundamental.
El lunes 27 de febrero: Formación de Cáritas Los Lunes Compartidos: a cargo del sacerdote delegado de Cáritas Diocesana de Valencia, D José Máximo, sobre Doctrina Social de la Iglesia, en el salón de actos de la Residencia de los padres jesuitas, a las 20.00 horas.
El lunes 27 de febrero a las 20.30 h. Vísperas preparadas por el Grupo de Oración.
El Curso básico de voluntariado también será el miércoles 29 a de las 18.30 a las 20.30 h.
El miércoles 29 de febrero a las 20.30 h. tendrá lugar la 4ª sesión del Curso de lector.
El jueves 1 de marzo, 1er jueves de mes, habrá Adoración del Santísimo Sacramento a las 20.30 h.
El viernes 2 de marzo desde las 10 de la mañana tendrá lugar la visita ordinaria a enfermos.
El sábado 3 de marzo de 11.00 a 13.00 h. en la Parroquia de Cristo Rey de Gandía habrá reunión formativa arciprestal de Pastoral de la Salud.
El sábado 3 de marzo los jóvenes de confirmación de la parroquia irán de excursión al Mondúver.
El sábado 3 de marzo en la misa de 6 tarde se hará la entrega del Padrenuestro a los niños de 2º de comunión.
El sábado 3 y domingo 4 de marzo será el Día del Seminario. Os invitamos a rezar por los seminaristas, por sus formadores y por las vocaciones al sacerdocio. La colecta irá destinada íntegramente a esta realidad tan importante de la Diócesis.


Queremos invitar a la comunidad parroquial a compartir la carga de la cruz, o aliviar en su Vía Crucis, a tantas personas y familias que ahora viven crucificadas por la injusticia, la crisis, el paro, la pobreza, el desamparo, la necesidad. Es una llamada a la comunidad para ser agentes de resurrección, para dar vida donde se vive en muerte, para dar esperanza donde la desesperanza mata. Puedes hacer tus aportaciones a realidades concretas que encontrarás en la cruz de la entrada de la Iglesia. Sólo tenéis que elegir del listado de necesidades que hay clavadas en la cruz, aquella en la que vosotros queráis colaborar con vuestra aportación, y así, cada semana, iremos tachando de la lista las necesidades que ya estén cubiertas. Podréis entregar las ayudas en sobres donde se especifique la ayuda concreta o entregándolo a los sacerdotes o en el buzón parroquial. Muchas gracias en nombre de los que más lo necesitan.

Todos los viernes de Cuaresma son días de abstinencia de comer carne.
De lunes a viernes, a las 6’30 de la mañana, se reza la oración comunitaria de Laudes en el Templo parroquial de modo solemne y cantado. Y a las 9.30 h. Oración de la mañana con Exposición del Santísimo Sacramento en la Capilla de la Comunión.
Los viernes de Cuaresma se hará el Ejercicio del Vía Crucis a las 7 tarde.
El domingo 4 de marzo de 4.30 tarde hasta las 8 noche habrá Retiro Espiritual en la Parroquia.
Horario confesiones: De lunes a viernes, de 7.00 a 7.30 tarde y antes de las misas de sábado y domingo.
De cara a la Semana de la Vida se invita a los niños a realizar dibujos por la vida que serán expuestos en un panel.

Donativos recibidos para los nuevos locales en la calle Ciudad de Laval:
Ingresados hasta el 07-02-2012: 54.622,72 €.
+ 300,50 €
Ingresados hasta el 13-01-2012:
54.923,22 €.
Colabore en la cuenta que la parroquia tiene en
BANCAJA (Paseo Germanías 82)
2077-0249-55-1101860850

Del 27 de febrero al 4 de marzo de 2012 
Lunes 27. 19.30 h.: Sin intención. 
Martes 28. (En Misa de 18 h.): En sufragio de Nuria Suárez Fernández. 19.30 h.: En sufragio de Gonzalo Moll y Luis Borull. 
Miércoles 29. 19.30 h.: Sin intención. 
Jueves 1. 19.30 h.: En sufragio de Rosendo Roche. 
Viernes 2. 19.30 h.: En sufragio de los difuntos de la familia Ferrer-Puig. 
Sábado 3. II CUARESMA.18.00 h.: Con niños. En sufragio de los difuntos de la familia García Estruch. 19.30 h.: En sufragio de Rogelio Roselló. 21.00 h.: Sin intención. 
Domingo 4. II CUARESMA. 12.00 h. Pro Pópulo.


19 de febrero de 2012

Domingo 19 de febrero. VII TO B 2012

HOJA
PARROQUIAL
Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com

Domingo 19 de febreroenero de 2012.

Queridos hermanos:

A lo largo de estas semanas hemos escuchado, en particular a través de los Evangelios, que Cristo “manifiesta su amor para con los pobres y los enfermos, para con los pequeños y los pecadores” (MR Plegaria eucarística V/c). En el Evangelio de hoy, se nos relata la curación de un paralítico, que es llevado ante Jesús por medio de cuatro personas (Mc 2, 1-12). Este relato evangélico, rico en detalles catequéticos, los percibimos si hacemos una lectura orante y meditada de la palabra divina:

“v.1. La casa, una figura "materna", es símbolo de una comunidad cristiana en la que las relaciones humanas deberían crecer siempre hacia el amor perfecto.

v. 2: Jesús está en el centro de la casa y comunica la Palabra. La Palabra y la acción de Jesús deben transformar sus corazones.

v. 3: El paralítico: el hombre es creado por Dios como aquel que se encuentra siempre en camino hacia la casa del Padre. Pararse en este camino es retroceder. Por eso, la parálisis de que habla Marcos representa el nivel más profundo de la enfermedad externa. El paralítico en sentido espiritual es aquel que ha perdido la propia identidad, no logra moverse, no vive en plenitud lo que Dios le ofrece. En este relato, el hombre enfermo no posee un nombre propio: su identidad es la parálisis.

"Sostenido por cuatro hombres": son las cuatro personas que llevan al paralítico. El "cuatro" es el símbolo de los cuatro elementos, es decir, del cosmos entero. Todo nos puede llevar a Cristo, todo tiende hacia él... (Col 1,16s). Los Padres han visto en estos cuatro hombres a los cuatro evangelistas: su anuncio lleva a todos los hombres a Jesús.

v. 11- "Vete a tu casa". La casa del hombre es Dios mismo. El hombre sanado puede caminar hacia el Padre, volver a su eterna morada (Qo 12,5). Esta "resurrección" se cumple públicamente, delante de todos. Jesús puede indicar que este don les pertenece a todos. También ahora es así: la gente glorifica a Dios, porque el hombre liberado de su pecado puede caminar hacia el Padre.” (Lectio divina ciclo B, Vol. 7).

María, concédenos escuchar la palabra de tu Hijo para que pueda llevar al cansado una palabra alentadora.

Arturo vuestro vicario

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 2, 1-12

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: — «Hijo, tus pecados quedan perdonados.» Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: — «¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdo­nar pecados, fuera de Dios?» Jesús se dió cuenta de lo que pensaban y les dijo: — «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al para­lítico “tus pecados quedan perdonados” o decirle ”levántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que cl Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados.» Entonces le dijo al paralítico: — «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.» Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vis­ta de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: — «Nunca hemos visto una cosa igual.»

“Oh Señora mía, Santa María: hoy y todos los días y en la hora de mi muerte, me encomiendo a tu bendita fidelidad y singular custodia, y pongo en el seno de tu misericordia mi alma y mi cuerpo; te recomiendo toda mi esperanza y mi consuelo, todas mis angustias y miserias, mi vida y el fin de ella: para que por tu santísima intercesión, y por tus méritos, todas mis obras vayan dirigidas y dispuestas conforme a tu voluntad y a la de tu Hijo. Amén.” (Oración de S. Luis Gonzaga)

“Quien atentamente considere qué gran cosa sea poder aproximarse a aquella dichosa y simple naturaleza, aun siendo hombre y hombre plasmado de carne y sangre, comprenderá perfectamente el inmenso honor de que la gracia del Espíritu ha revestido a los sacerdotes. Pues por sus manos se realizan no sólo los mencionados misterios, sino otros ministerios en nada inferiores, tanto en razón de su propia dignidad, como a causa de nuestra salvación. En efecto, a personas que moran en la tierra y en la tierra tienen sus ocupaciones se les ha encomendado la administración de los tesoros del cielo, y han recibido un poder que Dios no otorgó ni a los ángeles ni a los arcángeles. Pues no se les dijo a ellos: Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. En verdad que los que, en la tierra, ejercen la autoridad, tienen también el poder de atar, pero sólo los cuerpos; en cambio el poder vinculante del sacerdote afecta al alma y penetra los cielos: y todo lo que los sacerdotes hacen aquí abajo, lo ratifica Dios allá arriba, y la sentencia de los siervos es confirmada por el mismo Señor. [...] A ellos, precisamente a ellos, les ha sido confiada la misión del nacimiento espiritual y la regeneración por el bautismo: por ellos nos revestimos de Cristo, somos sepultados con el Hijo de Dios y nos convertimos en miembros de aquella bienaventurada cabeza. Ellos son los autores de nuestra divina generación, a saber, de aquella feliz regeneración, la de la libertad verdadera y de la filiación por la gracia.” (S. Juan Crisóstomo, Tratado sobre el sacerdocio)

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“En la plenitud de los tiempos, el Hijo de Dios, viniendo como el Cordero que quita y carga sobre sí el pecado del mundo, aparece como el que tiene el poder tanto de juzgar como el de perdonar los pecados, y que ha venido no para condenar, sino para perdonar y salvar. Ahora bien, este poder de perdonar los pecados Jesús lo confiere, mediante el Espíritu Santo, a simples hombres, sujetos ellos mismos a la insidia del pecado, es decir a sus Apóstoles: «Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retuviereis, les serán retenidos». Es ésta una de las novedades evangélicas más notables. Jesús confirió tal poder a los Apóstoles incluso como transmisible —así lo ha en tendido la Iglesia desde sus comienzos— a sus sucesores, investidos por los mismos Apóstoles de la misión y responsabilidad de continuar su obra de anunciadores del Evangelio y de ministros de la obra redentora de Cristo.” (Recontiliatio et paenitentia, 29)


430 Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión (cf. Lc 1, 31). Ya que "¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?"(Mc 2, 7), es él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21). En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de la salvación en favor de los hombres.

589 Jesús escandalizó sobre todo porque identificó su conducta misericordiosa hacia los pecadores con la actitud de Dios mismo con respecto a ellos (cf. Mt 9, 13; Os 6, 6). Llegó incluso a dejar entender que compartiendo la mesa con los pecadores (cf. Lc 15, 1-2), los admitía al banquete mesiánico (cf. Lc 15, 22-32). Pero es especialmente, al perdonar los pecados, cuando Jesús puso a las autoridades de Israel ante un dilema. Porque como ellas dicen, justamente asombradas, "¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" (Mc 2, 7). Al perdonar los pecados, o bien Jesús blasfema porque es un hombre que pretende hacerse igual a Dios (cf. Jn 5, 18; 10, 33) o bien dice verdad y su persona hace presente y revela el Nombre de Dios (cf. Jn 17, 6-26).

1421 El Señor Jesucristo, médico de nuestras almas y de nuestros cuerpos, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (cf Mc 2,1-12), quiso que su Iglesia continuase, en la fuerza del Espíritu Santo, su obra de curación y de salvación, incluso en sus propios miembros. Este es finalidad de los dos sacramentos de curación: del sacramento de la Penitencia y de la Unción de los enfermos.

1441 Sólo Dios perdona los pecados (cf Mc 2,7). Porque Jesús es el Hijo de Dios, dice de sí mismo: "El Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados en la tierra" (Mc 2,10) y ejerce ese poder divino: "Tus pecados están perdonados" (Mc 2,5; Lc 7,48). Más aún, en virtud de su autoridad divina, Jesús confiere este poder a los hombres (cf Jn 20,21-23) para que lo ejerzan en su nombre.

1484 "La confesión individual e íntegra y la absolución continúan siendo el único modo ordinario para que los fieles se reconcilien con Dios y la Iglesia, a no ser que una imposibilidad física o moral excuse de este modo de confesión" (OP 31). Y esto se establece así por razones profundas. Cristo actúa en cada uno de los sacramentos. Se dirige personalmente a cada uno de los pecadores: "Hijo, tus pecados están perdonados" (Mc 2,5); es el médico que se inclina sobre cada uno de los enfermos que tienen necesidad de él (cf Mc 2,17) para curarlos; los restaura y los devuelve a la comunión fraterna. Por tanto, la confesión personal es la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

- El lunes 20 de febrero a las 6 de la tarde y a las 8.30 h. habrá reunión con los padres de 1º de catequesis.

- El mismo día 20 estará la sesión de los Lunes Compartidos a las 18,30 h. en el Palacio Ducal para los agentes de Cáritas.

- El mismo lunes, el equipo del IDR tendrá su charla de formación a las 20.30 h.

- Catequesis para jóvenes y adultos en los locales parroquiales los martes y los viernes a las 9.30 de la noche.

- El martes 21 de febrero a las 6 de la tarde y a las 8.30 h. habrá reunión con los padres de 2º de catequesis.

- El Curso básico de voluntariado también será el miércoles 22 a partir de las 18.30 h.

- El equipo de Cáritas se reunirá el jueves 23 a las 17 h.

- Los niños de 3º curso de comunión tendrán el rito de entrega del Credo en la Misa de las 18 h.

- El sábado 25 de febrero tendrá lugar en Benissa el retiro de profesores de religión.

- El mismo día en Valencia, Centro Arrupe, tendrá lugar las IX Jornadas de Pastoral de la Salud.

- El domingo 26 a las 5 tarde habrá oración con la Palabra de Dios para jóvenes en los locales de nuestra parroquia.

 

 

Donativos recibidos para los nuevos locales en la calle Ciudad de Laval:
Ingresados hasta el 13-01-2012: 54.622,72 €.
+ 0 €
Ingresados hasta el 13-01-2012:
54.622,72 €.
Colabore en la cuenta que la parroquia tiene en
BANCAJA (Paseo Germanías 82)
2077-0249-55-1101860850

Del 20 de febrero al 26 de febrero de 2012

Lunes 20.  19.30 h.: En sufragio de los difuntos de la familia Espí Sanchis.

Martes 21.  19.30 h.: Sin intención.

 Miércoles 22. Miércoles de ceniza. 18.00 h.: sin intención. 19.30 h.: En sufragio de Josefina Martínez.

Jueves  23. 19.30 h.: En sufragio de José Antonio Cabanilles.

Viernes 24. 19.30 h.: Sin intención.

Sábado 25. I CUARESMA. 18.00 h.: Con niños. Sin intención. 19.30 h.: Sin intención. . 21.00 h.: Sin intención.

Domingo 26. I CUARESMA. 12.00 h. Pro Pópulo.

 

16 de febrero de 2012

Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2012

 «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras»
(Hb 10, 24)

Queridos hermanos y hermanas

La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.

1. "Fijémonos": la responsabilidad para con el hermano.
El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. "Los unos en los otros": el don de la reciprocidad.
Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

3. "Para estímulo de la caridad y las buenas obras": caminar juntos en la santidad.
Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de noviembre de 2011

12 de febrero de 2012

Domingo 12 de febrero de 2012. 6 TO B.

HOJA
PARROQUIAL
Parroquia de Sant Francesc de Borja
Email de la parroquia: sfb500@gmail.com

Domingo 12 de febrero de 2012.

Este fin de semana la Iglesia celebra la Jornada mundial del enfermo. Para este año el Santo Padre, con su mensaje a los enfermos, resalta en éste los sacramentos de curación, es decir: unción de enfermos, penitencia para concluir su discurso con la Eucaristía. Estos son algunos de los pasajes del mensaje:
“El sacramento de la penitencia ha sido, a menudo, el centro de reflexión de los pastores de la Iglesia, por su gran importancia en el camino de la vida cristiana, ya que «toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a la gracia de Dios y nos une a Él con profunda amistad» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1468). La Iglesia, continuando el anuncio de perdón y reconciliación, proclamado por Jesús, no cesa de invitar a toda la humanidad a convertirse y a creer en el Evangelio. Así lo dice el apóstol Pablo: «Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo, os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). [...] De la lectura del Evangelio emerge, claramente, cómo Jesús ha mostrado una particular predilección por los enfermos. Él no sólo ha enviado a sus discípulos a curar las heridas (cf. Mt 10,8; Lc 9,2; 10,9), sino que también ha instituido para ellos un sacramento específico: la unción de los enfermos. La carta de Santiago atestigua la presencia de este gesto sacramental ya en la primera comunidad cristiana (cf. 5,14-16): con la unción de los enfermos, acompañada con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les alivie sus penas y los salve; es más, les exhorta a unirse espiritualmente a la pasión y a la muerte de Cristo, para contribuir, de este modo, al bien del Pueblo de Dios. [...] Junto a estos dos sacramentos, quisiera también subrayar la importancia de la eucaristía. Cuando se recibe en el momento de la enfermedad contribuye de manera singular a realizar esta transformación, asociando a quien se nutre con el Cuerpo y la Sangre de Jesús al ofrecimiento que él ha hecho de sí mismo al Padre para la salvación de todos.”
María, salud de los enfermos, que estuviste a los pies de la Cruz, da a tus hijos firmeza en la fe y mantenlos alegres en la esperanza, pues en la cruz está Cristo victorioso. (Jornada mundial del enfermo 2012)

                Arturo vuestro vicario.
Lectura del santo evangelio según San Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: —«Si quieres, puedes limpiarme». Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: —«Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: —«No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

                        Palabra del Señor.
“Dios Todopoderoso, que te revelas amorosamente a los hombres por medio de hechos y palabras. Te pedimos por intercesión del evangelista san Marcos, que meditando la Buena Nueva del Evangelio
sigamos el camino de Jesucristo, la Palabra hecha carne en el seno de María.” (Oración a S. Marcos, evangelista)

“Y no le ruega como quiera, sino con gran fervor, postrado a sus pies, con verdadera fe y con la opinión que de él se debe tener. Porque no dijo: “Si se lo pides a Dios”, ni: “Si haces oración”, sino: Si quieres, puedes limpiarme. Tampoco dijo: “Señor, límpiame.” No: todo se lo encomienda a Él: a Él hace señor de su curación; Él atestigua que tiene toda la autoridad. -¿Y qué –me dirás– si la opinión del leproso era equivocada? -En ese caso, hubiera debido el Señor deshacérsela, reprenderle y corregirle. Ahora bien, ¿fue eso lo que hizo? De ninguna manera. Todo lo contrario. Lo que hace es aceptar y confirmar lo que el leproso le había dicho. Por ello precisamente no le responde: “Queda limpio”, sino: Quiero, queda limpio; con lo que el dogma ya no se fundaba en la mera suposición del leproso, sino en la sentencia misma del Señor. No obraron así los apóstoles. ¿Pues cómo? Cuando toda la muchedumbre los rodeaba llena de estupor, ellos decían: ¿Por qué nos miráis a nosotros, como si por propio poder o autoridad hubiéramos hecho andar a este hombre? Mas el Señor, que muchas veces habló de sí humildemente y por bajo de lo que a su gloria corresponde, ¿qué dice aquí para confirmar el dogma, en el momento en que todos le admiraban por su autoridad? -Quiero, sé limpio. A la verdad, con haber él hecho tantos y tan grandes milagros, en ninguna parte aparece haya repetido esta palabra.” (S. Juan Crisóstomo, homilía 25)
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Jesús le dijo al leproso: "Queda limpio". Según la antigua ley judía (cf. Lv 13-14), la lepra no sólo era considerada una enfermedad, sino la más grave forma de "impureza" ritual. Correspondía a los sacerdotes diagnosticarla y declarar impuro al enfermo, el cual debía ser alejado de la comunidad y estar fuera de los poblados, hasta su posible curación bien certificada. Por eso, la lepra constituía una suerte de muerte religiosa y civil, y su curación una especie de resurrección. En la lepra se puede vislumbrar un símbolo del pecado, que es la verdadera impureza del corazón, capaz de alejarnos de Dios. En efecto, no es la enfermedad física de la lepra lo que nos separa de él, como preveían las antiguas normas, sino la culpa, el mal espiritual y moral. Por eso el salmista exclama: "Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado". Y después, dirigiéndose a Dios, añade: "Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: "Confesaré al Señor mi culpa", y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Los pecados que cometemos nos alejan de Dios y, si no se confiesan humildemente, confiando en la misericordia divina, llegan incluso a producir la muerte del alma. Así pues, este milagro reviste un fuerte valor simbólico. Como había profetizado Isaías, Jesús es el Siervo del Señor que "cargó con nuestros sufrimientos y soportó nuestros dolores" (Is 53, 4). En su pasión llegó a ser como un leproso, hecho impuro por nuestros pecados, separado de Dios: todo esto lo hizo por amor, para obtenernos la reconciliación, el perdón y la salvación." (Sal 32, 1.5). (Benedicto XVI, Ángelus 15 febrero 2009)


1504    A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Mc 5,34.36; 9,23). Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (cf Mc 7,32-36; 8, 22-25), barro y ablución (cf Jn 9,6s). Los enfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1,41; 3,10; 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos.
1505    Conmovido por tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que hace suyas sus miserias: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8,17; cf Is 53,4). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (cf Is 53,4-6) y quitó el "pecado del mundo" (Jn 1,29), del que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos configura con él y nos une a su pasión redentora.
2520    El Bautismo confiere al que lo recibe la gracia de la purificación de todos los pecados. Pero el bautizado debe seguir luchando contra la concupiscencia de la carne y los apetitos desordenados. Con la gracia de Dios lo consigue
-  mediante la virtud y el don de la castidad, pues la castidad permite amar con un corazón recto e indiviso,
– mediante la pureza de intención, que consiste en buscar el fin verdadero del hombre: con un ojo simple el bautizado se afana por encontrar y realizar en todo la voluntad de Dios (cf Rm 12,2; Col 1,10);
– mediante la pureza de la mirada exterior e interior; mediante la disciplina de los sentidos y la imaginación; mediante el rechazo de toda complacencia en los pensamientos impuros que inclinan a apartarse del camino de los mandamientos divinos: "la vista despierta la pasión de los insensatos" (Sb 15,5);
– mediante la oración
2616    La oración a Jesús ya ha sido escuchada por él durante su ministerio, a través de los signos que anticipan el poder de su muerte y de su resurrección: Jesús escucha la oración de fe expresada en palabras (el leproso: cf Mc 1, 40-41; Jairo: cf Mc 5, 36; la cananea: cf Mc 7, 29; el buen ladrón: cf Lc 23, 39-43), o en silencio (los portadores del paralítico: cf Mc 2, 5; la hemorroísa que toca su vestido: cf Mc 5, 28; las lágrimas y el perfume de la pecadora: cf Lc 7, 37-38). La petición apremiante de los ciegos: "¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!" (Mt 9, 27) o "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" (Mc 10, 48) ha sido recogida en la tradición de la Oración a Jesús: "¡Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, ten piedad de mí, pecador!" Curando enfermedades o perdonando pecados, Jesús siempre responde a la plegaria que le suplica con fe: "Ve en paz, ¡tu fe te ha salvado!".


La Oficina de Prensa de la Santa Sede dio a conocer la Carta Apostólica en forma motu proprio Porta Fidei en la que el Papa Benedicto XVI convoca a un Año de la Fe. El Santo Padre anunció el Año de la Fe que se iniciará el 11 de octubre de 2012, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo. A partir de este año iremos conociendo el mensaje del Santo Padre que publicó el día 11 de octubre del 2011.
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1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.
- El grupo de oración tendrá su charla de formación el lunes a las 20.30 h.
- La formación arciprestal de catequistas será el mismo lunes a las 20.30 h. en los locales nuevos.
- Catequesis para jóvenes y adultos en los locales parroquiales los martes y los viernes a las 9.30 de la noche.
- El miércoles habrá un encuentro de alumnos de Religión de 4º ESO y Bachillerato en La Font d´En Carros.
- El Curso básico de voluntariado para los agentes de Cáritas será el miércoles a las 18.30 h.
- El mismo miércoles 15 estará la 3ª sesión del curso “La palabra de Dios en la liturgia” a las 20.30 h. en la sala catecumenium.
- El próximo sábado 18 de febrero es el Encuentro de Catequistas de la Vicaría en el Colegio Calderón del Grau de Gandía de 10 h. a 13.15 h. para catequistas de infancia, adolescencia, juventud y de adultos, pero también a los profesores de religión, educadores o padres que puedan estar interesados.
- Los niños de 1º curso de comunión tendrán la entrega del Shemà en la Eucaristía del próximo sábado 18, a las 6 de la tarde.


Donativos recibidos para los nuevos locales en la calle Ciudad de Laval:
Ingresados hasta el 03-02-2012: 54.602,72 €.
+ 0 €
Ingresados hasta el 10-02-2012:
54.622,72 €.
Colabore en la cuenta que la parroquia tiene en
BANCAJA (Paseo Germanías 82)
2077-0249-55-1101860850

Del 13 al 19 de febrero de 2012
Lunes 13.  19.30 h.: Sin intención. 
Martes 14. S. Cirilo y S. Metodio. 19.30 h.: Sin intención. 
Miércoles 15. 19.30 h.: Sin intención. 
Jueves  16. 19.30 h.:  Sin intención. 
Viernes 17. 19.30 h.: Sin intención. 
Sábado 18. VII T.O. 18.00 h.: Con niños. Sin intención. 19.30 h.: Sin intención. . 21.00 h.: Sin intención. 
Domingo 19. VII T.O. 12.00 h. Pro Pópulo.